Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.
Pérez Jiménez, Marco Antonio. (2021). La "transición" sociodemográfica de los mulatos en Guanajuato a comienzos del siglo XIX. Revista digital FILHA. Enero-julio. Número 24. Pp. 1-17. Publicación semestral. Zacatecas, México: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: www.filha.com.mx. ISSN: 2594-0449.
Marco Antonio Pérez Jiménez. Mexicano. Doctor en Historia por el Instituto de Investigaciones Históricas (IIH) de la UNAM. Investigador Proyecto Afroamérica. La Tercera Raíz, PUIC-UNAM. Miembro del Colectivo COPERA “Colectivo para eliminar el racismo en México”. Áreas de especialización: Historia de México, etapa colonial, siglos XIX y primera mitad del siglo XX. Historia del racismo y discriminación en México. Historia de la población afrodescendiente en México colonial e independiente en Veracruz y Guanajuato. Historia de la población china en México y Latinoamérica. Historia demográfica. Antropología Histórica. Contacto: marcoylerdo@gmail.com Orcid ID: https://orcid.org/0000-0002-8859-4311
The sociodemographic transition of the mulattoes in Guanajuato at the beginning of the 19th century
Resumen: Las diversas investigaciones sobre la ciudad de Guanajuato han demostrado que, hasta fines de la época colonial, la documentación oficial continuó registrando por miles a las mujeres y hombres de origen africano que habitaban la ciudad. Por consiguiente ¿qué sucedió con ellos y con sus descendientes en el México independiente? Entre el periodo del levantamiento de Miguel Hidalgo en 1810 a la abolición de los términos por castas en 1822, ¿Por qué sus registros cada vez se van haciendo más escasos hasta casi desaparecer? ¿Cuál fue el motivo para que las “huellas” de afrodescendencia en la región parezcan menos evidentes que en lugares donde históricamente se ha ubicado su presencia, como en Veracruz, las zonas cañeras de Tabasco y Morelos y en las costas de Guerrero y de Oaxaca? Si bien, este trabajo no pretende alcanzar respuestas definitivas a las preguntas antes señaladas, éstas permitieron reflexionar en las siguientes páginas (apoyándose en las herramientas de la Historia Social y Demográfica) sobre la transición de este sector de la sociedad guanajuatense en el periodo colonial, y su aparente “difuminación” para el periodo post independiente.
Palabras claves: Afrodescendencia, castas, México independiente, multicultural, multiétnico, historia social y demográfica.
Abstract: The various investigations on the city of Guanajuato have shown that, until the end of the colonial era, official documentation continued to register by the thousands the women and men of African origin who inhabited the city. Consequently, what happened to them and their descendants in independent Mexico? Between the period of the uprising of Miguel Hidalgo in 1810 to the abolition of the terms by castes in 1822, why are their records becoming more and more scarce until they almost disappear? What was the reason why the “traces” of Afro-descendants in the region seem less evident than in places where their presence has historically been located, such as in Veracruz, the sugar cane areas of Tabasco and Morelos, and on the coasts of Guerrero and Oaxaca? Although this work does not pretend to reach definitive answers to the aforementioned questions, they allowed us to reflect in the following pages (based on the tools of Social and Demographic History) on the transition of this sector of Guanajuato society in the colonial period, and its apparent "blurring" for the post-independent period.
Keywords: Afro-descendants, castes, independent Mexico, multicultural, multi-ethnic, social and demographic history.
Una característica de la ciudad y distrito minero de Guanajuato de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX -destacada tanto por los visitantes europeos (quienes anotaban las observaciones de sus recorridos por las calles de la ciudad) como por intelectuales y burócratas ilustrados novohispanos- fue la importante presencia de mujeres y hombres clasificados como mulatos, zambos, lobos, moriscos o coyotes; términos por casta utilizados por las autoridades religiosas y civiles de la urbe para etiquetar al sector demográfico de origen africano. No obstante, su presencia (que se remonta desde mediados del siglo XVI, cuando cientos de esclavizados y libres llegaron a trabajar en las diversas actividades económicas relacionadas con la extracción de la plata) se extendía más allá del principal centro minero del virreinato, ubicándose en muchas localidades a lo largo y ancho de la intendencia guanajuatense.
De acuerdo con los datos presentados por Alexander von Humboldt, en 1802 habitaban en la Intendencia de Guanajuato cerca de 400mil personas, de las que el 26% fue clasificada por el viajero prusiano como de “raza española/blanca”, el 44% fue señalado como “indio o indígena” y el 30% como “castas de mezcla” (Humboldt, 1827, T. 1: 264); dentro de estas últimas, von Humboldt ubicaba a la población mezclada de: “negro, blanco e indio (mulatos, mestizos, zambos y mezcla de mezclas)” (Humboldt, 1827: T. 1, p. 131). Por su parte, el Contador Real, Fernando Navarro y Noriega afirma que, para 1810 (antes del levantamiento de Miguel Hidalgo el 15 de septiembre) un nuevo boom en la extracción de la plata había ocasionado un aumento en la población, convirtiéndola ahora en la segunda región más poblada de todo el virreinato con casi 600mil habitantes. En concordancia con los datos de Humboldt, Navarro y Noriega también afirma que en Guanajuato los “mulatos, zambos y otras castas” todavía representaban aproximadamente un tercio del total de habitantes (Navarro, 1820: 23 y Anexo I).
De hecho, la presencia afrodescendiente en la región fue todavía más notoria en los registros históricos recabados durante la segunda mitad del siglo XVIII. En su estudio pionero sobre la población “negra”, Gonzalo Aguirre Beltrán señala que, en el Padrón de Revillagigedo de 1793, [i] se contabilizaron más de diez mil mulatos que vivían distribuidos en los distintos barrios y distritos de la capital guanajuatense (27% del total), siendo ésta la localidad, de acuerdo con Aguirre Beltrán, con mayor población de origen africano de todo el virreinato registrada en el Padrón, con excepción de la Ciudad de México (1981: pp. 226 y 227). Asimismo, el autor señala que, en esta temporalidad, en toda la Intendencia habitaban aproximadamente 72mil mulatos y casi 47mil individuos de “otras castas” (p. 228).
En su estudio sobre el censo de Revillagigedo, David Brading difiere de las cifras presentadas por A. Beltrán para la capital minera, aunque no de manera significativa. Debido a que una cantidad importante de indígenas no fueron tomados en cuenta en el padrón, Brading reconsidera que, a finales del siglo XVIII, sólo el 21% de los guanajuatenses tenía ascendencia africana (1993: 162). A pesar de sus diferencias, los datos presentados por ambos investigadores presentan un panorama sociodemográfico en que Guanajuato de finales de la época colonial se muestra como una región multiétnica, con un destacado componente español, indígena y afrodescendiente.
Afirmaciones también sostenidas en investigaciones de otros campos disciplinarios, como las de María Guevara. La historiadora se ha enfocado en analizar las relaciones interétnicas entre los diferentes grupos que conformaban la Intendencia. A través de la revisión de documentos judiciales y de actas de matrimonios, observa un proceso de integración social “casi completo” de los mulatos guanajuatenses a finales de la etapa colonial (Guevara, 2001: 139). Al respecto, Graciela Velázquez, mediante los testigos matrimoniales registrados en la Basílica de Guanajuato, está de acuerdo en afirmar que la movilidad socioeconómica de este sector demográfico estrechó su interacción con el resto de grupos socio-étnicos que vivían en la capital minera (Velázquez, 2001: 164).
Por consiguiente, los párrafos anteriores ponen de manifiesto las interrogantes que se abordarán en el presente trabajo: si las diversas pesquisas han demostrado que, durante la segunda mitad del siglo XVIII hasta los primeros años del siglo XIX, la documentación oficial continuó registrando por miles a las mujeres y hombres de origen africano en Guanajuato, ¿qué sucedió con ellos -y con sus descendientes- en los comienzos del México independiente? Entre el periodo comprendido del levantamiento de Miguel Hidalgo en 1810, a la abolición de los términos por castas doce años después (1822) ¿Por qué sus registros cada vez se van haciendo más escasos, hasta prácticamente desaparecer? ¿Es posible tener una idea del destino demográfico de esta población en el real minero después de la caída del régimen colonial? ¿Por qué las “huellas” de afrodescendencia en la región parecen menos evidentes que en lugares donde históricamente también se ha ubicado su presencia, como en Veracruz, las zonas cañeras de Tabasco y Morelos y en las costas de Guerrero y de Oaxaca?
Si bien, no se pretende alcanzar respuestas definitivas ni categóricas a las preguntas antes señaladas [ii] éstas posibilitan reflexionar, apoyándose en las herramientas metodológicas de la Historia Social y Demográfica, acerca de la transición de este sector de la sociedad guanajuatense en el periodo colonial y su aparente “desaparición” para el periodo post independiente. Se comenzará por abordar brevemente las aportaciones de la disciplina sociodemográfica al presente estudio, para posteriormente desarrollar el análisis sobre los procesos de mestizaje midiendo su comportamiento matrimonial en los albores de la nación mexicana.
T.H Hollingsworth afirma que, a diferencia del estudioso de la demografía contemporánea cuya preocupación principal es lograr estimaciones exactas de los “números humanos”, el investigador interesado en el análisis del comportamiento de las poblaciones del pasado se enfrenta cotidianamente a vacíos en la información debido a los registros y series de datos incompletos con los que dispone. Por esto, para el fundador de la historia demográfica inglesa, el reto de la disciplina consiste en: “procurar describir de una manera coherente los eventos pasados, usando a la población como su medida y los cambios de población como si fueran eventos […] que deben de ser explicados por otros factores” (1983: 32).
Estas afirmaciones ponen en evidencia que cualquier investigación emprendida dentro de la Historia Demográfica, siempre deberá plantearse desde un ángulo interdisciplinario, alimentada constantemente por aportaciones obtenidas de la Historia Económica, Social y Cultural, así como de otras Ciencias Sociales como la Etnohistoria y la Sociología Histórica. Esta amalgama de herramientas cualitativas-cuantitativas posibilita al historiador explicar esos “otros factores” -señalados por Hollingsworth- que, al fin y al cabo, son los determinantes en el comportamiento demográfico de una población: natalidad, mortalidad y migración. Afirmaciones también compartidas por Pierre Chaunu, al enfatizar que, históricamente, las poblaciones no experimentan fenómenos demográficos “puros”, sino que éstos toman: “cuerpo en una sociedad, en una cultura. Las actitudes ante la vida, con las actitudes frente a la muerte, indisociables ¿no son acaso la pieza central de un sistema de civilización?” (Chaunu, 1987: 19).
Una de las ventajas que tiene el historiador demográfico, de acuerdo con E. A Wrigley, es poder ocuparse de “todos” los hombres y las mujeres, independientemente de su origen geográfico, étnico o socioeconómico. Esta posibilidad de indagar en los eventos más trascendentes en la vida de las personas “comunes” (que no pertenezcan a las élites políticas, económicas ni religiosas de las que sus huellas sí quedaron registradas en variada y numerosa documentación) permite observar a: “la gente corriente del pasado, comparando el campesino con el gentilhombre, al minero con el obrero textil, al hombre del campo con el habitante de la ciudad, etc. Allí donde se han conservado los registros necesarios para ello, existe la posibilidad de llegar hasta las raíces de la sociedad” (1969: 12).
Por lo antedicho, en el presente trabajo se considera que las aportaciones metodológicas y analíticas de la Historia Social y Demográfica son de suma utilidad para dar una “vertebración” sólida -en términos de Wrigley- a investigaciones históricas enfocadas en las poblaciones “subalternas”, como lo fue la de origen africano dentro de los territorios coloniales españoles en América. En particular, la cuantificación de la información obtenida de los registros matrimoniales y bautismales de la Basílica de Guanajuato para inicios del siglo XIX, abrió la posibilidad de “medir” el nivel de mestizaje por medio del comportamiento endogámico y exogámico de los “afroguanajuatenses” y, de esta manera, tener una idea aproximada sobre sus procesos de integración social en la capital minera en los comienzos del México independiente.
Del mismo modo, la información recabada de los libros de casamientos es un instrumento que ayuda al historiador a establecer el estatus de un grupo o individuo en sociedades de antiguo régimen (como la novohispana) no jerarquizadas bajo el esquema de “clases sociales”. Tomando en cuenta el comportamiento matrimonial, junto con variables como la ocupación, la casta, el lugar de residencia y las relaciones familiares, es posible tener una idea sobre la movilidad de un determinado sector demográfico. Del mismo modo, los patrones casamenteros también permiten hacer comparaciones estadísticas con otras investigaciones, ampliando, con esto, el panorama de análisis a escala regional o interregional.
Como lo revela la investigación de William Chance y John Taylor sobre la ciudad de Antequera para finales del siglo XVIII, el análisis de la elección casamentera les permitió obtener indicadores certeros sobre las “fronteras interétnicas” y, a su vez, posibilitaron la reconstrucción de la estructura socioeconómica de la capital de la Intendencia de Oaxaca (Chance y Taylor, 1977: 477). En consonancia, un estudio sobre los registros matrimoniales de la Parroquia del Sagrario en la ciudad de Puebla revela que, en una de las urbes más pobladas del virreinato a fines del siglo XVIII, la elección del cónyuge seguía constreñida por la correlación casta/ocupación; relación aún más marcada en los estratos altos y bajos de la sociedad poblana (Nutini y Barry, 2009: 49).
Por consiguiente, el contacto cotidiano entre individuos de los distintos grupos, acontecido en las principales ciudades de la Nueva España, como lo fue la capital de Guanajuato, presenta un escenario idóneo para emprender el análisis del comportamiento matrimonial de la población de origen africano como el aquí planteado. Como ciudad cosmopolita, la urbe atraía no sólo a los principales comerciantes españoles, sino también a miles de indios y mulatos, así como a cientos de mestizos, castizos y españoles empobrecidos; todos ellos migrantes que encontraron sustento diario en ocupaciones destinadas a satisfacer las necesidades de las élites. Dicha cuestión, teóricamente, debió favorecer el establecimiento de relaciones sociales más estrechas con las y los mulatos guanajuatenses conforme el siglo XIX hacía su aparición.
De igual modo, las estadísticas obtenidas de los libros parroquiales de castas con ascendencia africana acercan al presente estudio a reflexionar sobre cuestiones abordadas por pesquisas dentro de la Historia Cultural. En particular, otorgaron la oportunidad de dar un vistazo a las mentalités de las élites y burocracia guanajuatenses respecto a esta población. Esta aproximación interdisciplinaria ha sido puesta en marcha en investigaciones como la realizada por Michel Vovelle para la Francia revolucionaria. Vovelle emplea datos cuantificables para elaborar tendencias respecto a: “las estructuras de la familia, las actitudes ante la muerte, la práctica religiosa, las relaciones de sociabilidad o, por el contrario, la violencia, la patología social y el cuestionamiento del orden establecido” (Vovelle, 1989: 40).
Utilizando dicha información fue posible observar algunos criterios que empleaban los párrocos de la Basílica al momento de asignar una determinada casta para etiquetar a los “afroguanajuatenses”. Un interesante caso se halló en el registro de María Petra Gómez García, quien en 1818 fue bautizada en la Parroquia de Nuestra Señora de Guanajuato. El cura que dirigió la ceremonia anotó a los progenitores de María Petra como lobo e india, cuestión que, de acuerdo con las clasificaciones propuestas para reorganizar la nomenclatura de castas a mediados del siglo XVIII, debía de haber sido etiquetada como zambaiga, gíbara o albarazada, es decir, con algún término utilizado para el mestizaje entre afrodescendientes e indígenas (Martínez Montiel, 2017: 122). No obstante, como sucedió con la mayoría de infantes bautizados de padre y/o madre de origen africano, el párroco la registró como “mulata”; [iii] término históricamente asociado con la descendencia blanca/europea y negra/africana.
En consecuencia, ¿bajo qué lógicas la burocracia eclesiástica de la ciudad usaba el vocablo “mulato”? ¿es posible que tuviese la finalidad de “generalizar” su empleo para etiquetar a la mayoría de población de origen africano, incluyendo a la mezclada con españoles, mestizos e indígenas, como sucedió con la niña María Petra? Si fue así, ¿con qué finalidad?
Las dinámicas poblacionales de la Ciudad de Guanajuato a finales de la época colonial ya han sido expuestas en diversos trabajos, como el de David Brading antes mencionado. Su análisis del censo de Revillagigedo, complementado por los datos recabados del Padrón de indios tributarios levantado para toda la Intendencia, muestra a la sociedad guanajuatense de finales del siglo XVIII como un verdadero crisol étnico y sociocultural.
Como se esbozó al comienzo del presente texto, en Guanajuato, el grupo mayoritario estuvo conformado por 15,374 españoles europeos y americanos; indígenas y mestizos estuvieron ubicados ligeramente por debajo con prácticamente el mismo número de pobladores, 11,841 y 11,281 respectivamente. Por su parte, los mulatos y otras castas de origen africano representaban la cuarta población con 10,733 habitantes, cifras que los ubicaban en una reducida diferencia porcentual respecto a la población mayoritaria (Brading, 1993: 162); tal y como se evidencia en la siguiente gráfica elaborada con base en los datos presentados por el historiador:
Elaboración propia. Fuente: Brading, David. “Grupos étnicos; clase y estructura ocupacional en Guanajuato (1792)”, en Miguel Ángel Cuenya y Elisa Malvido (comp.). Demografía histórica de México: siglos XVI-XIX. México: Instituto Mora/UAM., 1993, 160-178pp.
No deja de llamar la atención la distribución casi proporcional de los cuatro principales grupos socio-étnicos que habitaban la capital minera a finales del siglo XVIII. Escenario poblacional que, de acuerdo con las apreciaciones de von Humboldt y Navarro y Noriega antes destacadas, no parece haber pasado por transformaciones significativas en el trascurrir de la primera década del siguiente siglo.
Durante esos primeros años de la centuria decimonónica, la extracción en las minas de plata de la región guanajuatense estaba en apogeo y, como había acontecido desde el siglo anterior, las minas todavía ocupaban el primer lugar en productividad de todo el virreinato. Conforme la década avanzaba, la expansión minera iba atrayendo a cada vez más inversionistas, principalmente españoles americanos (“criollos”) de la Ciudad de México (Brading, 1975: 400). Del mismo modo, los sectores agrícolas, manufacturero y de servicios, atravesaban por un auge no experimentado con anterioridad, permitiendo un aumento constante en la demanda de mano de obra -especializada y no especializada- de mulatos, indios y mestizos ocupados en una amplia gama de actividades productivas (Pérez Jiménez, 2011: 86).
No obstante, una buena parte de la historiografía que ha reflexionado sobre Guanajuato durante la primera etapa de la lucha armada (1810-1813), afirma que el floreciente panorama cambió radicalmente a partir de septiembre de 1810. Desde la madrugada del 16, al parecer la urbe se vio muy afectada por la devastación y violencia generadas por los enfrentamientos entre insurgentes y realistas. Las filas encabezadas por Miguel Hidalgo, formadas mayoritariamente por indios laboríos y mulatos asentados en los barrios periféricos de la capital minera, atacaron por doce días consecutivos edificios del gobierno, al igual que a comercios y propiedades de las élites y burocracia locales. Hechos destacados por el elevado nivel de violencia con que se presentaron (Taylor, 1979: 166 y 186).
La minería fue de las principales actividades económicas perjudicadas. Debido al interés tanto de realistas como de rebeldes por controlar las cuantiosas ganancias que producían los reales mineros guanajuatenses, éstos fueron objeto de numerosos enfrentamientos entre ambos bandos. Con el transcurrir de los meses la mayoría de las minas acabaron anegadas y abandonadas. Como aconteció con La Valenciana; siendo una de las más productivas de todo el continente hasta 1810, cinco años después detuvo por completo la extracción de plata y oro de sus vetas (Blanco y Parra, 2000: 103).
La desarticulación de la minería guanajuatense ocasionó un panorama sumamente complicado para los habitantes de la ciudad. Las oportunidades laborales escaseaban cada vez más ocasionando que muchos no tuviesen un ingreso constante; por lo que cientos de familias de todos estratos sociales se vieron forzadas a emigrar hacia otras ciudades y pueblos. Dificultades que también repercutieron directamente en el resto de sectores productivos provocando, a su vez, una baja en la demanda de servicios (Blanco y Parra, 2000: 104). Los burócratas locales describían las calles de la ciudad como “infestadas” de trabajadores desempleados que vagaban en busca de sustento. Del mismo modo, continuamente la urbe estaba en “críticas y angustiadas circunstancias” por las constantes amenazas de “pandillas de bandidos” quienes atracaron las Cajas Reales en distintas ocasiones. Como en noviembre de 1811, ocasión en que también causaron destrozos en el edificio de Pólvora y Tabaco y en casas de particulares. [iv]
Esta descripción invita a pensar que la sociedad guanajuatense, posterior al estallido social encabezado por Miguel Hidalgo, pudo atravesar por una descomposición de sus unidades familiares y de las dinámicas socioeconómicas que diariamente se entretejían en la urbe. Lo que, a su vez, debió de impulsar aún más emigración, no sólo por las circunstancias antes descritas, también por el enrolamiento de cientos de mulatos e indios -y sus familias- en las fuerzas insurgentes. Sin dejar de mencionar a aquellos que decidieron movilizarse a favor del rey Fernando VII, enlistándose en las Milicias de Pardos y Morenos.
A primera vista, la revisión de los registros matrimoniales de castas de origen africano resguardados en el Archivo de la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato pareciera corroborar dichas suposiciones. Como se muestra en la Tabla I, en los cuatro años previos al “grito de Dolores” (1806 a 1809), el promedio de casamientos que participaron cónyuges de origen africano fue de 47.7 enlaces anuales.
Tabla I. Matrimonios de hombres y mujeres de origen africano en la Basílica de Guanajuato (1806-1822) [v]
Elaboración propia. Fuente: APNSG, Sección Sacramental, cajas 92-94, libros de matrimonios de castas.
La caída en el número de nupcias a partir de 1810 es incuestionable. Entre aquel año hasta el 17 de septiembre de 1822, fecha que Agustín de Iturbide, como primer emperador de México, abolió la anotación por casta en documentos oficiales y religiosos, [vi] el promedio de uniones afrodescendientes cayó hasta 5.8 por año. De hecho, en junio de 1818, el matrimonio celebrado entre Timoteo Pérez y María Nicolasa Arroyo, los dos clasificados por el sacerdote como mulatos, fue el último registrado en la Basílica guanajuatense con algún participante de ascendencia africana.[vii] Acontecimiento cuatro años antes que Agustín I suprimiera la clasificación por “origen”.
Con estas afirmaciones, sería posible conjeturar que el impacto sufrido por Guanajuato como epicentro del primer movimiento por la independencia de México, efectivamente representó un “parteaguas” en su descomposición socio-étnica a comienzos del siglo XIX. Al igual que aconteció con los de origen africano, indios y españoles también padecieron emigraciones forzadas impulsadas por el hambre y la violencia. Asimismo, la lucha armada también movilizó a muchos individuos de los dos grupos, ya sea tomando partido por los realistas o los insurgentes.
No obstante, para sostener dichas apreciaciones, tendría que observarse un impacto similar en la baja de registros matrimoniales para españoles e indios posterior a 1810. Cuestión que no pudo observarse para ninguna de las dos poblaciones. Entre aquel año y 1824, los cónyuges españoles participaron en aproximadamente 750 ceremonias, promediando 53.6 anuales. [viii] Por su parte, entre 1817 y 1822 los desposados de origen indígena fueron anotados en sus libros casamenteros en 864 ceremonias, arrojando un promedio muy superior al de mulatos y españoles, con 173 uniones anuales. [ix]
Por consiguiente, estos datos parecerían indicar que el movimiento rebelde comandado por el cura de Dolores no provocó una desintegración sociodemográfica significativa en los dos grupos mayoritarios que habitaban la capital minera. Cuestión que, a su vez, descartaría que dicho factor fuese la causa principal para que los registros de mujeres y hombres de origen africano en la Basílica de Guanajuato hayan prácticamente “desaparecido” años antes de la caída del régimen colonial español.
Una característica del comportamiento demográfico de los mulatos (no sólo de aquellos que habitaban la capital, sino también los asentados en áreas rurales de la Intendencia de Guanajuato) destacada en diversas investigaciones, fue que, en mayor o menor, este grupo representó el “engranaje” principal del mestizaje en la región a finales de la época virreinal. James Taylor afirma que un porcentaje mayoritario de los matrimoniados de origen africano que habitaban en pequeñas localidades, rancherías y haciendas, se casaban con mujeres y hombres fuera de su grupo socio-étnico, en particular con indígenas. Contacto que en algunas zonas llegó a ser más significativo que el observado para la ciudad minera (1979: 172).
Con distintos matices, un similar comportamiento matrimonial ha sido observado para la capital guanajuatense. Con base en el Padrón de 1793, Claude Morin analizó las relaciones inter-casta midiendo índices de endogamia (casamientos entre individuos del mismo grupo) y exogamia (matrimonios con miembros de otros grupos). Morin encontró que, a fines de siglo XVIII, la población indígena fue la que más comúnmente se matrimonió fuera de su grupo con 46% del total de enlaces, seguido por los mulatos con casi el 30% y por último los españoles con el 25% (1983: 16). Porcentajes que demuestran que las mujeres y hombres clasificados como españoles fueron los que presentaron una tendencia endogámica más acentuada, al matrimoniarse en 8 de cada 10 ocasiones con individuos de su mismo grupo.
Con relación al comportamiento casamentero de los “afroguanajuatenses”, David Brading destaca que, de los más de 350 matrimoniados con cónyuges fuera de su grupo, el 55% se unieron con indígenas, el 22% con mestizos y el 20% con españoles. La tendencia de los mulatos por mezclarse con indígenas es interpretada por Brading como un proceso de “polarización” socio-étnica en el que: “los mulatos y los indios forman un grupo separado, inferior, con el cual el grupo español-mestizo no buscaba en él matrimonio a pesar de la proximidad social entre ambos” (1993: 178). Por tanto, el historiador proyecta que, de continuar con dichas tendencias exogámicas, en cuatro generaciones más las castas de origen africano que habitaban en la ciudad de Guanajuato no presentarían elementos diferenciables con el resto de “categorías étnicas” (Brading, 1993: 176).
Dichas conjeturas parecen coincidir con el análisis del comportamiento matrimonial realizado a partir de los libros de castas de la Basílica de Nuestra Señora de Guanajuato para las dos primeras décadas del siglo XIX. [x] Los párrocos adscritos a la Parroquia del centro de la capital minera le otorgaron una particular importancia a la anotación por casta de los desposados de origen africano. Como se observó en la Tabla I, entre 1806 y 1822 se hallaron 262 nupcias con participación de 524 cónyuges; de éstos, únicamente a nueve no les fue asignado ningún término por “calidad”. Situación que posibilitó a esta investigación tomar en cuenta prácticamente la totalidad de individuos de origen africano matrimoniados en la Parroquia guanajuatense, así como a sus cónyuges pertenecientes a los diversos grupos socio-étnicos.
Del mismo modo, el término por casta más usado por los curas fue el de “mulato”, para casi el 90% de los cónyuges de origen africano. A su vez, 7% de individuos fueron anotados como coyotes, mientras que el 3% restante lo conformaron cinco desposados lobos y dos mujeres moriscas. Al respecto, Ben Vinson afirma que el uso de términos “periféricos” como lobo, coyote, morisco y chino, representó el sistema clasificatorio: “en su máxima complejidad hacia la parte tardía del periodo colonial […] por mucho las castas olvidadas representaban el centro de la clase plebeya trabajadora (Vinson, 2005: 273 y 292).
Es importante señalar que sólo se encontró anotado a un esclavizado, al mulato Agustín Laureano que en 1816 contrajo nupcias con la española María Antonia Prieto (Pérez Jiménez, 2011: 83). La prácticamente nula presencia de esclavizados entre la población “afroguanajuatense” encontró respaldo en los Protocolos de Cabildo revisados en el Archivo Histórico de la ciudad. Entre 1805 y 1829 -año que el presidente Vicente Guerrero decretó la abolición de la esclavitud- únicamente se encontraron seis compraventas, todas mujeres: una negra, una negra criolla, una mulata y tres más de casta desconocida. [xi]
Tabla II. Índices de endogamia y exogamia de matrimonios de origen africano (1806-1822) [xii]
Elaboración propia. Fuente: APNSG, Sección Sacramental, cajas 92-94, libros de matrimonios de castas.
Como resulta evidente en la Tabla II, algunas de las tendencias en el mestizaje de los mulatos y otras castas de origen africano en Guanajuato a finales del siglo XVIII, no sólo se prolongaron al comienzo del siguiente siglo, sino que se agudizaron posterior al “grito de Dolores” de 1810. Tomando en cuenta los enlaces presentados con españoles, mestizos e indios, es posible ubicar el índice general de exogamia de los “afroguanajuatenses” en 86.6. Indicador por demás revelador, al demostrar que, a comienzo del periodo independiente, en la ciudad minera aproximadamente 9 de cada 10 mujeres y hombres mulatos se casaron con personas no pertenecientes a su grupo socio-étnico.
Ahora bien, dentro del amplio abanico casamentero con individuos fuera de su grupo, la Tabla II también muestra que uno de cada dos matrimoniados en la Basílica se unieron con indígenas, representando el índice exogámico más elevado para el grupo de origen africano con 53 puntos. De este modo, la importancia que tuvo en algunas regiones el proceso de asimilación de la población mulata al sector indígena, ha sido descrita como “la fuente principal” del mestizaje en tiempos novohispanos (A. Beltrán, 1981: 257).
Para conceptualizar este crisol, Luz M. Martínez Montiel lo denominó “Afroindianidad”. El intenso mestizaje entre ambas poblaciones, afirma la autora, originó diversos procesos de asimilación étnica, social y cultural, en que los elementos identitarios de origen indígena (lengua, indumentaria, alimentación, religiosidad, etc.) fueron los predominantes (Martínez M., 1992: 157-172). Proceso que, aunado al elevado índice de exogamia del sector afroguanajuatense, pudo haber provocado que sus características se difuminaran entre sus descendientes, hasta pasar como “desapercibidas” para las siguientes generaciones del México independiente.
Por otro lado, la medición en las tendencias matrimoniales entre mulatos y mestizos demostró que, si bien su contacto fue menos profundo que el presentado con indígenas, aun así, representaba el segundo en importancia, ya que aproximadamente dos de cada diez “afroguanajuatenses” casados en la Basílica contrajeron nupcias con individuos etiquetados con “calidad” mestiza. Por lo anterior, no se está de acuerdo con las afirmaciones de D. Brading sobre el papel de los mestizos en el proceso de “polarización étnica” de la sociedad guanajuatense. Por el contrario, es posible observar en estos matrimonios -y en sus descendientes- al sector de origen africano descrito por María Guevara y, mencionado en páginas anteriores, como aquel que, a finales del periodo colonial, atravesaba por un proceso de integración “casi completo” a la sociedad guanajuatense; grupo que se encontraba en transición hacia un “blanqueamiento” de su herencia africana (y el mejoramiento de su estatus social) por medio del contrato matrimonial con el grupo mestizo.
Por último, los casamientos menos comunes fueron los celebrados con españoles, representando apenas una tasa exogámica de 7.2; situación que evidenció el nivel más bajo de mestizaje para los mulatos y otras castas de origen africano que habitaban en la capital minera. Ahora bien, aunque los datos presentados por Brading también coinciden en señalar el poco contacto matrimonial entre ambos grupos, el índice expuesto por el historiador -con base en la información del Padrón de 1793- fue casi tres veces mayor (20 puntos) al calculado para esta investigación sobre las dos primeras décadas del siglo XIX. Comparativos que, efectivamente develan que los españoles y los mulatos encabezaban un proceso de “polarización étnica” de la sociedad guanajuatense; transición ya evidente desde la segunda mitad del siglo XVIII y fuertemente acentuada a partir de la siguiente centuria.
Los patrones matrimoniales obtenidas de los libros de españoles parecen apoyar la hipótesis antedicha. Entre 1810 y 1824, de un total de 748 casamientos registrados, únicamente 35 fueron celebraron con no-españoles, representándoles un índice endogámico de 95.3. Del mismo modo, las pocas uniones exogámicas en que participaron cónyuges españoles se consagraron con mestizos y con indios, en ese orden. Tal situación pone en claro una intencionalidad de los párrocos guanajuatenses por no registrar en estos libros ningún matrimonio con personas de ascendencia africana. Casamientos exclusivamente anotados en los volúmenes dedicados a los matrimonios de castas de la Basílica de Guanajuato (Pérez Jiménez, 2011: 88-89).
La finalidad del presente artículo, además de divulgar los primeros resultados de la investigación “El destino sociodemográfico de la población de origen africano en el Real minero de Guanajuato, 1790-1826” [xv] fue intentar responder a los cuestionamientos planteados al comienzo de este artículo. El particular, la intención fue ir desglosando, de la manera más clara posible, una respuesta a ¿Qué pasó con la población de origen africano que habitaba en Guanajuato entre finales del periodo colonial e inicios de la etapa independiente? Hipótesis que, como se explicó a comienzos del escrito, estuvo estructurada con un enfoque analítico proveniente de las disciplinas de la Historia Social y Demográfica.
Del mismo modo, es importante señalar que, el proceso de “Afroindianidad” como respuesta a la percepción sobre la difuminación de la población de origen africano acontecido en la ciudad de Guanajuato en los albores del México independiente, no debe ser tomado como una afirmación categórica ni generalizante. Los millones de negros, mulatos, pardos, lobos, coyotes y morenos que habitaban en otras urbes y localidades de Nueva España/México, bien pudieron presentar procesos de “transición” demográfica completamente distintos a los acontecidos en la capital minera de la región del Bajío.
Como lo demuestran otras pesquisas para esta temporalidad, la medición del comportamiento matrimonial realizado para otras sociedades puede arrojar resultados diametralmente opuestos al mestizaje “afroindígena” guanajuatense. Tal como aconteció para el puerto de Veracruz a finales del siglo XVIII, donde siete de cada diez matrimoniados de origen africano [xvi] se casaron con personas de su mismo grupo socio-étnico, presentando un índice endogámico de 69.2 (Pérez Jiménez, 2019: 218, Gráfica III). Patrones que, a su vez, invitan a imaginar a ésta como una posible explicación del porqué los rasgos socioculturales de afrodescendencia son más evidentes en la cultura popular veracruzana que en la guanajuatense, hasta la actualidad.
Archivo Parroquial de Nuestra Señora de Guanajuato (APNSG). Libros de matrimonios de castas, indios y españoles (1806-1822). Libros de bautismos de castas (1807-1822).
Archivo Histórico de Guanajuato (AHG). Ramos: “Gobernación”, “Protocolos y Actas de Cabildo” “Salubridad y Asistencia”, “Policía” y “Relaciones Humanas” (1808-1830).
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Wrigley, E. A. Historia y Población: introducción a la demografía histórica. Madrid: Ed. Guadarrama, 1969.
[i] En enero de 1790, el Virrey II conde de Revillagigedo ordenó a los intendentes levantar un padrón de población con el objetivo de conocer el número de hombres disponibles para formar un ejército que defendiera a la Nueva España de los enemigos de la Metrópoli. No obstante, los empadronadores fueron más allá y recabaron la información basándose en la casa-habitación. Por tanto, se tiene registro del hombre o mujer “cabeza de familia”, del cónyuge y de sus hijos; así como de los familiares, dependientes, sirvientes, mozos, oficiales, aprendices y/o esclavos que vivían bajo el mismo techo. Por ello, este documento es considerado como el primer censo general de población de la Nueva España y: “un parteaguas para el inicio de la democratización del conteo de los cuerpos y las almas” (Malvido y Cuenya, 1993 pp. 15 y 20).
[ii] El presente texto forma parte de los avances de investigación del proyecto “título del capítulo del libro de la UNAH”. Una versión completa se presentará en un libro colectivo, coeditado por el PUIC-UNAM y la UNAH, a publicarse en el 2021.
[iii] Archivo Parroquial de Nuestra Señora de Guanajuato (en adelante APNSG), Sección: Sacramental, caja 39, Libros de Bautismos de Castas (1811-1820).
[iv] Archivo Histórico de Guanajuato (en adelante AHG), Ramo: Actas de Cabildo, libro 6, fs. 179-179v, 9 noviembre de 1811.
[v] APNSG, Sección Sacramental, cajas 92-94, libros de matrimonios de castas. Se contemplaron hombres y mujeres anotados como Mulatos, Mulatos Libres, Mulatos Esclavos, Lobos, Coyotes y Moriscos.
[vi] AHG. Ramo: Gobernación, caja 6, exp. 537, 19 de septiembre de 1822.
[vii] APNSG, Sección: Sacramental, caja 94, libros de matrimonios de castas (junio de 1810-junio de 1821), 1821.
[viii] APNSG, Sección: Sacramental, caja 93, libros de matrimonios de españoles (1810-1824).
[ix] APNSG, Sección: Sacramental, caja 93, libros de matrimonios de indios (1817-1822).
[x] A pesar del movimiento insurgente, la mayor parte de los libros parroquiales del APNSG para esta temporalidad se conservan en buen estado, con excepción del registro de matrimonios de castas para el primer semestre de 1810. Los volúmenes tanto bautismales como de casamientos, fueron divididos en tres: libros de españoles, libros de indios y libros de castas. Hasta este momento se ha revisado y analizado el periodo 1806-1822.
[xi] AHG, Ramo: Protocolos de Cabildo, libro 107, fs. 210-213, 29 mayo de 1805; libro 110, fs. 119v-121, 11 abril de 1808; libro 115, fs. 207v-208, 30 diciembre de 1813; libro 119, fs. 215-216, 9 septiembre de 1817.
[xii] Fuente: APNSG, Sección Sacramental, cajas 92-94, libros de matrimonios de castas.
[xiii] Se incluyeron castizos.
[xiv] Se incluyeron coyotes, lobos y moriscos.
[xv] Proyecto de investigación que forma parte de la agenda de colaboración académica 2019-2021 del Proyecto Afroamérica. La Tercera Raíz (PUIC-UNAM) con la Facultad de Humanidades y Artes de la UNAH, Honduras.
[xvi] La categoría más usada por los curas de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción para etiquetar a la población de origen africano fue la de pardo. Término, por cierto, ausente por completo en el léxico de sus contrapartes guanajuatenses.