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Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.

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Signos y Olmos: Filosofía y Poesía en Octavio Paz de Juan Horacio Garibay por Rita Vega Baeza

Julio 2016, número 14.
Garibay Vanegas, Juan Horacio. Signos y olmos: filosofía y poesía en Octavio Paz. Zacatecas, México: Taberna Libraria Editores.

Vega Baeza, Rita. (2016). Reseña Signos y Olmos: Filosofía y Poesía en Octavio Paz de Juan Horacio Garibay. En Revista Digital FILHA. [en línea]. Julio. Número 14. Publicación semestral. Zacatecas: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: www.filha.com.mx. ISSN: 1870-5553.  

Rita Vega Baeza es docente e investigadora de la Unidad Académica de Docencia Superior de la Universidad Autónoma de Zacatecas. También es poeta y psicoanalista. Es doctora en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado revistas de México y España. Algunas de sus publicaciones son Convenio con el Diablo y Mixionario de Alegrías y Extravío. Es SNI-I, perfil PRODEP y pertenece a un cuerpo académico consolidado hasta 2020. 

Signos y Olmos: Filosofía y Poesía en Octavio Paz de Juan Horacio Garibay

 

El libro Signos y olmos: filosofía y poesía en Octavio Paz de Juan Horacio Garibay es un libro necesario, riguroso, claro y estético.  ¿De qué se trata este libro?  De pensar el acto de  escribir, haciendo circular por un cable de alta tensión tanto la necesidad como la libertad, pero no en sentido ideológico, sino estético y filosófico, a propósito de la obra de Octavio Paz, a quien ubica como el último surrealista. Los grandes monosílabos de la libertad, sí y no,  son los círculos concéntricos de ese pensar expresado en este libro de crítica literaria como el delta de un río por el que fluye por cada uno de los seis brazos fluviales, el ser de la poesía, en el que yace una teoría del lenguaje y por lo tanto de nuestra realidad; poesía como “transparencia del lenguaje” como “puente entre dos abismos” y como conocimiento.

El autor también  concibe una Meta-crítica, esto es, encuentra en y desde la obra de Paz,  que “será a partir de Baudelaire donde la poética se muda a crítica” (Garibay, 2016, p. 34). Y hay ahí, por tanto, un Aristóteles desplazado. Garibay nos descubre la unión, el círculo entre creación y crítica, la crítica como tema literario y espacio intelectual definiéndolo así: “La crítica, o la crítica parcial como la llama Baudelaire, es la suma que se da entre el examen del rigor teórico y la apreciación de la flexibilidad estética” (Garibay, 2016, p. 36).

En su tercer (a)brazo fluvial y, quizá es aquí donde encontramos la prueba de la vivacidad de aquella obra (en ésta y viceversa), es que Juan Horacio nos muestra lo que es la  presencia en la poesía, ese relámpago entre el ritmo -en el que quizá juega la música como “sonido humanamente organizado”- y la imagen, o lo que es casi lo mismo las coordenadas tiempo y espacio encarnado en el poema en el que, paradójicamente, el “tiempo es un tiempo sin tiempo”, es decir –en la propia explicación del autor-, hierático; y el espacio es epifánico, es decir, nos muestra la presencia: poesía en el excedente del poema. En el siguiente apartado el escritor diserta asimismo sobre El arte –moderno– entre la analogía y la ironía, haciendo un  análisis desde Paz denominado “la tradición de la ruptura”,  vinculada a la neofilia, una especie de sed por lo nuevo en el que la tradición se renueva al romperse. En los siguientes capítulos puntualiza sobre la subversión, es decir sobre  Amor, erotismo, ética  señalando en éstos una superioridad espiritual y finalmente desemboca en  La otra orilla o la experiencia de lo sagrado.  Esto es, y aquí  la referencia es ya desde el pensamiento oriental en el que se juega un salto y ese salto, como lo indica Garibay, es hacia uno mismo, “hacia la unidad y la divinidad, hacia lo desconocido”. En palabras del propio autor:

 

Por consiguiente la «suprema sabiduría» a la que conlleva el salto consiste en la superación de las antinomias y ésa es la entrada en la verdadera naturaleza de la realidad, esto es, el estado que trasciende a la realidad dual o ilusoria se llama la otra orilla (Garibay, 2016, p. 108).

 

Este libro también es explicativo, lúcido y dubitativo. Es un texto que  co-implica a sus lectores, nos hace cómplices, nos hace palpitar reflexivamente en su vitalidad discursiva con el filo cortante de su claridad marítima al demostrar lo exiguo de todo alfabeto ante la poesía. Es un albatros teórico, una ballena –blanca-  de las bastedades espirituales que tienen como desenlace la reconciliación; por eso, en este libro-conversación al abrirlo al azar en cualquiera de sus páginas encontraremos una hermenéutica de lo blanco condensada en el estudio riguroso tanto  de la obra de Paz como de la filosofía que revela. Juan Horacio Garibay es un escritor y como crítico, un creador, como nos lo muestran sus agudas disertaciones. Ahora maduro, puede pensar como un olmo escritural; se asume a fondo como escritor y como investigador. También imagino que lo blanco en el propio libro de Garibay es la distancia que hay entre Incisiones sobre escisiones (Garibay, 2003), libro que también tuve la oportunidad de presentar hace más de diez años en la otra orilla, es decir, en Madrid, en la libraría del Fondo de Cultura Económica, hoy librería Juan Rulfo. Conozco a  mi amigo Horacio desde hace unos veinticinco años, la nuestra es una amistad intermitente, ha habido encuentros extraños, travesías, ciudades, países. Sí, quizá aquellas Incisiones sobre escisiones se resuelven en esta marejada serena de Signos y olmos. Se ve que su escritura no puede ser sino significativa, comunicante, como los vasos, los versos, los principios resueltos y transferidos de una obra a otra, de un libro a otro, de un viaje a otro en la anulación de los contrarios anegados en su transparencia.

Ahora, habiendo arribado a ‘la otra orilla’ encontramos que: “La otra orilla es esta orilla o ‘la otra orilla está aquí’. Toda escisión –e incisión– queda enmendada. Triunfo de la simultaneidad. Los opuestos se disipan y se da la aprehensión de lo trascendente en lo inmanente” (Garibay, 2016, p. 114). Nuestro autor se distancia de la univocidad, de las miradas que definen desde un fundamento inmóvil lo ente, pues ese orden implica clausura. La asunción del escritor, de Juan Horacio Garibay es la reconciliación siguiendo el ritmo de la  propia obra de Paz, y así, puntualiza lo que es de la libertad y lo que es de la necesidad, es decir, la cadencia que hay entre los signos y los olmos es también una musicalidad en juego. Como esteta desgrana, medita y reaviva una obra inmensa y da en el blanco de la obra: la meta-crítica, la analogía, la ironía y lo sagrado. Hay una conjunción estética de una poesía devenida filosofía; de un arte devenido poesía, de una necesaria libertad. De una vitalidad, que nos pregunta: “¿Con Octavio Paz se inaugura la tradición moderna en Hispanoamérica en el ámbito de la crítica?” (Garibay, 2016, p. 12).  Y,  al subrayar que  no hay netamente “en Octavio Paz la pregunta por el ser, pero sí existe la pregunta por el ser de la poesía” (Garibay, 2016, p. 16), nos muestra la obra de aquél poeta y ensayista como un puente teórico y una respiración silábica, incluso como esa teoría propia del lenguaje poético que enfrenta al lenguaje ordinario desplegándose la crítica como creación.

La parte que más me gustó fue Ritmo/imagen: presencia, porque en ese apartado encontramos “lo demasiado humano”. Juan Horacio Garibay como un orífice del lenguaje lo expresa así: “Digamos que en el poema la presencia restaura el inicio en comienzo o, reanuda, la edad de oro del lenguaje.” (p.52). Esta explicación nos hace comprender y exclamar a la vez, pues de aquí se sigue que:

 

El ritmo es la pulsación misma de la vida: diástole y sístole, flujo y reflujo. Y, como se verá, es de alguna manera el principio de la cultura, pues: ‘El ritmo no es medida sino tiempo original’. Ya se dijo, la noción de ritmo antecede la noción de tiempo. Otra vez Octavio Paz lo expone: ‘el ritmo […] es la manifestación más simple, permanente y antigua del hecho decisivo que nos hace ser hombres: ser temporales, ser mortales y lanzados siempre hacia algo, hacia lo otro: la muerte, Dios, la amada, nuestros semejantes’. El ritmo es tiempo arcaico y el orden temporal de la existencia se debe a éste. El ritmo nos hizo accesible lo fugaz y lo perenne; a lo fugaz lo volvió alteridad y a lo perenne semejanza (Garibay, 2016, p. 53).

 

Si ya nos conmueve su explicación sobre el ritmo en torno a la existencia, la vida y el poema, lo que nos enseña sobre la imagen, nos deja gratamente perturbados, seducidos, ya que en su concepción nos dice habrá que pensar “la poesía no sólo como experiencia estética, sino como una alternativa ética y vital” (Garibay, 2016, p. 27),  y además advierte que:

 

Un poema no tiene más sentido que sus imágenes’. Significa, luego que la imagen es autosuficiente porque se basta a sí misma, es analógica porque reconstruye vínculos esencialmente inconexos y es holística porque devela totalidad. Agrego dos citas más que completan lo que se ha dicho: ‘La imagen recoge y exalta todos los valores de las palabras, sin excluir los significados primarios y secundarios’. Y, asimismo: ‘La imagen no explica: invita a recrearla y, literalmente, a revivirla’. De ahí que gracias a la imagen comprendamos, bruscamente, las regiones que son vedadas al pensamiento conceptual (p. 59).

 

Habrá que leer también los  pies de página que lindan con la esfera de un fetichismo estético, son preciosos y precisos. Son pequeñas joyas teóricas, huellas de un  haber pisado la arena, la espuma del lenguaje poético y filosófico, la otra orilla. Veamos: “La transparencia puede concebirse como el logro analógico de unir poesía y vida, cuando esto acontece la poesía se vuelve inútil, esto es, se vuelve transparente” (Garibay, 2016, p. 24). Y también:

 

Es verdad que la poesía moderna es harta compleja de definir o de ubicar. Primero intentaré cercarla a partir de lo que no es. Número uno, la poesía moderna no debe entenderse como una vanguardia o una escuela literaria. Número dos, tampoco hay que confundirla con el modernismo literario latinoamericano del último tercio del siglo XIX. Y número tres, la poesía moderna no es la poesía del siglo XX. En conclusión, la poesía moderna es la poesía que logra unir a la creación y a la crítica; de hecho la defensa de la creación poética se da a partir del discurso crítico y lo contrario. Además, la poesía modera influye –o aspira a influir– en la vida. (Garibay, 2016, p. 34).

 

Este libro es también una guía para todos aquellos que quieran iniciar o vigorizar su trayectoria como poetas y/o críticos, es decir, como creadores, pero también es una forma de enseñarnos a leer y conversar con las grandes obras desde un temperamento estético, filosófico y literario.  Es un  libro para aquellos que buscan un placer estético al leer sólo por eso, por placer.

Cuando terminé de leer  Signos y olmos: filosofía y poesía en Octavio Paz de Juan Horacio Garibay empezó a nevar. Los primeros copos de nieve tenían la misma sabiduría y cadencia balsámica que este libro.

 

Rita Vega Baeza

Universidad Autónoma de Zacatecas

 

 

Notas

Garibay, Juan Horacio: 2003, Incisiones sobre escisiones, Dosfilos, México.

_____: 2016, Signos y olmos: filosofía y poesía en Octavio Paz, Taberna Libraria, México. 

 

 

 

 

 

 

 

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