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Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.

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Comentarios al libro "Influencias culturales francesas y alemanas en la obra de Cioran" de Ciprian Valcan por Francisco Pamplona Rangel

Julio-diciembre 2022, número 27.
Autor: Pinchi Necro. Título: Oportunidades. Técnica: Tinta china sobre fabriano. Medidas: 30x50cm.

Pamplona Rangel, Francisco. (2022). Comentarios al libro "Influencias culturales francesas y alemanas en la obra de Cioran" de Ciprian Valcan. Revista digital FILHA. Julio-diciembre. Número 27. Publicación semestral. Zacatecas, México: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: http://www.filha.com.mx. ISSN: 2594-0449. 

Francisco Pamplona Rangel. Mexicano. Licenciado en Economía, Maestro en Sociología y Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Guadalajara. Es Profesor-Investigador del Posgrado en Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Integrante del Sistema Nacional de Investigadores I. El Congreso de la Ciudad de México lo nombró consejero del organismo autónomo “Consejo de Evaluación de la Ciudad de México”. Es autor de numerosas publicaciones; las más recientes son: Libro: Anhelos de destrucción. Reflexiones sobre poder, violencia y cultura. Artículo: La pandemia de Covid-19 y la otra epidemia en México. Orcid ID: https://orcid.org/0000-0002-7995-9809 Contacto: francisco.pamplona@uacm.edu.mx

COMENTARIOS AL LIBRO "INFLUENCIAS CULTURALES FRANCESAS Y ALEMANAS EN LA OBRA DE CIORAN" DE CIPRIAN VALCAN [i]

 

La obra del rumano-francés Emil Cioran o como lo conocimos en español hace más de 40 años E. M. Cioran, es una de las más elusivas y más lúcidas en la historia del pensamiento del siglo XX. Atravesada por la polémica, su obra ha sufrido los embates de detractores y críticos, muchos no justificados y otros tantos con algún grado de razón. También ha recibido el acoso de elogios de seguidores y epígonos que, sin miramientos, quisieran destacar la obra del transilvano como intocable. “Es que no se comprende la profundidad de su pensamiento”, o “son ataques pérfidos, derivados de prejuicios ideológicos”, etc.

Nada de lo anterior (ni los ataques a su persona y a su obra ni los reconocimientos engolados de elogios) fue correspondido por el propio Cioran y eso que, como él mismo se retrató, era de carácter violento: “me encolerizo, no puedo dominarme”. Más le irritaba y le alteraba que le quisieran estafar o, como decimos en México “ver la cara”, con los asuntos de la vida cotidiana, como la vez en que una madame propietaria de departamentos trató del alquilarle uno, con menos ventajas que su cuarto de hotel y más caro. Le indignó verdaderamente. Su calidad de paria intelectual, de desocupado permanente, llamado al tedio y a la lectura hecha con desorden, voracidad y reiterativa (confiesa que más que leer, releía) le permitió acercarse a la vida del parisino común y a enriquecer de ese modo su propia experiencia. Esa experiencia fue un vértigo continuo: cuando llegó a París abandonó sus estudios formales y se aprovechó cínicamente de la beca que le había otorgado el gobierno rumano para viajar “por toda Francia” en bicicleta. Vértigo del frenesí y la locura del insomnio y la destrucción de todo en la escritura, a la calma de la conversación sobre cualquier tema y a la lectura, en su soledad perfecta. Cioran es un pensador incómodo. Cualquiera que lo lea, que tenga un acercamiento serio a alguno de sus libros ha sufrido y ha pasado de la admiración al rechazo, del acuerdo completo al desacuerdo feroz. Y es por eso que la ensayística en torno a él se libra en el campo de batalla de querer estar con él o contra él. Eso, creo, le valía un cacahuate.

El extenso libro de Ciprian Valcan (456 páginas) se libra de esa confrontación de representaciones enconadas de la obra de Cioran; es un libro de escritura atenta, ordenada y sistemática y quizá por lo mismo es casi una contradicción de lo que procuraba y encomiaba Cioran de su propio pensamiento y de sus textos en los que lo consigna: el fragmento, el disparo certero de palabras por medio del aforismo “estoy hecho de fragmentos” se confesó en sus Cuadernos. Como cualquier comentario o reflexión que se quiera hacer de la obra de Cioran, Valcan se encuentra con la dificultad de enfrentar el “fragmento” y el aforismo. Y además no quiere proceder “por analogía” al momento de saber con relativa certidumbre si tal contexto, si tal autor influyó o no en el pensamiento de Cioran. Esa dificultad de no proceder por medio de una comparación superficial y facilona lo libra de otra dificultad que hubiera sido insalvable: que la idea plasmada por el autor transilvano es una mera repetición —un plagio— del autor del cual está influenciado. De hecho, Valcan critica fuertemente a quien quiera proceder así; a quien de modo grácil quiera ver en Cioran un mero relator de las ideas de otros, aunque sea irremediable el que cualquiera toma para lo suyo de aquí y de allá.  Escribe Valcan:

 

Pero a excepción de los estudios de Marta Petreu, los comentaristas de la obra cioraniana se limitan a indicios vagos y prefieren dar crédito a analogías aparentes, a similitudes a menudo imaginarias sin proceder a una investigación atenta de los textos. Para la mayoría de ellos, observaciones simples, puntuales adquieren el valor de un indicio revelador cosa que les economiza el esfuerzo más serio de sondeo y de comparación de ambas obras [se refiere a las de Cioran y Schopenhauer]. [ii]

 

Valcan no resuelve en todos los casos ese reto expositivo y a final de cuentas interpretativo, de impedirle el paso al análisis por analogía; y no lo supera siempre debido a que la “influencia” tratada está, según su análisis, muy poco representada de manera explícita en los textos cioranianos, como el caso, por otra parte, crucial, de Schopenhauer. En este caso, hay un hermanamiento entre el pensamiento de Cioran y Schopenhauer, el referido al escritor y su obra. En las páginas dedicadas a este asunto, para mí las más emocionantes de todo el libro de Valcan, se explica que hay una afinidad profunda entre ellos porque a ambos les importaban los escritores con alma y con estilo, aquellos que no sólo proporcionan informaciones, sino que se enfrentan a la dura tarea de cimbrar al lector sacudiendo sus prejuicios. Al mismo, tiempo Cioran, como ya lo había hecho Schopenhauer en el capítulo 23 de Parerga y paralipómena, está en contra de los escritores engolados que han pervertido el lenguaje con jerga sofisticada, pura apariencia: “Hay que decir que Heidegger abrió el camino” cita Valcan a Cioran y poco más adelante escribe:

 

Si estoy en contra de la jerga es porque crea una pretensión realmente enorme y porque el que el que la emplea, el que hace alarde de ello y la cultiva es un individuo insoportable. Los filósofos, incluso los buenos, están en ese caso. [iii]

 

Hablar de “influencias culturales” es una manera más amplia, pero no menos compresiva, que hablar de influencias autorales y eso casi exime al libro de una visión “subjetivista” de la influencia recibida, es decir como si los autores fueran dictadores (en el doble sentido de que dominan y dictan al que escribe) del pensamiento de Cioran, como si le llevaran maquinalmente la pluma. Éste, como ya señalé, estaba del lado de la vida y de la idea de enriquecérsela por medio de la experiencia. Ese bagaje lo incorpora a su propia obra y así la convierte en algo original, único.

La sistematicidad del libro de Valcan, el orden propuesto, implica una cierta paciencia del lector y una cierta parsimonia al concebirlo y plasmarlo bajo esta forma. La manera en la que procede para presentar su investigación en las partes 2 y 3 que tratan de las influencias alemanas y francesas (en ese orden) es la siguiente: una presentación de todo aquello en el mundo de las ideas y de los pensadores en concreto que pudo recoger el Cioran rumano y luego el Cioran francés; para cada parte, un ensayo a profundidad de los aspectos de las obras de los autores principales (Nietzsche, Schopenhauer, Simmel, Weininger, Spengler, Pascal, los moralistas franceses, Valery, etcétera) que pudieron influir o tienen alguna relación con la obra de Cioran, eso, precedido de un recuento o inventario de las citas del autor referido en los libros de Cioran, los publicados en lengua rumana y en lengua francesa. Explica si la influencia fue muy fuerte en la juventud de Cioran, por ejemplo, Otto Weininger, en sus obras rumanas y si esa influencia disminuye (como es el caso) cuando madura y comienza a escribir en francés o si ese proceso es inverso.

El hecho de que Valcan realice un ensayo de las obras de los autores de referencia de Cioran, enriquece profundamente su libro; ignoro si pensó en ese resultado o consecuencia, pero su intención se debió al reto de alejarse de la superficialidad en las interpretaciones que circulan sobre la obra cioraniana. El propósito de Valcan supera enteramente la mera reseña de las obras referenciadas de los autores: la conecta orgánicamente, por así decir, con la propia asunción de Cioran de esas ideas y cómo éstas son reconstruidas. Cioran entonces, no es un mero heredero de las ideas de otros, sino un consumidor consciente y lúcido de las ideas recibidas que son pasadas por el crisol de sus experiencias, de su propia desesperación e insomnio y, por supuesto, de la verificación constante del sufrimiento y la podredumbre en el mundo. Un ejemplo de este proceder de Valcan:

 

Cioran parece haber sido sensible sobre todo a este aspecto provocador y combativo [de la crítica de la moral de Nietzsche], y se limitará, en resumen, a tomar una serie de fórmulas nietzscheanas sin llegar a la finura de los análisis de detalle.

Así, los pocos fragmentos de su obra de juventud [de Cioran] consagrados a este tema giran en torno a 1) la idea de culpa considerada perjudicial para la vida, 2) la religión como forma de domesticación en tanto que triunfo de los débiles, 3) el ataque contra la piedad. Todos estos temas son específicamente nietzscheanos.

Como un nietzscheano ortodoxo, Cioran propone la eliminación definitiva de la idea de pecado considerado como un obstáculo para la expansión de la vida: [cita a Cioran] “Es necesario excluir de la conciencia humana toda idea de pecado y destruir todas las religiones y las filosofías que la propagan y la identifican con la vida”. [iv]

 

Esta cita me ayuda a plantear dos observaciones: la primera, a reafirmar el hecho de que en el libro de Valcan se realiza un esfuerzo enorme, en este caso, exponer las tesis principales de la Genealogía de moral de Nietzsche; en el ejemplo la idea de pecado, para concluir en el aspecto concreto de una de las posibles influencias que tuvo Cioran; la segunda consideración, para reafirmar mi opinión de que la analogía no es algo que supere del todo: el argumento de Cioran se corresponde con el argumento de Nietzsche.

Los “ensayos” como les he llamado, tienen otra consecuencia importante que quiero resaltar, al ser reflexiones e interpretaciones del autor de “Influencias culturales francesas y alemanas…” podría forzar la idea de que Cioran recibió tal o cual influencia que a la mirada de otra exégesis podría no ser adecuada. Tal esfuerzo hermenéutico ¿tiene alguna consecuencia importante y no simplemente una discrepancia en las posiciones alternativas? Me parece que podría sesgar la opinión de un lector descuidado, llamo así al que está a favor o en contra de Cioran sin profundizar en su obra, ya que algo del material presentado es inflamable, pues, por ejemplo, hay cierta condescendencia a las tentaciones fascistas del Cioran joven, derivada quizás de los propios matices que el Cioran viejo introdujo en libros y entrevistas y que Valcan ¿las encuentra aceptables?

El libro sobre la obra de Cioran escrito con rigor impecable e implacable de Ciprian Valcan es de tercera generación; mis opiniones son de primera generación en español. Me explico: Valcan tiene la ventaja de analizar la obra de Cioran in toto, pues pudo leer tanto la obra de juventud como la de madurez y vejez apoyándose, además, en algunos textos definitivos en la configuración de “Influencias culturales…”: Las entrevistas que tuvo Cioran a lo largo de su vida (una compilación de ellas está en las Conversaciones de 1995), los Cuadernos que abarcan desde 1957 a 1972 (en español está publicada una selección) y el libro con los artículos y ensayos de la juventud de Cioran: Soledad y destino, 1931-1944, de muy reciente aparición en español.

Esos textos y en particular los Cuadernos marcan el paso de la investigación de “Influencias culturales y francesas y alemanas en la obra de Cioran” pues son citados abundantemente, ya sea para aclarar una postura, para llamar la atención sobre un matiz o para hacernos reflexionar sobre que, a final de cuentas, una obra tan rica como la del transilvano no debe ser vista en blanco y negro. Desde mi punto de vista, el uso de los Cuadernos tiene la desventaja de —en ocasiones— imputar a los libros escritos y firmados en vida, posiciones que no necesariamente avaló su autor para darlos a conocer. [v] Entiendo que sería un desperdicio no utilizarlos en una investigación tan rigurosa como la que comento, pero no dejo de pensar si una cosa tiene que ver estrictamente con la otra, si lo que dice Cioran en un apunte de los Cuadernos no publicados en vida, es trillizo homocigoto de una reflexión al vuelo compartida en una conversación, a otra cernida y corregida una y otra vez en un ensayo, fragmento o aforismo, dados a conocer por su autor. No tengo argumentos sustantivos en contra del uso que se da a los Cuadernos, uso que por momentos da la impresión de ser más importante, en detrimento de las obras publicadas en vida por Cioran. Sobre todo, no podría tener objeción si me pongo a pensar en, por ejemplo, los Cuadernos negros de Heidegger y el debate que los adláteres del filósofo de la Selva Negra se niegan a dar sobre estos materiales.

No tengo pues una objeción de peso al respecto, pero me gusta pensar que el Cioran que he leído con mayor afán es ese acompañado de una breve presentación de Savater o de Seligson, un Cioran maduro de obra intemporal, sin el lastre de sus secretos.

El libro de Valcan es más intensivo que exhaustivo y sostiene sus argumentaciones con solidez lógica e histórica. La primera parte es un ensayo sobre Rumanía y su cultura; se desprenden de ella todos los temas que le dan cuerpo a la investigación, temas que serán las obsesiones de Cioran a lo largo de su vida y que están plasmadas de manera muy vívida en las conversaciones públicas que tuvo. Fragmentos de su vida son relatados y reiterados una y otra vez; cada entrevistador le pregunta sobre su vida y Cioran habla de ella, en especial sobre su infancia, a propósito de cualquier tema y sobre su llegada a Francia, sobre sus “estudios” en la marginalidad de los hoteles de tercera y apartamentos modestos del Barrio Latino. Rumanía está presente en todas esas confesiones hechas para un público que, sin embargo, le importaba muy poco a Cioran. Pues bien, gracias a la obra de Valcan, podemos entender mejor ese regreso memorístico al terruño, vuelta con más desapego que nostalgia.

Cioran estaba obsesionado con las diferencias culturales entre ¿los pueblos, las naciones? y esa obsesión era una rara mezcla de cosmopolitismo con provincialismo. Describía los caracteres de los franceses o de los rumanos con base en estereotipos muy elaborados, pero estereotipos al fin, por ejemplo, al caracterizar a los franceses como “Inteligentes, católicos y avaros: tres formas de no perderse, tres formas de seguridad”. [vi] Esa forma caracterológica de presentar una cultura, es usada ampliamente por Valcan en la primera parte de su libro ¿una afinidad de paisanos? Supongo que cada cultura tiene ciertas obsesiones y complejos y así como Valcan da cuenta del fatalismo rumano, cualquiera de los compatriotas aquí presentes podría dar cuenta de la soledad del mexicano. ¿Esencia de nuestras culturas o un penoso lugar común para consolarnos de nuestra inadecuación al futuro y a lo que habría que hacer para mejorar? Otra cosa es, por supuesto, disertar con profundidad sobre la fatalidad y la soledad como temas-conceptos, cosa que Cioran y Valcan también hacen.

Ciprian Valcan ha escrito un tremendo libro que, sin embargo, no alcanza a cubrir algunas expectativas. En mi caso, que no haya ninguna referencia al Maestro Eckhart que tantos elogios y reflexiones recibe de Cioran en la conversación de 1982 con Léo Gillet y en otros textos como el dedicado a Francia, citado arriba. O a Baudelaire que cita muchas veces (basta ver el inventario) en sus obras en vida y en los Cuadernos; sobre todo por el tema del tedio, que tanto importa a Cioran, que tanto le abre junto con el insomnio como tema recurrente en su vida madura y en la vejez. Si efectivamente el tedio es ese monstruo delicado que nos devorará (que nos devora como bien constató Cioran) bien valdría, dado el conocimiento de Valcan, un ensayo sobre ese tema y ahí abordar su relación con Baudelaire, con Madame Du Deffant y otros tantos aburridos que con conciencia y lucidez pulularon y por ahí andan en la cultura europea y en la nuestra.

Agradezcamos que Ciprian Valcan haya escrito esta importante obra que ya es parte de la mejor reflexión sobre Emil Cioran en nuestro medio; gracias también a la valiosa traducción de María Liliana Herrera y a los esfuerzos editoriales de la Facultad de Bellas Artes y Humanidades de la Universidad Tecnológica de Pereira de la querida Colombia.

 

Notas

[i] Ciprian Valcan. Influencias culturales francesas y alemanas en la obra de Cioran. Universidad Tecnológica de Pereira, Pereira 2016. Trad. María Liliana Herrera. 456 pp.

[ii] Op. Cit. P. 189.

[iii] Ídem, p. 224. La cita es tomada de los Cuadernos de Cioran.

[iv] Valcan, Op. Cit. P. 185. La cita de Cioran la toma de “El libro de las quimeras”, publicado en 1936. Curiosamente, la cita la toma de la versión francesa.

[v] En alguna parte leí que sobre los papeles de la mesa en la que escribía Cioran, sobre los cuadernos, había una nota que decía “para destruir”. Y lo que hizo Simone Boué fue transcribirlos.

[vi] E. M. Cioran. Sobre Francia. Ediciones Siruela, Madrid 2011. P. 35. Valcan no cita este ensayo de Cioran ni está referido en la bibliografía de su libro.

 

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