Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.
Gutiérrez Carmona, Alejandro Francisco. (2023). El pensamiento de Michel Foucault en la Arqueología del saber. Revista digital FILHA. Julio-diciembre. Número 29. Publicación semestral. Zacatecas, México: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: http://www.filha.com.mx. ISSN: 2594-0449. DOI: http://dx.doi.org/10.48779/ricaxcan-204
Alejandro Francisco Gutiérrez Carmona. Mexicano. Doctor en Historiografía por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco, se encuentra realizando una estancia posdoctoral con el apoyo del Consejo Nacional de Humanidades Ciencia y Tecnología (Conahcyt), en la Universidad Autónoma de Zacatecas. CVU: 271426. Contacto: gucafco1986@gmail.com Orcid Id: https://orcid.org/0000-0002-0529-658X
The thought of Michel Foucault in the Archeology of knowledge
Resumen: Este trabajo muestra la contribución epistemológica y metodológica que realizó Michel Foucault en su obra la Arqueología del Saber, a partir de pensadores que estuvieron cercanos al autor, tales como Gilles Deleuze, podremos observar cuál fue el pensamiento que el filósofo francés desplegó en su arqueología del saber por medio de referencias teóricas y epistemológicas para comprender mejor su método arqueológico y su vinculación con otros saberes, por ejemplo, con la reflexión filosófica, la historia e incluso, con un tipo de historia de las ideas.
Palabras clave: historia, arqueología, pensamiento, método.
Abstract: This work showcases the epistemological and methodological contributions made by Michel Foucault in his book "The Archaeology of Knowledge." Drawing from thinkers closely associated with the author, such as Gilles Deleuze, we can observe the philosophical ideas that the French philosopher unfolded in his archaeology of knowledge through theoretical and epistemological references. This enables a better understanding of his archaeological method and its connections with other forms of knowledge, including philosophical reflection, history, and even a type of history of ideas.
Keywords: history, archaeology, thought, method.
Desde los inicios de la escritura el hombre ha expresado sus pensamientos, deseos, experiencias, fenómenos, alegrías, tristezas, conocimiento, etc. La escritura fue uno de los inventos más trascendentales de la humanidad. La escritura, por medio del lenguaje humano, fue tomando ciertas características hasta convertirse en articulaciones textuales que expresan diversas situaciones, asuntos, acontecimientos, descripciones, visiones, etc. Para analizar la intencionalidad de alguna obra o autor de la misma se necesitan ciertos elementos que enmarcan la existencia, dichos elementos con el pasar del tiempo se transformaron en categorías de análisis, de esta forma surge la práctica histórica como una herramienta indispensable que ayudó al hombre a reflexionar sobre su existencia, específicamente, sobre su presente. ¿Qué ha sido la actividad humana? ¿Hay algún proyecto final en el devenir histórico? Son preguntas que responden a la inquietud del hombre en el tiempo y que provienen de una reflexión filosófica.
En este trabajo pretendo como lector e investigador en el área de las humanidades, especialmente desde la historiografía, observar ¿qué tipo de pensamiento instaura Michel Foucault en su texto la Arqueología del saber? ¿Por qué Foucault escribe este texto y para quiénes está dirigido? Para adentrarnos a querer develar el pensamiento foucaultiano necesitamos un soporte epistemológico como en cualquier tipo de conocimiento, no soy un psicoanalista, ni pretendo serlo, pero quiero entender mejor el pensamiento de uno de los filósofos más influyentes del siglo XX y de nuestra actualidad, para ello he recurrido a la historiografía como una caja de herramientas que me proporciona los medios conceptuales para abordar el pensamiento foucaultiano, específicamente el que plasmó en su obra La Arqueología del Saber en 1969.
Mientras Sócrates estaba interrogando en la plaza qué era la justicia o qué era la democracia, Heródoto contaba historias y recababa información para plasmar sus averiguaciones e impedir que cayeran en el olvido las grandes hazañas realizadas por los griegos y los bárbaros. “La historiografía es la historia del discurso -un discurso escrito y que dice ser cierto- que los hombres han hecho sobre el pasado; sobre su pasado” (Carbonell, 2017, pág. 8). Partiendo de esta definición de historiografía, nuestro propósito es observar y describir la historia del discurso arqueológico de Michel Foucault, para saber ¿qué es ese texto? ¿qué intencionalidad tiene? Y ¿a quiénes está dirigido? Para tener mayores elementos, la propia historiografía se fue especializando y empezó a utilizar nuevos conceptos para representar, analizar y reflexionar sobre el pasado. Dicha historiografía fue adoptando conceptos provenientes de la filosofía para hacer más reflexivos sus análisis, por ejemplo, el concepto de horizonte de enunciación, análisis discursivo o el concepto de paradigma de Tomas Kuhn.
La labor historiográfica busca comprender el horizonte de enunciación de un autor o grupo social; implícitamente, quien trata de desentrañar el sentido del pasado, tiene ante sí la tarea de hacer comprensible este pasado para un presente (Jerónimo, Levín & González, 2008). Nuestro interés es precisamente comprender el horizonte de enunciación de un autor, en este caso, específicamente la obra de Michel Foucault publicada en 1969 La arqueología del Saber. ¿Qué es la arqueología del saber? ¿Cuál es su contribución a las humanidades y al conocimiento? Para responder estas preguntas es necesario saber cuál es el pensamiento de Michel Foucault en esos años, cuáles fueron sus referencias teóricas para que pudiera llevar a cabo su proyecto arqueológico, de esta forma es necesario observar sus conexiones teóricas y filosóficas para tener un marco de referencia y hacer más entendible e incluso, comprensible su arqueología del saber. Uno de sus contemporáneos fue el filósofo Guilles Deleuze quien le dedicaría un libro con su nombre. El Foucault de Deleuze es un texto que describe por medio de la visión deleuziana el trabajo filosófico que emprendió Michel Foucault, específicamente en el apartado que se titula: Del archivo al diagrama. Un nuevo archivista (La Arqueología del Saber). Para Deleuze algo nuevo ha nacido en filosofía. El nuevo archivista anuncia que ya no sólo considera enunciados (Deleuze, 2016). Es importante la referencia filosófica deleuziana porque de cierta forma nos proporciona una idea directa del trabajo que realizó Michel Foucault, debido a su cercanía temporal y académica que tuvo con él, no se pretende equiparar a los dos pensadores sobre su concepción de la historia o de temporalidad, sino que lo que se quiere es tomar como referencia a Deleuze porque nos muestra la forma de pensar el análisis arqueológico de Michel Foucault.
El Foucault de Guilles Deleuze anuncia una nueva contribución al pensamiento filosófico por parte del pensador francés, el nuevo archivista, ahora ya no sólo considerará enunciados, no se ocupará de lo que de mil maneras preocupaba a los archivistas precedentes: las proposiciones y las frases. Se desdeñará la jerarquía vertical de las proposiciones que se escalonan unas sobre otras, pero también la lateralidad de las frases en la que cada una parece responder a otra (Deleuze, 2016). A los ojos de Guilles Deleuze ha ocurrido un cambio en la concepción archivística, pero también una importancia por develar el discurso oculto. Para Deleuze el espacio ratificado permite esos movimientos, esas circunstancias, esas dimensiones y fragmentaciones inusitadas. La importancia del enunciado también cobrará su papel. No hace falta ser alguien para producir un enunciado y el enunciado no remite a ningún cogito ni sujeto trascendental que lo haría posible, ni Yo que lo pronunciaría por primera vez (o lo recompensaría) ni espíritu en el tiempo que lo conservaría, lo propagaría y lo recuperaría (Deleuze, 2016, pág. 30).
Para Deleuze, Foucault dotó a un enunciado de una multiplicidad; una multiplicidad y no un sistema, dice lo siguiente: “Nosotros pensamos que un enunciado, una familia de enunciados, una formación discursiva, según Foucault, se define por líneas de variación inherentes o por un campo de vectores que se distribuyen en el espacio asociado: es el espacio como función primitiva o el primer sentido de regularidad” (Deleuze, 2016, pág. 37).
El espacio correlativo permitirá que haya una relación con el enunciado, no ya con otros enunciados, sino con sus objetos, sus conceptos. Las frases remiten a un sujeto llamado de enunciación que parece tener el poder de hacer comenzar el discurso: se trata del Yo como persona lingüística irreductible al Él. De esta forma, la relación entre el enunciado y el sujeto constituyen una variable intrínseca del enunciado. Los enunciados de Foucault son como sueños: cada uno tiene su objeto propio, o se rodea de un mundo (Deleuze, 2016).
Los enunciados se distinguirán de las palabras, frases o preposiciones porque comprenden sus derivadas, las funciones del sujeto, las funciones del objeto y las funciones del concepto. Para Deleuze, Foucault formará una pragmática, él lo llamaría el espacio complementario o de funciones no discursivas (instituciones, acontecimientos políticos, prácticas y procesos económicos (Deleuze, 2016). El enunciado será el producto de la multiplicidad.
La arqueología del saber es un libro que representa una teoría-práctica de las multiplicidades. Este libro propone, al enmarcar como un producto de la multiplicidad y, por lo tanto quiere, romper con las estructuras o las formaciones históricas, por ello, es que los historiadores tradicionales no quieren aceptar la multiplicidad debido a que los marcos de referencia en la labor del historiador están muy cimentados, por ejemplo, las épocas, la edad media, el renacimiento, la ilustración, etc.
Cabe aclarar que Foucault está en una etapa arqueológica que se nutre del estructuralismo, pero para él, dicha corriente epistemológica tiene que ver con la búsqueda de otras estructuras, por ejemplo, las del inconsciente y las del lenguaje. Antes de escribir su arqueología del saber, Foucault está pensando en cómo hacer aparecer una forma y en pensar lo impensado. La originalidad en el pensamiento de Michel Foucault radica, para Deleuze, en su manera particular de determinar los corpus: no lo hace, ni en función de frecuencias o de constantes lingüísticas, ni en virtud de cualidades personales de aquellos que hablan o escriben (grandes pensadores, hombres de Estado, etc.). Francois Edwald tiene razón cuando dice que los corpus de Foucault son “discursos sin referencia” que el archivista evita casi siempre citar a los grandes nombres. Pues el archivista no elige las palabras, las frases y las preposiciones de base ni según la estructura, ni según un sujeto-autor del que emanarían, sino según la simple función que ejercen en un conjunto: por ejemplo, reglas de intercambio en el caso del manicomio o bien, en el de la prisión; reglamentos disciplinarios en el caso del ejército, de la escuela (Deleuze, 2016).
Para Deleuze, Michel Foucault está aportando una nueva forma de concebir la realidad histórica, pues es el pensador de la multiplicidad. Ningún factor es un cabo suelto para que se configuren las unidades discursivas, el pensamiento de la arqueología del saber, es ver en lo no visible, es llegar de la sin-razón, a la locura, para que se configure un nuevo campo de saber como el de la psiquiatría. El enunciado es producto de la multiplicidad y es por ello que Foucault piensa a través de lo múltiple y de lo impensado.
A Foucault le interesa cómo es que se constituye un saber, cuáles fueron los factores que detonaron para que surgiera la psiquiatría y él observa que hay una multiplicidad de ellos, por ejemplo, el loco, el encierro, la marginalidad, la productividad propiciada por la burguesía, etc. La constitución de los saberes tiene que ver con la multiplicidad. Foucault quiere reivindicar un tipo de historia escindida por profundas rupturas, umbrales y transformaciones y, para diferenciarla, adopta el término “arqueología” (Pérez Cortés, 2013). Para la arqueología, la historia es una sucesión de formas, cada una de las cuales posee una ley propia para la elaboración de sus objetos y de los conceptos que le corresponden, proceso en el cual no puede descubrirse ningún punto fijo o permanente, ni en los objetos ni en la conciencia que los piensa. La arqueología se llena de cortes, de mutaciones y tránsitos. Si ella puede parecer una historia extravagante, es porque busca reestablecer lo que la historia rechaza, lo otro, lo diferente (Pérez Cortés, 2013).
La arqueología del saber es un texto que mostró un tipo de historia que se nutre de las mutaciones, transformaciones, discontinuidades, fragmentos, etc., que permiten observar lo que no se observa comúnmente, principalmente por los historiadores, ya que han sido ellos quienes trabajan con el pasado. De esta forma, se produjo un nuevo pensamiento para concebir la realidad por medio del pasado, en este sentido, por medio de lo que Foucault llamó la arqueología del saber. Dicha arqueología se propone mostrar que los seres humanos se han tomado a sí mismos como objeto de estudio. La arqueología, además, funciona como un dispositivo epistemológico de las ciencias humanas, es entonces, una maquinaria crítica destinada a desplazar a la conciencia de la conducción del proceso mediante el cual los seres humanos reflexionan sobre sí mismos (Pérez Cortés, 2013). Este tipo de trabajo enunciado por Foucault dotó de una nueva visión del pasado para observar que incluso las ciencias han sido producto de las derrotas del irracionalismo. El pensamiento corrige y enriquece la experiencia; la arqueología permite observar las condiciones para que surja un objeto de discurso, las condiciones históricas para que se pueda decir algo de él y para que varias personas puedan decir de él algo. El discurso parece ser un excelente candidato porque sugiere que la formación de los conceptos obedece a una serie de reglas, derivaciones y asociaciones que pueden ser examinadas por sí mismas y que da lugar a enunciados o proposiciones que pueden ser considerados verdaderos o falsos, respecto del objeto (Pérez Cortés, 2013).
Para Sergio Pérez, uno de los aspectos que causaron mayores estragos fue que la arqueología detectó que el hombre mismo era un objeto de reciente creación, un saber posible, el hombre como problema, el hombre que se problematiza a sí mismo, por ello la frase de Foucault “el hombre ha muerto” causó mucha conmoción, sin embargo, la arqueología ha contribuido a observar cómo surge un autoconocimiento de nosotros mismos y trae consigo el problema del concepto discurso que no es tomado a partir de la lingüística, sino a partir de un problema filosófico. Este mismo autor sostiene que el proyecto que Foucault bautizó como “arqueología” no es ni hermenéutico ni fenomenológico, sino crítico en la tradición iniciada por Hegel. Sin embargo, no se podría pensar la arqueología del saber sin una referencia genealógica y en este sentido Foucault está más cercano al concepto de genealogía que Friedrich Nietzsche puso en marcha para explorar la moral. La lectura de Pérez Cortés sobre Foucault está enmarcada en una tradición de la modernidad junto con Hegel y Marx, pero nuestra lectura está más orientada en que Foucault quiere salir de esa tradición y está más cercano al estructuralismo que de alguna forma sería una alternativa epistemológica al marxismo y al existencialismo sartreano de la década de los 60.
En respuesta a un periodista que lo suponía próximo a Kant, Foucault respondió: “A todo lo largo de mi investigación yo me esfuerzo, a la inversa, por evitar toda referencia a ese trascendental […] yo intento historizar al máximo para dejar el menor lugar posible a lo trascendental" (En Pérez Cortés, 2013, pág. 329). Aunque Foucault tendría una lectura kantiana que de hecho en 1961 sería un complemento de su tesis doctoral, poco a poco se fue desplazando hacia una forma de concebir la historia a partir del concepto de genealogía, una década más tarde escribiría un ensayo sobre la concepción de la historia de Nietzsche.
El concepto de genealogía es un elemento fundamental en la obra de Michel Foucault, específicamente en su arqueología del saber ya que intenta darnos a conocer una nueva forma de percibir los acontecimientos por medio de un análisis histórico, sin embargo, es importante señalar que Foucault está buscando el pensamiento, en este sentido, como comenta Miguel Morey, hay pensamiento en la filosofía, pero también existe en una novela, en la jurisprudencia, en el derecho, incluso, en un sistema administrativo, en una prisión. “A esta parte de pensamiento que cruza todo lo social, discriminándolo del modo en que lo vivimos, Foucault lo denominará saber” (Morey, 2014, pág. 30).
Para tener una referencia sobre qué es la arqueología del saber, tenemos que tener en cuenta la concepción que Foucault tiene de la filosofía y a este respecto, Morey (2014) comenta lo siguiente: “Creo que hoy la filosofía no existe; no es que haya desaparecido, sino que se ha diseminado en una multitud de actividades diversas: por ejemplo, en la actividad del axiomático, del lingüista, del etnólogo, del historiador, del revolucionario, del hombre político, que pueden ser otras tantas formas de actividad filosófica" (pág. 30).
Esta expansión de la filosofía le permite al pensador buscar el pensamiento en todas partes, por ello es que en la arqueología del saber el autor nos puede hablar de una serie de interconexiones hasta que aparezca consolidada una unidad discursiva, a partir de elementos que no estaban considerados, por ejemplo, observar la locura para ver cómo se consolidó el estudio de la psiquiatría como una unidad discursiva enfocada al estudio de una enfermedad mental.
De esta forma, para Miguel Morey La arqueología del saber toma por objeto al saber, entendiendo por saber esa película de pensamiento implícito en las culturas que articula hasta los dominios más íntimos de su modo de vida, noción que está notablemente emparentada con la del “pensamiento empírico” de los etnólogos. En una sociedad, los conocimientos, las ideas filosóficas, las opiniones cotidianas, así como las instituciones, las prácticas comerciales y policiacas, las costumbres, todo se refiere a un saber implícito propio de esta sociedad. Este saber es profundamente distinto de los conocimientos que se pueden encontrar en los libros científicos, los temas filosóficos, las justificaciones religiosas, pero es lo que hace posible, en un momento dado, la aparición de una teoría, de una opinión, de una práctica (Morey, 2014).
El sistema de pensamiento en la arqueología se encuentra en la búsqueda del saber difuminado en todas partes, de ahí, la importancia que pueda cobrar una novela, un libro científico, la nota musical, etc. Dentro de este esquema de pensamiento, Foucault nos invita a la reflexión del saber por medio de capas discursivas que se encuentran en donde actúa el hombre, es decir, donde hay pensamiento. Su concepción filosófica ahora se encuentra en todas partes y, por ende, todo es una muestra de pensamiento, hasta en lo irracional hay pensamiento, por ejemplo, en su estudio sobre la no-razón, pasando por la locura hasta llegar al conocimiento de la psiquiatría. Por ello, se considera pertinente observar cuál es la postura filosófica de Foucault para poder comprender cuál es el sentido de su texto.
En 1969 apareció la publicación de La arqueología del saber. Un texto dirigido a historiadores, filósofos y científicos sociales que hizo hincapié en el análisis de las rupturas, discontinuidades y transformaciones. Foucault observó las interrupciones por debajo de las continuidades del pensamiento; esto sin duda causó una revolución en el pensamiento filosófico. Esta arqueología se sitúa en el momento de la transformación en el cual la historia redefine su posición respecto al documento. La tarea primera de la historia ya no consiste en interpretar el documento, determinar si dice la verdad o señalar su valor expresivo, sino más bien, trabajarlo desde el interior. En otros términos, en lugar de tratar los monumentos como documentos (lugar de la memoria del pasado) trata los documentos como monumentos. No busca en ellos las huellas que han podido dejar los hombres, sino, más bien, aislar sus elementos, agruparlos, establecer relaciones, reunirlos según núcleos de pertenencia (Castro, 2018).
Esta obra tratará de analizar las rupturas y la noción de discontinuidad. Mencionaba Foucault que la atención de los historiadores se ha fijado preferentemente en periodos largos, como si por debajo de las peripecias políticas y de sus episodios, se propusieran sacar a la luz los equilibrios estables y difíciles de alterar, los procesos irreversibles, las regulaciones constantes, los fenómenos tendenciales que culminan y se intervienen tras de las continuidades seculares, los movimientos de acumulación y las saturaciones lentas, los grandes zócalos inmóviles y mudos que el entrecruzamiento de los relatos tradicionales había cubierto de una espesa capa de acontecimientos (Foucault, 2013). Esta arqueología del saber tiene especial dedicatoria a los historiadores tradicionales que no ven más allá de las estructuras. Foucault, en este sentido, menciona que: “Hace mucho tiempo que los historiadores localizan, describen y analizan estructuras, sin haberse preguntado jamás si no dejaban escapar la viva, la frágil, la estremecida 'historia'” (Foucault, 2013, pág. 22).
Foucault está pensando en buscar lo otro en el tiempo de nuestro propio pensamiento, por ello es que recurre a las discontinuidades, rupturas, coyunturas, etc. En la historia de la locura en la época clásica se desprendió de un análisis del loco o de la sin-razón para llegar a la constitución de un saber específico como el de la psiquiatría. Las unidades del discurso las observará en los conceptos de discontinuidad, ruptura, umbral, límite, series y transformaciones. A partir de una operación interpretativa, la arqueología del saber busca recuperar estos momentos de ruptura que constituirán una nueva configuración de la unidad discursiva, cómo aparece la economía, la historia de la ciencia, el derecho, etc. Dichas formaciones discursivas se configuran en enunciados que son: la medicina, gramática o la economía política. Una unidad discursiva buscará la expresión de algo, una ciencia, una obra, un pensamiento, una teoría, una opinión o una idea.
Dentro de la formación de los objetos como la psicopatología a partir del siglo XIX se puede apreciar una decisión médica que reconocerá totalmente la instancia judicial para la definición de un crimen, el establecimiento de sus circunstancias y la sanción que merece, pero se reserva el análisis de su génesis y la estimación de la responsabilidad comprometida. Es decir, que dentro de la psicopatología hay una formación de todo un conjunto de objetos diversos. Foucault mostrará las condiciones para que surja un objeto de discurso, las condiciones históricas para que se pueda decir de él algo. Las formaciones de las modalidades enunciativas, por ejemplo: ¿quién habla? El estatuto del médico comporta criterios de competencias y de saber; instituciones, sistemas, normas pedagógicas; condiciones legales. La palabra médica no puede proceder de cualquiera; su valor, su eficiencia, sus mismos poderes terapéuticos y, de una manera general, su existencia como palabra médica, no son disociables del personaje estatutariamente definido que tiene el derecho de articularla, reivindicando para ella al poder de conjurar el dolor y la muerte (Foucault, 2013).
La arqueología del saber propone una formación de conceptos, de igual forma una formación de las estrategias a las que Foucault denominara como temas o teorías viendo cómo se distribuyen en la historia. En esta arqueología del saber, Foucault cita a pensadores como Marx y Nietzsche. Al primero se le ha llegado a antropologizar haciendo de él un historiador de las totalidades y a volver hallar en él el designio del humanismo; se ha llegado, pues, al punto de interpretar a Nietzsche en los términos de la filosofía trascendental y a rebajar su genealogía hasta el nivel de una investigación de lo primigenio; se ha dejado, en fin, a dejar a un lado, como si todavía no hubiera aflorado nunca, todo ese campo de problemas metodológicos que la historia nueva propone hoy (Foucault, 2013).
La descripción antropológica se desarrolla en una dimensión vertical que engloba lo discursivo y lo no discursivo. De Georges Canguilhem retomará su idea de discontinuidad para bordar la relación que se puede establecer entre los saberes; por ejemplo, entre la gramática general y la filosofía o entre la historia natural y la biología (Castro, 2014).
A lo que llamamos antropología filosófica tiene que ver con el pensamiento que ha expresado Michel Foucault en La arqueología del saber, una filosofía del lenguaje donde el pensamiento se encuentra regado en todas partes, pero Foucault se apoya en la historicidad, ya que ha recurrido al pasado para observar cómo se forman las unidades del discurso, las formaciones discursivas y de los objetos.
Estamos ante una nueva forma de observar la realidad por medio de un pensamiento que prioriza las rupturas, las transformaciones e irrupciones para poder reflexionar cómo surgen dichas unidades discursivas que se pueden reflejar en una nueva ciencia, teoría, opinión, práctica, etc. El campo de discontinuidad será de suma relevancia porque servirá para poder apreciar a detalle cómo surgen los saberes. Sin embargo, el término arqueología ha sido utilizado por Kant para referirse a una historia filosófica de la filosofía, es decir, una historia escrita a partir de los principios de la razón y no de los relatos empíricos. Foucault afirma esta ascendencia kantiana de la arqueología para oponerse a la opinión de G. Steiner, que la sitúa en relación con Freud (Castro, 2018).
La arqueología filosófica de Foucault tiene sus bases en una filosofía de la historia ya que recurre al pasado para poder explicar las unidades discursivas, sus formaciones discursivas, los objetos, etc. Por ello, es fundamental ver qué tipo de filosofía de la historia desarrolló Foucault en su pensamiento y observar los nuevos aportes a este campo de saber.
Foucault en La arqueología del saber desplegará un nuevo pensamiento que se reflejará en la creación de nuevos conceptos. Cesáreo Morales ha descrito a algunos pensadores como los pensadores del acontecimiento, en este sentido, para Cesáreo, Foucault se propone acercarnos a las resistencias, echando mano de una polirracionalidad emergente, teorías, modelos epistemológicos, saberes de origen diverso y experiencias de la diseminación. Nuestros problemas son universales por su especificidad. Estructuras económicas y políticas que reparten desigualmente el poder y provocan una sociabilidad dispersa (Morales, 2007).
La arqueología será el análisis genealógico de una ontología histórica de nosotros mismos. Excavaciones realizadas en puntos estratégicos del discurso, suelo de la razón en que nos movimos. De ahí que Foucault se definiera él mismo como arqueólogo. Un arqueólogo del lenguaje (Morales, 2007). Foucault definirá su proyecto como un análisis histórico del entendimiento para pensarse a sí mismo, retoma a la historia para pensar al hombre y lo qué ha sido de él, a tal grado, de mencionar que la muerte del hombre, como comenta Morey “Su discutida “muerte del hombre” encuentra así su razón estratégica: es necesario que el hombre del saber muera (hombre-objeto de saber; hombre-sujeto de saber) para que renazca el hombre del aprender y del inventar (Morey, 32).
En su texto arqueológico podemos apreciar el despliegue de una filosofía de la historia, en primer lugar, Foucault está pensando en lo otro, en lo discontinuo, la ruptura, la transformación. Pareciera ser un seguidor de la concepción de la historia que tuvo Friedrich Nietzsche al tratar de darle luz a las sombras que han estado ocultas. Dicha filosofía de la historia nutre la forma de pensar el pasado, el devenir histórico, ya no dotándolo de una teleología, sino de observar las líneas discontinuas, los sótanos de la historia, lo que se ha quedado oculto, pero que sin duda ha sido el fundamento de la superficie. Al adentrarse en el estudio del pasado, Foucault está pensando en la construcción de nuevos conceptos, por ejemplo, en su a priori histórico, la positividad de un discurso.
Una positividad que se despliega a partir de identidades formales, continuidades temáticas, traslaciones de conceptos, juegos polémicos. De esta forma, la positividad desempeña el papel de lo que podría llamarse a priori histórico. Se sirve de la expresión a priori histórico para hablar del objeto de la arqueología del saber. Este concepto será entendido como el fondo sobre el cual “han podido aparecerse las ideas, constituirse las ciencias, reflexionarse las experiencias en la filosofía, formarse las racionalidades” (Foucault, 2013, pág. 167). también deshacerse y desaparecer. La positividad de un discurso desempeña la función de un a priori histórico.
Desde esta perspectiva, el a priori histórico se presenta como el conjunto de aquellas condiciones que hacen posible en la historia, en una determinada época, las formaciones discursivas (Castro, 2018). De esta forma, el a priori histórico se presenta como el conjunto de condiciones que hacen posible la aparición y la transformación de las formaciones discursivas, la regularidad según la cual, en un determinado periodo, se constituyen los sujetos de los enunciados, sus objetos o las modalidades enunciativas (Castro, 2018).
Para Foucault el a priori histórico será crucial para entender la configuración de las positividades que se establecen a lo largo del tiempo, como la economía política, psicopatología, psicología, etc. Otro nuevo concepto que el pensador alude es el de archivo, en el cual se refiere a lo siguiente:
Es evidente que no puede describirse exhaustivamente el archivo de una sociedad, de una cultura o de una civilización: ni aún sin duda el archivo de toda una época… ...no nos es posible describir nuestro propio archivo, ya que es en el interior de sus reglas donde hablamos, ya que es él quien da a lo que podemos decir -y a sí mismo objeto de nuestro discurso- sus modos de aparición, sus formas de existencia y de coexistencia, su sistema de acumulación de historicidad y de desaparición (Foucault, 2013, pág. 171).
El término “archivo” no refiere en Foucault, como en el lenguaje corriente, ni al conjunto de documentos que una cultura conserva como memoria y testimonio de su pasado ni a la institución encargada de acumularlos. El archivo es el sistema de las condiciones históricas de posibilidad de los enunciados, considerados éstos como acontecimientos discursivos, no son ni la mera transcripción del pensamiento en discurso ni el simple juego de las circunstancias. Los enunciados como acontecimientos poseen una regularidad específica, que rige su formación y sus transformaciones. Por ello, el archivo determina también, de este modo, que los enunciados no se acumulen en una multitud amorfa o que simplemente se inscriban en una linealidad sin ruptura (Castro, 2018). El archivo será el telón de fondo donde se configuran los enunciados y donde se consolidan las unidades discursivas. Las condiciones históricas darán la posibilidad de que se configuren las positividades del saber.
Otro concepto que utilizará Foucault es el de acontecimiento, para caracterizar la modalidad de análisis histórico de la arqueología y también su concepción general de la actividad filosófica: la arqueología es una descripción de los discursos como acontecimientos y la tarea de la filosofía consiste en diagnosticar lo que acontece, la actualidad. El término acontecimiento tiene varios sentidos en su obra: acontecimiento arqueológico, acontecimiento discursivo, acontecimiento como relaciones de fuerza, como actividad de “acontecimentalizar”, como sentido de la Aufklarung europea, como forma de subjetivación en la práctica de la parresia. Todos estos sentidos, a pesar de su diversidad, están conectados y sus relaciones permiten describir a grandes rasgos el recorrido filosófico de Foucault (Castro, 2018).
Estos nuevos conceptos dan referencia de la forma de hacer filosofía de la historia y dotar de cierta metodología para el trabajo del historiador. Al querer reconstruir el pasado, Foucault ha afirmado que todos sus trabajos pueden ser leídos como fragmentos de filosofía en el cantero de la historia. De esta manera, la arqueología romperá con la forma lineal, progresiva, unitaria, totalizadora, de una razón que, desde el origen, se encamina hacia su acabamiento en forma de realización. De este modo, las concepciones husserliana y hegeliana de la historia son la antítesis de la concepción foucaultiana de la historia del saber (Castro, 2018).
Esta nueva forma de concebir a la historia dotó de nuevos elementos para entender mejor el comportamiento del saber a lo largo del tiempo, por ello es que estas nuevas categorías de análisis permitieron hacer un estudio de los fenómenos del pasado y observar por medio del microscopio foucaultiano las configuraciones de las positividades, estas nuevas categorías son el aporte esencial que Foucault realizó en la filosofía de la historia. Para Roger Chartier, Michel Foucault asocia estrechamente una crítica devastadora de la noción de origen a una reformulación del concepto acontecimiento. Para él, la brutalidad del acontecimiento debe ubicarse, no en los accidentes en el transcurso de la historia o las elecciones de los individuos, sino en lo que aparece a los historiadores como lo menos “factual”, a saber, las transformaciones de las relaciones de dominación: por acontecimiento ha de entenderse no una decisión, un tratado, un reino o una batalla, sino una relación de fuerzas que se invierte, un poder confiscado, un vocabulario que se retoma y se vuelve contra sus usuarios, una dominación que se debilita, se distiende, se envenena a sí misma y otra que hace su entrada, enmascarada. Las fuerzas que están en juego en la historia no obedecen ni a un destino ni a una mecánica, sino al azar de la lucha (Chartier, 2007).
Para los historiadores tradicionales, la arqueología del saber se convirtió en una nueva forma de concebir el pasado y las nuevas formas requieren la invención de nuevos conceptos, por ello es que Foucault entiende de otra manera el acontecimiento, el a priori histórico, el archivo, al sujeto, etc. Pero ¿cuál es la metodología que propone Foucault en la arqueología del saber? Sin duda su texto en parte fue escrito para hacerle ver a sus críticos que lo que él hacia no era una historia tradicional, sino una nueva forma de excavar el lenguaje para encontrar sus saberes.
Al publicarse La arqueología del saber, el pensador francés dirigía su escrito especialmente a los historiadores, ya que propuso una nueva historiografía que priorizara los quiebres y rupturas, pero ¿cuál sería su propuesta metodológica? Hay algunas herramientas para pensar en reconstruir el pasado con otra mirada, pues bien, el análisis de Foucault enuncia desde la introducción una serie de problemas recientes en la historiografía, específicamente una crítica a la historia de las ideas, mencionando lo siguiente:
En la historia de las ideas, del pensamiento y de las ciencias, la misma mutación ha provocado un efecto inverso: ha disociado la larga serie constituida por el progreso de la conciencia, o la teleología de la razón, o la evolución del pensamiento humano; ha vuelto a poner sobre el tapete los temas de la convergencia y de la realización; ha puesto en duda las posibilidades de la totalización. Ha traído la individualización de series diferentes, que se yuxtaponen, se suceden, se encabalgan y se entrecruzan, sin que se las pueda reducir a un esquema lineal (Foucault, 2013, pág. 18).
Foucault rompe con una historia totalizante y con una teleología en el devenir histórico y expresa que hay una serie de yuxtaposiciones y encabalgamientos que se puedan reducir a un sistema. Lo discontinuo era lo dado y lo impensable que se ofrecía bajo la especie de los acontecimientos dispersos (decisiones, accidentes, iniciativas, descubrimientos) y lo que debía ser, por el análisis, rodeado, reducido, borrado, para que apareciera la continuidad de los acontecimientos (Foucault, 2013).
Uno de los rasgos más esenciales de la historia nueva es sin duda ese desplazamiento de lo discontinuo: su paso del obstáculo a la práctica; su integración en el discurso del historiador, en el que no desempeña ya el papel de una fatalidad exterior que hay que reducir, sino de un concepto operatorio que se utiliza; por ello, la inversión de signos, gracias a la cual deja de ser el negativo de la lectura histórica (su envés, su fracaso, el límite de su poder) para convertiste en el elemento positivo que determina su objeto y la validez de su análisis (Foucault, 2013).
En esencia, la historia global comienza a darle paso a lo local, fragmentario, micro, ruptura, discontinuo, etc. Para Foucault, desde hace mucho tiempo, los historiadores localizan y describen estructuras, sin haberse preguntado jamás si no dejaban escapar la vida, la frágil, la estremecida historia. La oposición estructura-devenir no es pertinente ni para la definición del campo histórico, ni, sin duda, para la definición de un método estructural (Foucault, 2013).
En La arqueología del saber encontramos los postulados más relevantes que propone Foucault para repensar el pasado. Se adentra al análisis del lenguaje y describe qué son para él las regularidades discursivas, las unidades del discurso, las formaciones discursivas, la formación de los objetos, la formación de las estrategias, el enunciado, la función enunciativa, la descripción de los enunciados, el a priori histórico y el archivo esencialmente. En su último apartado se enfoca en la descripción arqueológica y la diferencia que hay entre su arqueología con la historia de las ideas y la ciencia y el saber. Sin embargo, es importante destacar, cuál es el método arqueológico. En este sentido, Foucault determinó una serie de criterios para sistematizar las características de las grandes unidades discursivas denominadas ciencias humanas, estos son:
Estamos de acuerdo con Gabriela Lechuga en que los libros de Foucault son libros-herramienta que sirven para analizar la realidad a partir de una ontología de la verdad, pero la metodología de la arqueología del saber radica en la concepción filosófica que se tenga por parte de los historiadores o de los científicos sociales ya que es necesario, como lo cuenta Gabriela que en primera instancia se reflexione y analice cuál es o cuáles han sido los criterios de formación para que se detecten las reglas de formación de los discursos. De igual forma, las transformaciones para averiguar las condiciones que se dieron para que se formara una positividad, como en el caso de la psiquiatría y la correlación de elementos internos y externos para que los discursos adquieran su autonomía. Una vez teniendo en cuenta dichas consideraciones podemos partir del descubrimiento de las capas discursivas que se encuentran en la realidad y poder ser los futuros arqueólogos del saber, para descubrir esos nuevos nacimientos del saber que estarán por llegar.
Sin lugar a dudas el pensamiento de Michel Foucault instauró un precedente en la historia y especialmente en la historia de las ideas, ya que a partir de su pensamiento reflejado en La arqueología del saber marcó el nacimiento de un nuevo paradigma para el estudio de la historia y para la reflexión de los fenómenos sociales. Con esta obra Foucault inauguró un nuevo campo de saber basado esencialmente en el discurso y la historicidad, pero a partir de una concepción filosófica que quiere salir del sistema analizando las rupturas, los quiebres y pensar a la otredad que, al mismo tiempo, es el fundamento de la aparición de nuevas positividades o campos del saber. Por ejemplo, nada tendría que decirnos la psiquiatría, si no hubiera un enfermo mental y nada tendría que enseñarnos el enfermo mental si no existiera un loco o la aparición de la sin-razón. Con este tipo de descubrimientos, Foucault se convierte en el historiador del presente a partir de su herramienta arqueológica para explicarnos la configuración de los discursos que están por nacer y la desaparición de otros, los entrecruces de los saberes y las diversas miradas que se tienen de los acontecimientos.
Sin duda, la arqueología filosófica es la base para reflexionar y analizar una nueva filosofía de la historia que prioriza lo otro y que sale fuera del sistema pulverizando todo principio de totalidad y todo devenir teleológico, el pensamiento arqueológico sienta las bases para que se suscitara un interés de suma importancia sobre el concepto de genealogía que había utilizado Nietzsche para descubrir las ramas de cómo se llegó a pensar en la moral y a través de ella poder conducirnos en alguna determinada época. Para 1971, Foucault escribiría un ensayo sobre las formas de concebir la historia de Friedrich Nietzsche estudiando específicamente su Segunda consideración intempestiva que le daría las herramientas epistemológicas al filósofo francés para seguir pensando sobre la política, el crimen, la población, el poder pastoral y, sobre todo, la sexualidad. Foucault, en este sentido, ha perfeccionado su microscopio social para detallarnos el por qué surge un saber, pero al mismo tiempo, nos proporciona la base de los saberes a partir de la otredad, las ciencias que provienen de las alquimias, la razón que quiere ocultar a la sin-razón, la intencionalidad del lenguaje y todos los dispositivos discursivos que se pueden observar a partir de las diversas capas de la realidad. Con esto, Foucault instauró una historiografía del saber apoyado por la historia y la filosofía.
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