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Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.

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Los intérpretes de la conquista española: Malinche y Felipillo desde la perspectiva literaria por Claudia Liliana González Núñez

Julio-diciembre 2022, número 27.
Autor: Pinchi Necro. Título: Pecado 2. Técnica: Tinta china sobre fabriano. Medidas: 30x50cm.

González Núñez, Claudia Liliana. (2022). Los intérpretes de la conquista española: Malinche y Felipillo desde la perspectiva literaria. Revista digital FILHA. Julio-diciembre. Número 27. Publicación semestral. Zacatecas, México: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: http://www.filha.com.mx. ISSN: 2594-0449. 

Claudia Liliana González Núñez. Mexicana. Doctora en Estudios Novohispanos por la Universidad Autónoma de Zacatecas, es docente investigadora de la Unidad Académica de Letras de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Pertenece al cuerpo Académico UAZ-180 “Historia y crítica de la relación entre la literatura y la Nueva España”. Actualmente trabaja la línea de investigación “Continuidades y rupturas del mundo novohispano en la literatura hispanoamericana contemporánea”. Orcid ID: https://orcid.org/0000-0001-8601-4291  Contacto: cgonzalez@uaz.edu.mx

LOS INTÉRPRETES DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA: MALINCHE Y FELIPILLO DESDE LA PERSPECTIVA LITERARIA

Interpreters of the Spanish conquest: Malinche and Felipillo from the literary perspective

 

Resumen: El artículo busca revisar la figura del intérprete como mediador lingüístico y cultural, a través de los personajes Malinche y Felipillo, quienes sirvieron respectivamente de lenguas a los conquistadores Hernán Cortés y Francisco Pizarro en los procesos de dominación de los imperios Mexica e Inca. Se propone el análisis de dos novelas hispanoamericanas contemporáneas de temática virreinal con el interés de describir la representación del intérprete desde la perspectiva de la ficción literaria como un discurso alterno al registro histórico y a la historia de la traducción. El artículo discute los conceptos de intérprete, intérprete bilateral, así como el término de traducción cultural en el afán de reflexionar la compleja tarea de la comunicación, entre dos culturas con distinta lengua. Finalmente, la literatura se presenta como otro soporte discursivo con la facultad de abrir nuevas miradas de conocimiento y comprensión sobre la historia, la memoria y la identidad.

Palabras clave: Intérprete, lengua, cultura, comunicación, literatura.

Abstract: This paper is about an important figure of the Spanish viceroyalty period on Hispano-American literature: the interpreter as a linguistic and cultural intermediary through characters Malinche and Felipillo, whose languages served in the conquest process of the Mexica and Incan Empire. It is proposed the analysis of two colonial themed contemporary Hispano-American novels seeking to portray the image of the interpreter through the lens of literary fiction as an alternative to the historical record and the history of translation. Concurrently, the article discusses about the ideas of interpreter, bilateral interpreter, as well as cultural translation, striving for a reflection of the difficult challenges that the interpreters faced when communicating. Last but not least, literature arises as a discursive basis with the capability of being able to bring new perspectives to knowledge and understanding of history, memory and identity.

Keywords: Interpreter, language, culture, communication, literature.

 

 

La Malinche glorifica […] el papel de intermediario. No se somete simplemente al otro, sino que adopta su ideología y la utiliza para entender mejor su cultura, como lo demuestra la eficacia de su comportamiento.

Todorov

 

El desempeño del papel de traductor, es decir ser a la vez emisor y receptor en sistemas de diferentes signos, le tocó a Felipillo entre frentes contrariamente opuestos… Parece que Felipillo al darse cuenta de que Atahualpa se había negado a comprender sus traducciones…quiso hacer adaptaciones derivadas de la cultura destinataria.

Jochen Plötz

 

En su artículo: Lenguas, Farautes y Traductores en el Encuentro de los Mundos, Miguel A. Vega Cernuda expone el poco interés que ha recibido la figura del intérprete desde el ámbito histórico: “Hora es ya de reivindicar el papel que desempeñaron los mediadores lingüísticos en el Descubrimiento” (Vega, 2004, p.82). Este autor enfatiza en la necesidad de visibilizar la tarea de la comunicación entre culturas y lenguas mutuamente extrañas y la función de sus protagonistas.

Los intérpretes fueron piezas clave en los procesos de guerra y negociación, poseían una serie de habilidades que incluso trascendían el dominio lingüístico, es decir, las lenguas no sólo intercambiaban equivalencias léxicas, sino que tenían que ejecutar una reconstrucción del mensaje, adaptarlo a las ideas de la otra cultura (Burker, 2010). Tal desplazamiento implicaba el conocimiento de ambas lenguas, pero también de aspectos culturales. La participación y valor de los traductores orales son notoriamente trascendentales. Sin embargo, estos personajes han sido olvidados, en su mayoría carecen de un nombre o identidad y han pasado a la historia bajo la sombra de los grandes protagonistas y se han reducido a un sustantivo con atribución colectiva como “las lenguas”, “los intérpretes”, “los farautes”. Si bien la historia de la traducción ha hecho intentos por visibilizarlos, aún falta trabajo de investigación que dé cuenta de quiénes fueron y cómo llevaron a cabo su labor.

Este artículo refiere al ámbito literario, particularmente a dos figuras clave en la Conquista española de los grandes imperios, el mexica y el inca. Se busca examinar a los personajes de la Malinche y Felipillo en novelas hispanoamericanas contemporáneas, Amor y Conquista de Marisol Martín del Campo y El espía Inca de Rafael Dumett. Ambos personajes fungieron como las lenguas de los principales conquistadores españoles, Hernán Cortés y Francisco Pizarro. Más allá de otras representaciones que han sido motivo de reflexión, interesa sobre todo rescatar aquellas imágenes de los intérpretes en su actuar como intermediarios lingüísticos y culturales. Observarlos como agentes de comunicación también implica un proceso de desmitificación, pues pensar o imaginarlos en su situación real, muestra, más que una comunicación óptima una serie de conflictos a los que se enfrentaron.

En el caso de la historia de América, el período de la Conquista española ha sido motivo de una serie de reflexiones desde una mirada revisionista y crítica a partir de los horizontes del mundo contemporáneo. Se pretende localizar la presencia de personajes, episodios, elementos de la cultura colonial muy arraigada en el imaginario literario, la cual persiste como parte de la cultura y de la identidad hispanoamericana. En tal contexto se enmarca esta reflexión.

 

Tender puentes, tejer palabras

Intérpretes o lenguas, así fueron llamados aquellos sujetos que poseían ciertas habilidades en el manejo de dos códigos lingüísticos. Los conquistadores en América reconocían la importancia de contar con éstos, por lo que una de las tareas iniciales era reclutar indígenas que fungieran como intermediarios. Los registros históricos, sobre todo las crónicas, hacen alusión a Juliancillo y a Melchorejo como los primeros intérpretes que tuvieron contacto entre españoles e indígenas. Sin embargo, existen muchas lagunas sobre su participación y pronto desaparecen del panorama histórico.

Hay que remarcar la importancia que las lenguas representaban para los conquistadores. La función de los intérpretes estaba ligada a una política expansionista, no sólo de poderío imperial, sino también espiritual. La implantación de una nueva lengua fue siempre símbolo de victoria militar y religiosa. Ya que los objetivos se traducen también en propósitos de evangelización y castellanización, metas que se alcanzarían en gran medida gracias al trabajo de las lenguas y más adelante de los traductores misioneros, quienes fueron desarrollando y perfeccionando tal labor, así lo sostiene Gladys Merma Molina en sus reflexiones sobre los primeros contactos entre la lengua castellana y las lenguas indígenas (Merma, 2013).

Los intérpretes o lenguas fueron los primeros intermediarios lingüísticos, operaban el intercambio de palabras y de sus connotaciones a través de la oralidad, en tiempo inmediato y presente, por lo que su trabajo implicaba cierto grado de complejidad y eficacia. Vega Cernuda se pregunta cómo estos intérpretes fueron decodificando mensajes, con qué herramientas se desenvolvían y a qué dificultades lingüísticas se enfrentaron: problemas que iban desde los aspectos fonético-fonológicos, sintácticos y semánticos, pues no era suficiente lo que Vega Cernuda denomina como “la voluntad lingüística”, sino que la tarea de los intérpretes representó un gran desafío en la comprensión de lo otro, de otra lengua, de otra cultura, de otro mundo (Vega, 2004).

En el caso del personaje de la Malinche, Hernán Cortés corrió con suerte al encontrar justo a una mujer que hablaba dos lenguas: el náhuatl, su lengua materna y el maya, que había aprendido desde muy corta edad, según Bernal Díaz del Castillo. A su vez, el capitán español contaba con otro intérprete, Jerónimo de Aguilar, prisionero por tribus mayas, que fue rescatado luego por Cortés y quien durante su cautiverio aprendió el maya. Es así que las primeras negociaciones entre nahuas y españoles se dieron en forma triangular: Malinche interpretaba del náhuatl al maya y Aguilar del maya al castellano. Esto se llevó a cabo hasta que Malinche aprendió el castellano y asumió todo el proceso de comunicación.

Malinche pasó de ser esclava a fungir como la lengua de Cortés. Lo acompañaba a todas sus diligencias, escenas importantes que han quedado registradas en los códices indígenas y en las crónicas de la época donde el personaje figura como la intérprete, descifradora y mensajera. Margo Glantz en su artículo La Lengua en la Mano reconsidera muchos de estos aspectos y en sus reflexiones concibe la tarea de la interpretación como un proceso que va más allá de la aparente traslación de significados de un vocablo a otro: “Cortés no necesita una simple lengua, necesita además un faraute. En las cartas de relación esa palabra se repite varias veces” (Glantz, 2000, p.118). Ser faraute implica, según Glantz, un modelador de la trama. Con esta idea la autora apunta la complejidad de los procesos de traducción. 

Según Bolívar Echeverría, el trabajo de la traducción en el escenario particular de la Malinche histórica, no fue sencillo, pues tenía que mediar o alcanzar el entendimiento entre dos universos discursivos construidos en dos historias completamente nulas, ser el puente entre tres idiomas: el náhuatl, el maya y el español. El autor califica la labor de la Malinche como “admirable intervención […] una mezcla de sabiduría y audacia la llevó a asumir el valor de intérprete” (Echeverría, p.120) Townsed reafirma esta idea al adjudicar a la Malinche cualidades que van más allá de repetir lo que otros decían en el contexto extranjero “Como la persona liminar que era, podía hablar en registros variados y, por lo tanto, trasmitir lo dicho de manera pertinente” (Townsed, 2016. p. 54). Además de hablar como “una dama de poder” lo cual implicaba una retórica de autoridad.

La Malinche en calidad de intérprete fue estimada por la visión hispanofilia, así lo comenta Cristina González Hernández en su estudio antropológico Doña Marina (la Malinche) y la Formación de la Identidad Mexicana. Tal tradición explicó sus dones lingüísticos como testimonio de un milagro cristiano, concedido por la divina providencia. Fue equiparada con figuras bíblicas y reconocida como una heroína militar y religiosa (González, 2002, p. 97). Sin embargo, la reinterpretación que más predominó fue la elaborada en el siglo XIX tras la victoria de los liberales, quienes se dieron a la tarea de reescribir ciertos mitos nacionales, entre ellos, el mito negro de la Malinche, vinculada a la traición de la raza. En esa tradición, Octavio Paz, en su Laberinto de la Soledad, omite e invisibiliza al personaje desde su rol de lengua.

En la conquista del imperio incaico, Francisco Pizarro era acompañado de Felipillo, un indio tallán quien fue reclutado en las primeras expediciones al sur, hablaba el quechua y aprendió el castellano por el contacto y la convivencia con soldados españoles: “Felipillo les sirvió a los españoles de asesor transcultural y de intérprete en todos los diálogos que se producían a lo largo de la Conquista” (Plötz, 2016, s.p.).

Al igual que en la biografía de la Malinche, existen muchas lagunas en la biografía de Felipillo, principalmente sobre su origen, pero las crónicas en general han reconocido su tarea como mediador lingüístico. Quizá la interpretación del cronista el Inca Garcilaso de la Vega ha pesado sobre las apreciaciones históricas y populares que se tienen del intérprete, pues el autor reconoce la compleja labor a la que se enfrentaron las lenguas en su función de mediadores. No obstante lo anterior, se visualiza a Felipillo como poco apto en cuestiones de comunicación y con deficiencia al traducir palabras que no existían en la cosmovisión inca. Ha quedado relacionado con una serie de acciones vinculadas con la traición, es decir, con la manipulación y tergiversación de los mensajes con el fin de acabar con Atahualpa. Interpretaciones más recientes han contribuido a repensar al personaje desde otras miradas y contextos y a explicar sus intrigas y atribuciones desde una serie de justificaciones raciales, étnicas y simbólicas.

 

Tejer mundos

Malinche y Felipillo vivieron en ambientes similares de sobrevivencia y sometimiento, ambos descienden de pueblos nativos y se les impuso la tarea de la traducción en un contexto de guerra, de incertidumbre y peligro, en una relación de subordinación y dependencia hacia los españoles y hacia sus capitanes en la dinámica esclavo-amo. Existen interpretaciones sobre cómo se llevaba la comunicación y el control fidedigno de los mensajes. En el caso de la Malinche, Bernal elogia sus dotes lingüísticos, sin embargo, esta mirada idealizada del proceso de traducción se pone en cuestionamiento debido a las circunstancias en que se desenvolvían los intérpretes. Su tarea no fue nada sencilla y las palabras no fluían con tanta velocidad, al contario, ser la lengua del capitán español representaba una misión ardua y compleja, en ciertos momentos incluso, fracasada, puesto que no existía un dominio pleno de ambos códigos lingüísticos ni culturales.

Quedan muchas dudas y cuestionamientos sobre cómo se desenvolvieron estos personajes en su realidad histórica, más allá del conocimiento de las lenguas, se imagina a los intérpretes como lectores y descifradores de todos los sistemas de signos que estaban frente a sus ojos, los lenguajes visuales como los movimientos del cuerpo, la gesticulación y la tonalidad o volumen de la voz, así como lenguajes culturales como los signos religiosos y políticos. La comunicación eficaz depende de la decodificación de todos los elementos del mensaje que incluyen aspectos verbales y no verbales.

Según los tratados y los estudios de interpretación existen tipologías de acuerdo a las características de cada particularidad de las traducciones orales. En la actualidad, los intérpretes se forman en espacios académicos y suelen tener un entrenamiento. Malinche y Felipillo fueron lanzados al mundo de la diplomacia y de las negociaciones políticas sin una preparación siendo, como Buker lo señala, traductores amateurs, los cuales van aprendiendo el oficio a través de la experiencia.

Malinche y Felipillo llevaron a cabo una interpretación bilateral (Callados, 2001) es decir, se encontraban en medio de dos agentes lingüísticos que se diferenciaban por el código y la cultura. La conversación debió ser dinámica y lo más ágil posible, ya que no había tiempo para reestructurar o reelaborar los mensajes, pues todo ello ocurría en tiempo real. Las palabras se traducían a través de la tercera persona, con la intención de lograr cierta postura neutral. Lo más complicado consistía en cambiar de un código a otro con rapidez y la capacidad de traslado o ­adaptación de palabras o vocabulario desconocido en donde la equivalencia semántica era casi imposible. Una de las principales habilidades fue la memoria a corto plazo, el mensaje debía retenerse y recordarse casi inmediato a su traducción, si se olvidaba había que regresar a los interlocutores, acto que retrasaba las diligencias y se leía como un vicio o debilidad comunicativa.

Federico Navarrete alude a la cadena de la traducción en referencia a Malinche como traductora:

 

  1. Cortés habla en español, utilizando conceptos políticos y religiosos cristianos.
  2. Malintzin escucha las palabras de Cortés en español y trata de comprenderlas.
  3. Malintzin traduce las palabras al náhuatl para que las escuchen los gobernantes indígenas.
  4. Los gobernantes escuchan las palabras en náhuatl de Malintzin.
  5. Los gobernantes responden en náhuatl utilizando conceptos políticos y religiosos mesoamericanos.
  6. Malintzin escucha las respuestas en náhuatl.
  7. Malintzin traduce las palabras al español.
  8. Cortés escucha la traducción de Malintzin en español. (Navarrete, 2021, p. 47).

 

Navarrete muestra la cadena de traducción realizada por Malinche. El autor compara la manera en la que Cortés escribe sus Cartas de relación, en la cuales omite la complicada labor de las lenguas y presenta el mensaje como un acto natural. “Cortés se presenta como la persona que controla la comunicación, que expresa con singularidad sus ideas y propuestas y que es entendida cabalmente por sus interlocutores” (Navarrete, p. 46). Sin embargo, desde la perspectiva de este autor, la realidad seguramente fue de otra manera. Los registros literarios que conforman el corpus aquí analizado dan cuenta de las tensiones que vivían las lenguas de los conquistadores detrás de la difícil tarea de la comunicación, los acuerdos y las negociaciones.

 

Amor y conquista y El espía inca

El escenario literario sobre aquellas novelas que ficcionalizan al personaje de la Malinche es vasto. Tanto escritores y escritoras mexicanos y extranjeros han reescrito su historia y le han dado preponderancia a algunos de tantos aspectos que la constituyen: la orfandad, el redescubrimiento de su origen a partir de su lengua materna, la esclavitud, la maternidad y el tema amoroso por mencionar ciertos elementos presentes en las narrativas contemporáneas.

Tras revisar una serie de novelas, Amor y Conquista: La novela de Malinalli mal llamada Malinche de Marisol Martín del Campo se colocó como una narrativa muy completa en el ámbito histórico, pues la autora se documenta y enriquece el contexto de los personajes y de las situaciones de la época. Respecto a la figura de la intérprete el análisis literario dio como resultado una imagen rica en elementos propios de la tarea de la interpretación.

La construcción del personaje es verosímil pues no cae en la exageración o en la idealización. La novela da testimonio de los conflictos que surgen al momento de hacer la traslación de un código a otro, así como lo plantea Cernuda. El siguiente fragmento indica dificultades a nivel léxico:

 

–Tenemos muchas cosas más, con gusto las intercambiaremos por oro. Y para su gran señor Moctezuma, traigo de parte de mi rey don Carlos estos regalos que os agradecería se los hicierais llegar. Esta silla de caderas con entalladuras de terracea; estas “margaritas”, mire son piedras trasparentes envueltas en algodón con almizcle para que huela bien, esta gorra carmesí con una medalla de oro de San Jorge a caballo, matando a un dragón. –Cuántas palabras intraducibles si no sabemos qué es terracea, ni qué San Jorge, ni qué dragón o gorra, me limitaré a señalar las cosas (Martín del Campo,1999, p. 77).

 

Malinche muestra su desconocimiento ante una serie de palabras no reconocidas y sale de conflictos apoyándose de la expresión corporal, limitándose a señalar los obsequios para el emperador azteca.

En escenas posteriores, se muestra con mayor confianza debido al ejercicio constante de la traducción, así se observa en algunos pasajes de la novela la capacidad de toma de mando, la consejería y también la libertad que alcanza. Esto último se presenta cuando la Malinche habla directamente con los interlocutores sin necesidad de informarle todo a Cortés y Aguilar. La autonomía lingüística la logra gracias al aprendizaje constante que ella emprende sobre la lengua castellana: “Tres hombres nos miraban hablando entre ellos. Me molestó no entenderles […] Cada día aprenderé palabras extranjeras: ya sé pan, nuestroseñorje, Alonso, almuerzo” (Martín del Campo, 1999, p. 68).

Hay que remarcar un aspecto importante en la representación de la intérprete, ya que a diferencia de lo que sucede en otras obras, se refleja cierto vocabulario de las lenguas maya y náhuatl, así como las relaciones interculturales y el problema de la identidad.

La novela es rica en indigenismos. Este aspecto resulta fundamental en el intento de reconstruir desde los mundos ficcionales el trabajo del intérprete. La autora reconfigura al personaje desde una condición dual, pues ella ha crecido con la idea de que es una mujer maya y la novela ventila este conflicto. Así se encuentran variaciones entre vocablos mayas y nahuas; así como el problema religioso, pues cuando los españoles le imponen la región católica, ella insiste en que es una creyente de la diosa maya Ixchel, haciendo a un lado la cosmovisión nahual, la cual predomina en otras narrativas. Esto mismo ocurre cuando Malinche sabe que el pueblo azteca después de la caída de Tenochtitlán la ha condenado llamándola traidora; ella se cuestiona a quién realmente traicionó, reflexionando nuevamente que ella creció entre los mayas, reivindicándose desde el aspecto cultural o en otro término más amplio, multiculturalidad.

Por su parte, El espía inca es una novela peruana contemporánea escrita por Daniel Dumett. La trama se sitúa en uno de los momentos más álgidos de la conquista Inca, en Cajamarca, donde un grupo de españoles encabezados por Francisco Pizarro habían tomado prisionero a Atahualpa, emperador del imperio inca. El autor reconstruye la época del siglo XVI y a los personajes que intervinieron en la caída del imperio y la posterior colonización a través de una mirada documentada y crítica hacia el pasado, pero sobre todo a través de una prosa que recuerda al realismo mágico y, al mismo tiempo, hace consciente la crueldad y la violencia de la guerra donde no hay piedad para el adversario. Se engarza a la narración principal la historia ficcional sobre el supuesto plan de rescate del emperador por parte de un infiltrado.

Una de las virtudes de la novela son la variedad de personajes que se describen y cuyos registros verbales logran la ambientación histórica. Hay pasajes donde se emula el castellano del siglo XVI, así como fragmentos en la lengua quechua. El texto persigue el bilingüismo mediate la alternancia de las lenguas dominantes. En este contexto, Dumett incorpora a los intérpretes, farautes o lenguas, los visibiliza como agentes lingüísticos, piezas clave en la toma de decisiones y compañeros inseparables de los españoles, no obstante, los reconfigura en el universo ficcional por medio de una postura apegada a su realidad histórica, es decir, las lenguas como Martinillo y Felipillo aparecen bajo una serie de problemas al momento de participar como los traductores oficiales.

Es importante anotar que, durante el desarrollo de la novela, la pregunta que más se plantean los conquistadores refiere a los problemas de comunicación. Constantemente Pizarro cuestiona a sus lenguas bajo el interrogativo ¿Qué dice? Como signo de la necesidad por comprender las palabras de los otros, las palabras de los extraños y la frustración que provoca el no entendimiento.

En variadas ocasiones, se evidencia entre los diálogos que entablan los intérpretes y sus interlocutores, frases como la siguiente: “No entiende el faraute” (Dumett, 2021, p.97). La expresión indica el momento en que el intérprete no puede hacer traducción de una lengua a otra debido a la falta de dominio de ambas. Esto es relevante, ya que los personajes se humanizan respecto a su entorno histórico y cultural y no se presentan como lenguas prodigiosas capaces de traducir con velocidad y fluidez.

En la novela de Dumett también se aprecian las diferencias entre Martinillo y Felipillo, puesto que el primero maneja con más cuidado las conversaciones y se representa como un intérprete eficaz, mientras que los diálogos de Felipillo no fluyen de la misma manera:

 

Sin tardanza, el chiquillo tallán se adelanta y habla, dirigiéndose directamente a Atahualpa.

­­–Apu Machu–dice con insolencia, señalando al barbudo más viejo, me está preguntando si tú de verdad eres el Único Inca ¿Qué le digo?

Tomándose todo el tiempo del mundo Atahualpa habla quedo al oído de su portavoz.

­–El señor del principio quiere saber por qué tus señores dudan del que el Inca sea Inca–dice Uan Chullo.

El tallán traduce lo dicho a la lengua extranjera (…)

El chiquillo es hábil. Parece hablar la lengua barbuda fluidamente a pesar de haber aprendido en menos de cinco martes de luna (Dumett, 2021, p. 86).

 

Burke apunta que la traducción cultural implica una tarea de adaptación o domesticación, trasladar lo ajeno a la propia cultura, este ejercicio depende del conocimiento no sólo lingüístico, sino cultural. En el Espía Inca los intérpretes aparecen como sujetos que observan detenidamente las acciones, los gestos y las costumbres de los españoles, con la intención de familiarizarse con la lengua, pero también con la cultura: 

 

Imita tanto a sus amos que Salango si no alienta el espejismo de parecerse de ser como ellos. Habla con los mismos ademanes altaneros. Viste sus mismas prendas de metal. Sus ojos miran con el mismo filo cortante como los barbudos (Dumett, 2021, p. 87).

 

En el caso de Felipillo, el autor lo presenta como un intérprete con una serie de dificultades para la traducción, sin embargo, es quien acompaña a Pizarro en todo momento y en toda la historia que se confabula, hasta ser el intérprete en el juicio final de Atahualpa.

 

La literatura y el resguardo histórico

La mancuerna entre literatura e histórica coincide en la necesidad de preservar el pasado. La propia memoria histórica de los pueblos hispanoamericanos está contenida en una serie de textos de carácter literario que dan muestra de los procesos de origen, conquista, independencia e identidad. La revisión de las obras aquí estudiadas expone el papel de la traducción como uno de los aspectos más relevantes de las novelas. En el caso de El espía inca los farautes son representados como personajes centrales de la trama, no son elementos incidentales, sino que el autor los llama por su nombre, cuenta su historia y rescata su lengua de origen. Más allá de esto, lo que se destaca es que ambas novelas brindan un retrato más fidedigno de las lenguas con respecto a otras representaciones en otros textos, pues estas novelas toman en cuenta su realidad histórica, de ahí que Amor y conquista ofrezca una visión más completa de la Malinche como traductora.

A pesar de que la historia de la traducción ha hecho esfuerzos por reconstruir los personajes, escenarios y acciones del pasado, aún falta trabajo por hacer. En el ámbito específico de la literatura, hay una lista de novelas hispanoamericanas que ofrecen elementos de análisis y reflexión sobre la época virreinal y sobre los intérpretes. Son obras contemporáneas, las cuales cuestionan al propio discurso histórico, desmitifican y abren otras posibles interpretaciones.

 

Bibliografía

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