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Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.

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Publicaciones

Revolución social, cultura e intelectualidad en la revista Casa de las Américas (1960-1970) por Yuleidys González Estrada

Julio-diciembre 2020, número 23.
Autora: Teresa Chávez. Título: Sin título. Técnica: Acrílico sobre tela. Medidas: 0.85 x 1.30 m. Año: 2017.

González Estrada, Yuleidys. (2020). Revolución social, cultura e intelectualidad en la revista Casa de las Américas (1960-1970). Revista digital FILHA. Julio-diciembre. Número 23. Pp. 1-14. Publicación semestral. Zacatecas, México: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: www.filha.com.mx. ISSN: 2594-0449. 

Handle: http://ricaxcan.uaz.edu.mx/jspui/handle/20.500.11845/2057  

Dra. Yuleidys González Estrada. Cubana. Profesora Titular del Departamento de Gestión Sociocultural Para el Desarrollo de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Granma. Contacto: lacuartalucia@gmail.com ORCID ID: https://orcid.org/0000-0002-2948-6601

REVOLUCIÓN SOCIAL, CULTURA E INTELECTUALIDAD EN LA REVISTA CASA DE LAS AMÉRICAS (1960-1970)

Social revolution, culture & intellectuality in Casa de las America’s magazine (1960-1970)

Resumen: Al cumplirse 60 años de la creación de la Casa de las Américas nuestro continente atraviesa por tensiones similares a las que la institución tuvo que enfrentar en sus momentos fundacionales. En aquel entonces emergió la revista de la Casa con la finalidad de contribuir a la revolución que se gestaba en América Latina y el Caribe. Desde sus páginas nos llegó una teoría de la revolución social que tomaba como punto de partida las especificidades de la región y colocaba el centro de atención en el carácter cultural de dicho proceso y en el papel de la intelectualidad de izquierda en el mismo. Tales elementos constituyen razones más que suficientes para realizar esta ponencia con la cual pretendo analizar la mencionada teoría en aras de recuperar para las nuevas generaciones de revolucionarios un pensamiento que forma parte de nuestra memoria histórica.

Palabras Claves: Pensamiento cubano, revolución social, intelectualidad, Casa de las Américas.

Abstract: As 60 years have passed since the creation of the Casa de las Américas, our continent is experiencing tensions similar to the institution that it had to face in its founding moments. At that time the Casa magazine emerged with the proposal to contribute to the revolution that was brewing in Latin America and the Caribbean. From its pages came a theory of social revolution that took the region's specifications as its starting point and placed the spotlight on the cultural character of this process and on the role of the intellectuality of the left in it. Those specific elements are the most important reasons for making this presentation with the quality trying to analyze the aforementioned theory for the sake of recovery for the new generations of revolutionaries a thought that is part of our historical memory.

Key Words: Cuban thought, social revolution, intellectuality, Casa de las Américas.

 

Introducción

"Esta revista cree, tal vez ingenuamente, en la existencia de una concepción de la vida hispanoamericana. Esta revista es una esperanza, incierta y riesgosa de cambiar la realidad (…) Y la literatura es también esa aventura de transformar la realidad americana" (Redacción, 1960, pág. 3).

Con esas pretensiones sale a la luz la revista Casa de las Américas en un tiempo fundacional de la Revolución Cubana. No es casual que, como aquella, se destinara a construir ese cambio de espíritu al que Martí (1891) [i] llamara a los pueblos del continente y cuya profundización constituye una tarea de emergencia para la gente revolucionaria de hoy.

La revista Casa de las América no ha sido una publicación exclusivamente artística, sino una que, desde un concepto no reduccionista de cultura, tejió una teoría de la revolución social latinoamericana a partir de los textos difundidos sobre el tema e incluso mediante aquellos, aparentemente, no relacionados con el asunto. Esta cualidad ha sido enunciada por autores como Campusano & Fornet (2001) pero aún requiere de indagaciones más profundas sobre las ideas que, desde las notas editoriales, declaraciones, ensayos y artículos difundidos, se ofrecieron en torno al carácter, el sujeto histórico, las condiciones objetivas y subjetivas y la forma de lucha que debía adoptar el proceso latinoamericano.

Tomando en cuenta estos elementos me propongo realizar un análisis de la teoría de la revolución social latinoamericana que se construyó en la revista en el período comprendido entre los años (1960-1970). Debo aclarar, sin embargo, que este trabajo forma parte de un estudio mayor que me sirviera en el 2014 (González, 2014) para optar por el grado científico de Doctora en Ciencias Filosóficas; por ello, solamente me centraré en algunos elementos de esa teoría. A saber: el carácter cultural de la revolución social latinoamericana y el papel de los intelectuales en el proceso; elementos que otorgaron un matiz distintivo a la revista de la Casa en relación con otras que fueron publicadas en la misma época.

 

La revista Casa de las Américas (1960 – 1970) El nacimiento de una Teoría de la Revolución Social Latinoamericana

La revista Casa de las Américas es una de las primeras publicaciones que surge al triunfo de la Revolución. Su génesis, intrínsecamente vinculada con la institución de igual nombre, se remonta a 1960. Inicialmente contó con un consejo de redacción encabezado por Haydeé Santamaría Cuadrado. El mismo atravesaría una interesante transformación a lo largo de la década.

En un primer momento cuenta solamente con Alberto Robaina, Fausto Masó y Antón Arrufat. Posteriormente se irían integrando nuevos nombres y funciones en la medida en que se expandía su perfil y se extendían las relaciones internacionales. Es así que aparecen en la estructura organizativa las relaciones públicas, la secretaría y la dirección artística. Paulatinamente se observa cómo la revista deja de ser un empeño netamente cubano para convertirse en un esfuerzo latinoamericano, no solo por las colaboraciones que llegan desde todas partes del continente, sino también por el grupo de personalidades que se incorporan a su consejo de redacción.

En 1965 se produce un cambio radical en la directiva de la revista, transformación que se tradujo en un salto de calidad en cuanto a la visibilidad de los materiales relacionados con la revolución latinoamericana. Desde este momento figurará como director Roberto Fernández Retamar quien estaría acompañado por: Enmanuel Carballo, Lisandro Otero, Graciela Pogolotti, Ángel Rama y Sebastián Salazar Bondy. Juntos conformarían lo que se dio en llamar el Comité de Colaboración de la revista. A este Comité se incorporarían paulatinamente Roque Dalton, Mario Vargas Llosa y Jorge Zalamea en el número 32; David Viñas en el 33 y Mario Benedetti en el 45.

Sobre este asunto Campusano (2001) ha explicitado que los textos incluidos en el primer ejemplar editado por la nueva directiva trajeron:

 

Al ámbito de la revista, los problemas de la liberación nacional del continente y los hacen dialogar con las distintas teorías de la revolución, y con el resto de ese tercer mundo que se empieza a descubrir como el espacio mayor en que se inserta Nuestra América (Campusano, 2001, pág. 46).

 

En este sentido, es indispensable señalar que, si bien es cierto que a partir de ese número se evidencia una mayor solidez en cuanto a la publicación de textos relacionados con los problemas de la liberación nacional en América Latina, el período abierto con este año consolidó un proceso iniciado con la propia revista; el cual no fue solamente el resultado de la llegada de Retamar a la dirección de la misma, sino de la confluencia de una serie de elementos. Entre estos se desataca la necesidad de lograr la unidad táctico-estratégica entre los movimientos de liberación nacional del continente y el matiz adquirido por la nueva política editorial a partir de 1965.

En esta dirección es pertinente recordar que, a partir de 1965, la dirigencia revolucionaria insistirá en el llamado a construir un pensamiento propio. Es este el momento en que se expresa:

 

Nuestro Partido educará a las masas, nuestro Partido educará a sus militantes. Entiéndase bien: ¡Nuestro Partido! ¡Ningún otro partido, sino nuestro Partido y su Comité Central! La prerrogativa de educar y orientar a las masas revolucionarias es una prerrogativa irrenunciable de nuestro Partido, y seremos muy celosos defensores de ese derecho. Y en materia ideológica será el Partido quien diga lo que debe decir (Castro, 1965, s.p.).

 

De ahí, se infiere que el pensamiento que comenzaría a circular estaría sustentado en una interpretación propia del marxismo y no en la concepción dogmática proveniente de la Unión Soviética. Si a esto se suma la intencionalidad expresa del gobierno revolucionario de apoyar a los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo y de América Latina en especial se pueden comprender algunas razones que provocaron la maduración de la teoría de la revolución social latinoamericana construida en la revista.

El primer número de la publicación sale a la luz en 1960. Desde este momento el consejo de redacción expresaría su intención de colaborar con las luchas de los pueblos de América Latina por su liberación nacional. Esto se llevaría a cabo tomando como punto de partida la necesidad de la integración cultural. Así lo expresan en la nota introductoria del número 1:

 

Porque si existe América no es la que encontramos cada día, deshecha y superficial, sino la que en política ha demostrado que la utopía puede hacerse real, y por tanto la revolución no es una falacia. Es una razón ante la cual podemos aceptar morir sin dramatismos, pero conscientemente. Y la literatura es también esa aventura de transformar la realidad latinoamericana  (Redacción, 1960, pág. 3).

 

Esta posición sería corroborada también en la nota circulada a partir del segundo número. La misma expresa: “La Casa de las Américas es una institución cultural dirigida a servir a todos los pueblos del continente en su lucha por la libertad” (Redacción, 1960, pág. 3). Este vínculo de la revista con las luchas en América Latina es reconocido por los editores en la propia década del 60 cuando, con motivo de la celebración del décimo aniversario de la Revolución Cubana, expusieran:

 

Nacida precisamente con la revolución, para cumplir una tarea que ella le encomendara: avivar en el orden cultural los lazos que deben unir entre sí a los pueblos de nuestra América; permitirles sobrepasar la balcanización a que se les ha sometido y reconocerse los unos a los otros como integrantes de una comunidad supranacional cuya entrada en la historia mayor ha comenzado con esta revolución (Comité de Colaboración, 1969, pág. 7).

 

En esta misma nota, respecto a su posición política, se declara: “En este orden ha sido, es y será inequívocamente radical, en consonancia con el pensamiento rector de nuestra revolución, el pensamiento de Fidel Castro y Ernesto Che Guevara” (Comité de Colaboración, 1969, pág. 7). Años más tarde, en la entrevista que me concediera para esta investigación, Roberto Fernández Retamar reconoció:

 

Queríamos plantearnos los problemas concretos y teóricos de la revolución latinoamericana. Fue una meta de la revista el proyecto de la revolución latinoamericana y caribeña. (…) Cuando yo recibí la revista, mi deseo era mantener el nivel literario e ideológico que ya tenía y contribuir a acrecentarlo (Fernández, 2013, pág. 4).

 

Los elementos antes expuestos permiten constatar que era una intencionalidad del consejo de redacción (luego Comité de Colaboración) abordar los problemas de la revolución social latinoamericana y, más aún, contribuir desde su quehacer como intelectuales a la realización de la misma. De igual manera, se aprecia la comprensión del carácter cultural de dicho proceso, algo que se iría perfilando en los diferentes números publicados durante la década.

Con este fin tiene lugar la publicación de la obra de jóvenes latinoamericanos en diferentes géneros de la literatura. En este sentido, un papel significativo jugó la revista en la promoción de la Novela de la Tierra, el ensayo y la literatura de testimonio. Sin embargo, los esfuerzos por apoyar las luchas en el continente no se limitaron al fomento de la literatura y el arte, sino que se extendió hacia la presentación de un grupo de textos mediante los cuales se visibilizaban los procesos revolucionarios que habían comenzado a desarrollarse. En la misma medida se delineaba una teoría de la revolución social latinoamericana.

En torno a las problemáticas de la revolución social latinoamericana los autores más publicados fueron: Roberto Fernández Retamar, Roque Dalton, Regis Debray, Mario Benedetti, Manuel Galich. Estos, con la excepción de Regis Debray, pertenecían al Comité de Colaboración de la revista. Esto significa que, aun cuando éste no se hiciera responsable de los textos publicados, existe una correspondencia entre el contenido de los textos y la intencionalidad expresa de los editores de apoyar las luchas de los pueblos del continente. De ahí la posibilidad de establecer que, en los documentos, notas y artículos publicados, se manifiesta una teoría de la revolución social latinoamericana de la revista Casa de las Américas.

Los países más abordados fueron: Bolivia, Venezuela, Guatemala y Uruguay. Durante la década, estos países se encontraban en situación revolucionaria. Desde 1959 Guatemala y Venezuela poseían los movimientos de liberación nacional más fuertes. A estos movimientos se sumaría la guerrilla en Bolivia y el movimiento Tupamaru en Uruguay. De ahí se puede inferir que la presencia de los textos sobre estos países coincidía con la intención del Comité de Colaboración de apoyar la lucha de los pueblos del continente, así como de visibilizar los movimientos de Liberación Nacional en aras de contribuir al logro de la unidad táctico–estratégica entre los mismos. Esto se puede comprobar si se tienen en cuenta los años de mayor presencia de los mencionados textos en la publicación.

Los años de mayor auge en la publicación de textos vinculados con la revolución social latinoamericana se encuentran entre 1965 y 1968. En este período tienen lugar una serie de acontecimientos relevantes que definieron la política editorial a seguir; una política editorial dirigida a contribuir a la realización de la revolución social latinoamericana. En este sentido, es indispensable recordar las palabras del Primer Ministro y Primer Secretario del partido Comunista de Cuba en el acto de presentación del Comité Central de dicha organización. De igual manera es imprescindible tener en cuenta que en este período tienen lugar, en Cuba, congresos y conferencias de gran significación para los movimientos de liberación nacional de todo el tercer mundo y, especialmente, para los del continente. A saber: la Conferencia Tricontinental, el Congreso del Organismo Latinoamericano de Solidaridad y el Congreso Cultural de la Habana.

 

Revolución Social, Cultura e intelectualidad en la Revista Casa de las Américas

Tras el análisis de los 63 números publicados durante la década se identificaron aproximadamente 181 textos en los que aparecen tratadas las categorías fundamentales de la teoría de la revolución marxista: Carácter de la Revolución, sujeto histórico, organización de vanguardia, condiciones objetivas y subjetivas y formas de lucha. En ellos se prestó especial atención al carácter y al sujeto histórico de la revolución social latinoamericana. Es necesario destacar que esta teoría fue construyéndose paulatinamente desde el primer número y llega a un momento de consolidación a partir del año 1965.

En relación con el carácter del proceso latinoamericano sobresalen los textos que confirmaban la idea de que, la latinoamericana, debía ser una revolución cultural. En esta definición el Consejo de Redacción, luego Comité de Colaboración, incorpora el concepto marxista de totalidad social en un diálogo con la hegemonía gramsciana y la visión martiana de Nuestra América; esa que nos convocara al cambio de espíritu. Esto se aprecia en dos momentos esenciales. Primeramente, en la manera en que se comprende el imperialismo en América Latina y en segundo lugar, en el modo en que se proyecta la revolución.

El tratamiento del imperialismo y sus nuevos mecanismos de dominación fue esencial pues develó sus complejas características en el contexto latinoamericano y su inserción en todas las relaciones que los sujetos colonizados establecían en su proceso de producción y reproducción de la vida material y espiritual. Alrededor de 40 textos, entre notas editoriales, declaraciones, críticas de libros y ensayos, figuraron en la publicación sobre esta problemática. En ellos se abordaron aspectos relacionados con el subdesarrollo, la estrategia militar y, especialmente, la penetración cultural; elementos que indicaban las tareas que debían cumplir las masas populares latinoamericanas y, por ende, el carácter de la revolución.

El problema de la penetración cultural del imperialismo norteamericano fue el que mayor atención recibió por parte de los editores de la revista de la Casa. Más de 30 textos revelaron las vías mediante las cuales se producía y las consecuencias que acarreaba para la revolución social latinoamericana. Este tema es expuesto en Casa de las Américas desde dos presupuestos esenciales. Por un lado, la historia de la política imperialista y su papel en la conformación de una cultura alienada en los pueblos colonizados y, por otro, las nuevas formas de esa penetración en el contexto de los 60 como reacción al fermento revolucionario que venía madurando en la intelectualidad latinoamericana.

La historia de la política imperialista para América Latina y el Caribe aparece en 15 textos. Entre ellos es importante destacar El colonialismo como realidad de Ezequiel Martínez Estrada, El imperialismo europeo en Nuestra América de Manuel Galich y Entrevistas con Aimé Césaire. En esencia esos materiales conducen a entender que las relaciones imperialistas habían entrado en América Latina desde el propio proceso de colonización y que, desde entonces, habían venido modificando la visión de los latinoamericanos y los caribeños sobre sí mismos al acrecentar las diferencias raciales y étnicas; lo que se reflejaba en la negación de las raíces africanas e indígenas de los pueblos de la región y en la asimilación de una perspectiva eurocentrista de los problemas propios. Consecuentemente, el imperialismo, tanto el europeo como el norteamericano, provocaron la exclusión de dos importantes sectores de América Latina: el negro y el indio. De ahí que los diferentes autores de los textos citados reconocieran, en el mismo sentido que Césaire, que la solución a estos problemas estaba en la revolución socialista.

Atendiendo a estos elementos se explica la presencia de textos en los cuales se reivindica el papel de África en América Latina. En ese sentido, el número 36-37 es trascendental. En dicho ejemplar, aparece La presencia negra en el nuevo mundo de José Luciano Franco, África en Brasil de Roger Bastide y Antillanos y Africanos de Frantz Fanon. También aquellos que introducen la problemática indígena en la revista. Este conjunto de materiales demuestra que la lucha contra el imperialismo era, esencialmente, una lucha contra todas las formas de apropiación de la realidad impuestas por los gobiernos imperialistas a los latinoamericanos y caribeños. Por tanto, esa revolución socialista de la que habla Césaire [ii] debía ser visceralmente antimperialista y cultural. 

Respecto al análisis de las formas que adoptaba la penetración cultural del imperialismo en América Latina en el período en cuestión hay que reconocer que, a pesar de estar presente en la publicación desde sus propios inicios en 1960, adquiere mayor solidez a partir de 1965. Entre los trabajos presentados hay que mencionar el texto de la mesa redonda que se transmitió en Radio Habana Cuba el 10 de agosto de 1966 y que fuera publicada bajo el título: Sobre la penetración intelectual del imperialismo yanqui en América Latina. 

Esta mesa redonda denunció la creación de organizaciones y congresos que, aparentemente, aglutinarían en un ambiente fraternal a los intelectuales con diferentes puntos de vista; así como, becas de investigación y premios con los que intentaban ganarse a los intelectuales de la izquierda más radical de América Latina bajo el pretexto de una supuesta independencia entre la política y la cultura. Según se plantea en el documento, el interés de los Estados Unidos en los intelectuales latinoamericanos radicaba en la condición de políticos y pedagogos que durante siglos estos habían ostentado. De esa manera, se devela que la misión del imperialismo consistía en lo que, en palabras de Gramsci, sería profundizar y dilatar la intelectualidad de cada individuo como condición necesaria de su existencia en tanto el fin de la producción mercantil radicaba en la producción de una subjetividad social específica; subjetividad que el intelectual latinoamericano debía ayudar a destruir dándole expresión a las frustraciones de las masas populares y encauzando su violencia revolucionaria.

El tema de la penetración cultural del imperialismo también apareció con fuerza en la polémica de jóvenes intelectuales peruanos con la Galería Cultura y Libertad; igualmente en el texto Resolución sobre la penetración cultural e ideológica del imperialismo norteamericano en América Latina y, fundamentalmente, en la Carta Abierta a Pablo Neruda. En síntesis, esos documentos advierten que los mecanismos de dominación cultural del gobierno de los Estados Unidos se volvían cada vez más sutiles y destructivos, a raíz de lo cual resuelven que no bastaba con las tareas de desenmascaramiento llevadas a cabo por estudiantes, maestros e intelectuales, pues, afirmaban, “para nosotros los latinoamericanos; (…) el camino a la verdadera coexistencia y la verdadera liquidación de la guerra [fría y caliente] pasa por las luchas de liberación nacional, pasa por las guerrillas, no por la imposible conciliación” (Comité de Colaboración, 1966, pág. 132). De esta suerte, señalan la tarea fundamental de la intelectualidad latinoamericana y, en la misma medida, reafirman el carácter antimperialista y cultural del proceso que debía desarrollarse a nivel continental.

Aunque existen otros textos publicados por la revista Casa de las Américas referentes a esta temática, en esta Carta queda sintetizada la posición del Comité de Colaboración en cuanto a la comprensión del imperialismo como totalidad social y a la revolución social latinoamericana como subversión de la misma. Ello se vislumbra cuando refieren:

 

Queremos la revolución total: la que dé el poder al pueblo; la que modifique la estructura económica de nuestros países; la que los haga políticamente soberanos, la que signifique instrucción, alimento y justicia para todos; la que restaure nuestro orgullo de indios, negros y mestizos; la que se exprese en una cultura antiacadémica y perpetuamente inquieta: para realizar esa revolución total, contamos con nuestros mejores hombres de pensamiento y creación, desde México en el norte hasta Chile y Argentina en el sur (Comité de Colaboración, 1966, pág. 134).

 

Como se ha podido apreciar en los documentos relacionados se vislumbra, además, una comprensión del intelectual como sujeto histórico de la revolución social latinoamericana. Sobre ese caso en particular hay que resaltar que los textos al respecto serán más frecuentes a partir de 1966, luego de la realización en La Habana de la Primera Conferencia Tricontinental y del Primer Congreso de OLAS; de hecho, una buena parte de ellos fue resultado de las intervenciones en ambos eventos y del Congreso Cultural de La Habana en 1968. El problema de los intelectuales en las páginas de Casa de las Américas aparece en una circunstancia en la que lo más radical de ese sector social se cuestionaba, no solamente su papel en las luchas de liberación nacional, sino también su propia esencia como miembros de la comunidad latinoamericana.      

Unos 50 textos muestran la solución de los redactores al problema de los intelectuales. Los análisis al respecto no solo tomaban como punto de partida el tipo de actividad laboral que realizaba este sector social y su relación de propiedad con los medios de producción, sino, fundamentalmente, la función social que les correspondía desarrollar en medio de una revolución que se gestaba en el particular entorno de América Latina. Esto se pone de manifiesto en El papel del intelectual en los movimientos de liberación nacional; documento que concentra los resultados de la encuesta realizada por Carlos Fuentes a un grupo de intelectuales asistentes a la Primera Conferencia Tricontinental.

Entre las opiniones ofrecidas por los entrevistados es importante destacar la de Roberto Fernández Retamar quien planteara la necesidad de: “sobrepasar el concepto tradicional vulgarizado que sólo considera intelectual al literato, el filósofo, el artista y aceptar en cambio muchas otras actividades como intelectuales” (Fernández, 1966, pág. 88). De ahí que incluyera dentro de ese sector social a “los hombres de gobierno” y, por la importancia que habían adquirido sus tareas, al economista y otros técnicos diversos” (Fernández, 1966, pág. 88) . Esta tesis devela una comprensión muy similar a la de Gramsci. Esto es: que en el capitalismo, en tanto las relaciones de poder y la hegemonía de la clase dominante atraviesan todas las esferas de la realidad social, desdibujando las fronteras entre economía y cultura, la labor de los intelectuales estará directamente vinculada al funcionamiento del aparato hegemónico o a la producción de espacios de contrahegemonía (Gramsci, 1960). Visto así, se puede establecer que para Retamar la piedra angular en el análisis del problema de los intelectuales estaba en la determinación de su función social en relación con el sostén o la subversión del poder hegemónico existente. 

Esta posición expuesta por Roberto Fernández Retamar es significativa, pues rompe con la visión economicista contenida en los manuales soviéticos, la cual se limitaba a presentar a los intelectuales como un sector social siempre sospechoso al que el proletariado debía mantener bajo vigilancia constante, aunque este fuera resultado de la nueva hegemonía. [iii] De esta suerte, legitima la importancia de ese sector social en América Latina como ente activo en la organización de la revolución y no como un simple orador, lo que, a su vez, rescata la noción expuesta por Lenin y Gramsci sobre la importancia de la teoría en el proceso. Es necesario resaltar que, para la fecha en que explica su visión sobre los intelectuales, Retamar ya tenía la responsabilidad de la dirección de la revista. Además, fungía como editor y redactor de la misma (Fernández, 2013, pág. 4). Ello justifica, en buena medida, que los textos en los que se aborda esa temática tengan, en su mayoría, una visión similar a la de éste. 

De esas consideraciones derivó una visión acerca de la función que debía desempeñar el sector intelectual en la formación y consolidación del factor subjetivo, especialmente, de la conciencia política de las masas obreras y campesinas de América Latina. En ese sentido, es importante citar nuevamente los resultados de la encuesta aplicada por Carlos Fuentes. Dicha función, según la opinión de la mayoría de los entrevistados, consistía en “suscitar las nuevas crisis de conciencia que desemboquen en imputaciones o insurrecciones cada vez más numerosas y cada vez más violentas; en no perder ninguna ocasión para precisar el sentido de la lucha” (Otero, 1966, pág. 88). En otras palabras, correspondía al intelectual revolucionario latinoamericano, como condición de ser un ente orgánico con el sistema, contribuir a la creación de espacios contrahegemónicos, o sea, convertirse en el teórico de la revolución, expandir la autocrítica del sistema. Ello, a su vez, apunta hacia una concepción semejante a la de Lenin respecto a la formación de la conciencia política, pues implica su introducción a las masas desde fuera de la lucha sindical (Lenin, 1961).

Esa misión de "esclarecer la conciencia de las masas" debía ser cumplida bajo  determinadas condiciones. Según manifiesta Lisandro Otero, el intelectual debía  alejarse "del examen crítico excesivo, de la teorización exagerada" (Otero, 1966, pág. 88). Lo que no implicaba la eliminación de la crítica, sino la necesidad de que los intelectuales se sumergieran en “las tensiones que gesta una revolución” (Otero, 1966, pág. 88). Esta idea también fue expresada por Jorge Zalamea. Él mismo planteaba la necesidad de que la intelectualidad revolucionaria reconsiderara sus posiciones respecto al público, es decir, la importancia de que cada autor, sin afectar la calidad de sus trabajos, hiciera llegar a las masas populares una obra que realmente les permitiera traspasar el atraso al que se encontraban sometidas (Zalamea, 1966). Tal concepción recuerda aquel llamado de Lenin a que los intelectuales entregaran "en forma de denuncias vivas" todas las acciones del gobierno y las clases dominantes en todos los aspectos de la vida (Lenin, 1961). También, en torno al problema de los intelectuales hay que señalar que Casa de las Américas incluyó entre ellos a los católicos [iv] quienes, motivados por el impulso dado por Camilo Torres a ese sector social, habían comenzado a organizarse alrededor de la revolución latinoamericana. No obstante, aparecen solamente en su condición de intelectuales y no vinculados directamente con la praxis revolucionaria.

 

Conclusiones

Lo referido hasta el momento permite considerar que en la concepción de la revista, el tratamiento de las clases y sectores sociales respondía a la necesidad de los revolucionarios de conocer las especificidades de la estructura social latinoamericana con el objetivo de definir una línea táctico-estratégica acorde con las demandas de la revolución social en la región.

Por otro lado, mediante el análisis de los intelectuales, no solo ofrecieron una visión diferente a la presentada por el marxismo soviético; lo que adquiere determinado valor en tanto vincula orgánicamente a este sector social con el proceso continental, sino que al hacerlo brindaron una visión del imperialismo que comprende el papel protagónico que adquiere la cultura en la época imperialista. De esta suerte consolidan su criterio acerca del carácter cultural de la revolución.

 

Referencias

Campusano, L. (2001). La revista Casa de las Américas 1960-1965. En L. Campusano, & A. Fornet, La revista Casa de las Américas: Un proyecto continental. La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello.

Campusano, L., & Fornet, A. (2001). La revista Casa de las Américas: Un proyecto continental. La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello.

Castro, F. (1965). Discurso pronunciado en el acto de presentación del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. La Habana: Consejo de Estado.

Cesaire, A. (Julio-Agosto de 1968). Entrevistas con Aimé Cesaire. (S. Aratán, Entrevistador).

Comité de Colaboración. (1966). Carta Abierta a Pablo Neruda. Casa de las Américas, 132.

Comité de Colaboración. (1969). Con esta revista... Casa de las Américas, 7.

Fernández, R. (1966). El papel del intelectual en los movimientos de liberación nacional. Casa de las Américas, 88.

Fernández, R. (23 de agosto de 2013). La revista Casa de las Américas y la revolución social latinoamericana. (Y. González, Entrevistador).

González, E. (2014). La Teoría de la Revolución Social Latinoamericana en las publicaciones periódicas cubanas (1960-1970). La Habana: Universidad de La Habana.

Gramsci, A. (1960). Los intelectuales y la organización de la cultura. Buenos Aires: Lautaro.

Konstantinov, F. (1961). Fundamentos de la Filosofía Marxista. La Habana: Progreso.

Kuusinen. (1961). Manual de Marxismo-Leninismo. La Habana: Progreso.

Lenin, V. (1961). ¿Qué hacer? En Lenin, Obras Escogidas en II Tomos, TI. Moscú: Progreso.

Martí, J. (1891). Nuestra América. (Edición de 2012). La Habana: Centro de Estudios Martianos.

Otero, L. (1966). El papel del intelectual en los movimientos de liberación nacional. Casa de las Américas, 88.

Redacción. (1960). Nota de presentación. Casa de las Américas, 3.

Redacción. (1960). Nota Editorial del No 2. Casa de las Américas, 3.

Zalamea, J. (1966). El papel del intelectual en los movimientos de liberación nacional. Casa de las Américas, 88.

 

Notas

[i] Me refiero al llamado que hace José Martí en su ensayo Nuestra América cuando nos recuerda que: el problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.

[ii] En la entrevista realizada a Aimé Cesaire por Sonia Aratán éste responde ante la interrogante sobre la relación entre poesía y revolución: "La poesía brota de las profundidades y la revolución brota de las profundidades. Creo que no hay revolución completa si no se trata de un fenómeno que represente el ascenso y la emergencia de las fuerzas más profundas del ser social (…) La revolución es también recreación cuando no creación perpetua: no se trata solamente de la aplicación de consignas sacadas de manuales de economía política o de sociología. Hay una tremenda fuerza creadora en la revolución (Cesaire, 1968, págs. 130-131).

[iii] Un ejemplo clave en este sentido es el texto Fundamentos de la Filosofía Marxista de la autoría de Konstantinov. En ese texto plantea:

En los períodos de agudización de las contradicciones sociales, una parte de la clase dominante, lo mejor de su intelectualidad, rompe con ella y abraza las posiciones de la clase revolucionaria. Este fenómeno responde a causas sociales, ya que refleja el próximo hundimiento del viejo régimen. Sin embargo, las causas inmediatas de que determinados individuos den ese paso pueden ser muy diversas y se hallan ligadas a su existencia individual, a su conciencia. En la sociedad capitalista, esas peculiaridades han de ser tenidas en cuenta por el partido marxista en sus relaciones con los intelectuales. Al esforzarse por atraerlos a su lado, el partido tiene presentes los múltiples y variados caminos que siguen los hombres de ciencia, ingenieros, artistas, etc.para llegar al socialismo. Algunos llegan a través de su directa participación en la lucha de la clase obrera; otros , a través de los datos de la propia ciencia que, para ser entendidos, requieren una concepción verdadera del mundo; un tercer grupo, salta al comunismo, como decía Maiakovski, “desde el cielo de la poesía”, ya que el comunismo ofrece una salida a sus sentimientos humanistas; no faltan los intelectuales que conocieron directamente, en su tierna infancia, la justicia social. El partido marxista atrae a su lado a los representantes de la intelectualidad burguesa, tomando en consideración las diversas condiciones (con frecuencia variadas y singulares) que los impulsan a acercarse al movimiento obrero socialista (Konstantinov, 1961, págs. 641-642). 

Una lectura a fondo de este texto nos permite detectar varios elementos de una concepción sobre los intelectuales como un grupo social con tendencia burguesa. Llama la atención la forma en la que incluye en la intelectualidad burguesa a los artistas, científicos e ingenieros cuando en páginas anteriores asume que los intelectuales no son una clase social porque pertenecen a varias clases sociales (pág. 512). De esta manera, pone en tela de juicio tanto a quienes han sufrido en carne propia las injusticias del capitalismo, y no solo en su tierna infancia, como a los que deciden defender la lógica de dominación del capitalismo. También en el Manual de Marxismo-Leninismo de Kuusinen et al. (1961) encontramos frases como esta:

En la ruta hacia el comunismo hay que superar la división de la sociedad en hombres del trabajo manual y del trabajo intelectual. Con el socialismo desaparece ya la contradicción entre uno y otro género de trabajo, que es propia del régimen de explotación. Era consecuencia inevitable de la escisión de la sociedad en opresores y oprimidos, cuando el trabajo intelectual, en todos sus órdenes, era monopolio de las clases dominantes y sus acólitos, era un privilegio de los poseedores de medios de fortuna (Kuusinen, 1961, pág. 638).

[iv] Sobre el sacerdote guerrillero Camilo Torres y el movimiento camilista en América Latina fueron publicados en la revista Casa de las Américas durante la década del 60 del siglo XX los textos: Maldonado, M.; Guevara, Ernesto y Torres, Camilo. (1968). Revolucionarios por convicción. CAS. AME. (47); mar-abr. López, E. (1969). Catolicismo y revolución. CAS. AME. (56); sept-oct.

 

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