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Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.

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Reseña Comunidad y Pedagogía. La Filosofía Platónica de la Educación por Gustavo Esparza

Julio-diciembre 2019, número 21.
Autor: Rita Vega Baeza. Título: Veranos en Chicago VII. Técnica: Mixta sobre lienzo. Medidas: 30X20cm. Año: 2017.

Esparza, Gustavo. (2019). Reseña Comunidad y Pedagogía. La filosofía Platónica de la Educación. Revista digital FILHA. Julio-diciembre. Número 21. Publicación bianual. Zacatecas, México: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: www.filha.com.mx. ISSN: 2594-0449. 

Gustavo Esparza. Doctor en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Profesor Investigador del Departamento de Humanidades de la Universidad Panamericana, Aguascalientes. Miembro de la Línea Mito, Conocimiento y Acción. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Es coautor del libro Mito, conocimiento y acción. Continuidad y cambio en los procesos culturales. gaesparza@up.edu.mx

Reseña Comunidad y Pedagogía. La Filosofía Platónica de la Educación

Review: community and pedagogy. Platonic philosophy of education

Resumen: El libro de Claudio César Calabrese Comunidad y Pedagogía. La filosofía platónica de la educación [Zacatecas, Texere, 2018. 222 pp.] elabora una reflexión sistemática de la obra del pensador griego, rastreándose los postulados educativos centrales de Platón. La aportación central se encuentra en la demostración del valor pedagógico de los mitos como un recurso intrínsecamente necesario para la formación del ser humano. En la reseña presente se ofrece un marco histórico con el cual contrastar las aportaciones del libro que presenta el autor para hacer evidentes los avances que la investigación ofrece, no sólo para la filosofía de la educación, sino para la reinterpretación de la historia de la pedagogía.

Palabras clave: historia, pedagogía, educación, platón, filosofía, griegos. 

Abstract: Claudio César Calabrese´s book Community and Pedagogy. The Platonic philosophy of education [Zacatecas, Texere, 2018. 222 pp.] elaborates a systematic reflection of the work of the Greek thinker, tracing the central educational postulates of Plato . The central contribution is found in the demonstration of the pedagogical value of myths as an intrinsically necessary resource for the formation of the human being. The present review offers a historical framework with which to contrast the results presented by the author in his book to make evident the advances that his research offers, not only for the philosophy of education, but for the reinterpretation of the history of the pedagogy.

Keywords: history, pedagogy, education, Plato, philosophy, greeks.

 

Introducción

Dentro de la historia de la pedagogía existe un intenso debate que, desafortunadamente, hoy en día se encuentra pausado. La tensión central se cuestiona lo siguiente: ¿Es la pedagogía una ciencia? Frente a la pregunta podemos encontrar distintos matices de respuesta que, en términos generales, podríamos presentar como aquellos quienes lo afirman y quienes consideran que el estatuto científico no es del todo claro.

Lorenzo Luzuriaga (1950) y René Hubert (1952) son enfáticos en la afirmación sobre la cientificidad de la pedagogía, mientras que Francisco Larroyo (1969) y Consuelo Buchon & Carmen Valdivia (1971), aunque reconocen la existencia de una ciencia de la educación, atenúan la unidad de una “pedagogía” como saber unificador y plantean que existe un cierto acuerdo comunitario en reconocer en aquella un modo genérico de referirse a las formas y procesos educativos. En el estado de la cuestión, entonces, se advierte una tendencia por calificar a lo pedagógico como un tipo de saber que regula y reglamenta las acciones educativas, pero no existe unanimidad en su naturaleza científica.

Sobre la génesis temporal del surgimiento de un saber científico-pedagógico, la concordancia es aún más difusa. En cierto sentido, la falta de unidad en torno al carácter epistémico de una actividad que se interesa por los procesos educativos, ha hecho compleja la delimitación del origen histórico del saber propiamente pedagógico. Algunos historiadores de la educación reconocerán las dificultades de esta disciplina, refiriendo que la carencia de un concepto base dificulta la definición de los orígenes de las prácticas de «preservación de una conciencia social y cultural» (Bowen, 1976, p. 17); es decir, la falta de un concepto básico de pedagogía ha dificultado el estudio de los fenómenos educativos.

Si analizamos algunos ejemplos de lo anterior, veremos que para Isabel Gutiérrez (1972), las dificultades metodológicas para elaborar una historia de la educación afrontan, como primer problema, el dilema de la naturaleza del objeto de estudio y, como segundo, la distinción epistemológica entre procesos educativos y pedagógicos; es decir, el primer dilema ha sido entender y distinguir qué es la educación y el segundo, desde cuándo existe la pedagogía. El origen de dicha ciencia, para la autora, no es el mismo que el de la historia de la educación, sino que se hace pedagogía desde que existen intentos por organizar un sistema social de transmisión ordenado a las nuevas generaciones.

Encontramos también otros trabajos clásicos como los de Abbagnano & Vusalberhi (1964) y el de Larroyo (1981), quienes, en lo general, consideran que la conciencia de una necesidad por organizar los procesos educativos se puede entender como el inicio de la actividad pedagógica, por ello, la Historia de la pedagogía que ambos trabajos dejan entrever, es que los intereses por organizar un sistema de comunicación social cuyo interés sea la transmisión de los principios vitales a las nuevas generaciones, debe entenderse ya como una praxis pedagógica y no sólo como una actividad educativa.

Ernesto Codignola (1969) contrastará con estas ideas anteriores al desarrollar un tratado histórico en el que considera necesario distinguir entre educación como hecho real (praxis) y la pedagogía como hecho ideal (teoría), de tal forma que no es posible postular que cualquier época hubiese alcanzado una concepción pedagógica propiamente dicha, aun cuando sea posible reconocer acciones educativas en ciertas culturas. La distinción, permite al autor reconocer que una historia de la educación debe comenzar en Grecia y desarrollarse hasta los inicios de la Modernidad, mientras que una historia de la pedagogía surge a consecuencia de la estructuración sistemática de los contenidos religiosos impulsada por la reforma protestante y hasta nuestros días.

Por su parte Franco Frabboni y Franca Pinto (2006) consideran que el surgimiento de una ciencia pedagógica es posible gracias al basto bagaje construido en el siglo XIX y XX sobre la naturaleza de la ciencia; para ellos, si la pedagogía surge como ciencia, se debe a la capacidad interpretativa del papel que debía asumir un saber sistemático objetivo del mundo. Sin la comprensión y distinción de las ciencias naturales y humanas, así como el papel que cada una debía cumplimentar para ser consideradas como tales, la designación de un saber como “científico” no puede sostenerse de ninguna referencia lingüística previo al siglo XIX. Por ello, la pedagogía adquiere su estatuto científico como ciencia humana, en la segunda década del siglo XX.

Al sintetizar todas las concepciones se pueden reconocer tres grandes grupos de respuestas sobre el tiempo y carácter epistémico de la educación y la pedagogía. Un primer grupo considera que en Grecia se dio origen a una ciencia de los procesos educativos. El segundo, al contrario, ubica a los procesos histórico-pedagógicos derivados de la Reforma y Contrarreforma como el punto de arranque de una conciencia reflexiva de la educación. Finalmente, el tercero considera que el prestigio alcanzado por las ciencias naturales a partir del siglo XIX, impulsó la conformación de las ciencias sociales en un sentido estricto; tales son los casos de la psicología, la sociología, la filosofía (como ciencia objetiva) y, por supuesto, la pedagogía.

Las respuestas posibles a este debate son esenciales para la comprensión de ciertos procesos sociales, administrativos y políticos que hoy en día nos rigen; el modo de abordar estos fenómenos –la concepción que se tenga de la pedagogía– remite necesariamente al enfoque de partida en el que el investigador educativo se asiente: considerar a Grecia como el origen, repercute en una investigación analítica de los términos y procedimientos formativos; partir de la modernidad, implica la consideración de los procesos didácticos como los temas focales de la educación; asumir la naturalización de la educación, se traduce en la visualización de la estadística como el método más idóneo para el tratamiento de los fenómenos educativos. Las diversidades, por tanto, son evidentes y encausan la visión de un método adecuado para estudiar la realidad educativa de nuestro país.

 

La filosofía de la educación como pedagogía en la obra de Platón

En este marco contextual se pueden ubicar las aportaciones que se ofrecen en Comunidad y pedagogía. La filosofía platónica de la educación. El autor del texto dialoga con estos problemas procurando construir una teoría pedagógica en sentido estricto. De los múltiples trabajos previos del autor, se pueden ubicar al menos dos aportaciones más que constituyen una revisión sistemática de la filosófica de la educación en el mundo helénico: Las posibilidades del humanismo (Calabrese, 2017) y Los fundamentos de la investigación pedagógica. Aristóteles y el mundo de la polis (Calabrese, 2015). En ambos trabajos previos, el autor “ensaya” una teoría de la educación que hace plausible la hipótesis de que sólo en las condiciones que fueron impulsadas por el pensamiento griego se podía dar paso a una pedagogía (científica) como hoy la conocemos.

En el libro aquí reseñado ¿Qué aporta Calabrese a la comprensión de la pedagogía? Son cuatro aportaciones generales al respecto: (1) Las condiciones intelectuales que hicieron posible el surgimiento de la pedagogía en Grecia, se encuentran en el pensamiento mítico, fuente básica para un sinfín de saberes. (2) Este modo de pensar se expresa en, al menos, tres sub-formas culturales de manifestación: (i) mito, (ii) narración mítica y (iii) mitología. (3) Platón, en particular, articuló un sistema de pensamiento de tal expresividad que fue capaz de unificar una cosmología sistemática en el conjunto de su obra; los textos de este autor griego, aunque hoy en día se consideran filosóficos, no se reducen a ello, pues contienen una pluralidad de variaciones: literatura, historia, matemáticas, psicología, pedagogía, etcétera. (4) como tesis relevante se sostiene que Platón, como filósofo de la educación, ofrece un sistema mito-lógico del cosmos.

El conjunto de planteamientos remite a la siguiente pregunta ¿Es posible una pedagogía desde el mito? Para Calabrese, la mito-logia griega ofreció una organización jerarquizada de las fuerzas naturales. La estructuración lógica del caos constituyó una distancia del padecer de los fenómenos; ya no estamos sujetos a las inclemencias de la naturaleza, ahora es posible nombrarla. La teogonía en la que las fuerzas salvajes destruían y constituían el orbe, adquirió un rostro y un nombre, un devenir y un porvenir, y sobre estos cauces, el ser humano pudo operar de acuerdo a un criterio. La concepción de algo ajeno al mundo humano (las divinidades) permitió la regionalización de un sistema de acciones rituales con el cual entrar en diálogo para operar libremente.

El descubrimiento de las posibilidades de comunicar lingüísticamente la experiencia subjetiva, ofrece un nuevo mundo para el ser humano. Platón, al ser de los primeros pensadores en reconocer esta beta, en su obra no apostará por la narratividad mitológica como expresión estética, sino que concebirá a la percepción mítica como el objeto hacia el que se dirige el lenguaje. Por ello, en lugar de someter la experiencia a las posibilidades del decir, invertirá los términos y exigirá que la narración exprese el ser verdadero de los fenómenos percibidos.

 

La amplitud de la argumentación contra la literatura dramática que propone la limitación de lo peor, requiere de nuevas precisiones para comprenderlas desde nuestro presente… El avanzar progresivamente implica tanto seguridad sobre el terreno en el que se progresa [así como] una acuciante experiencia acerca del límite del discurso dialógico. En este punto se presenta la posibilidad del mito, que corre, por medio de evocaciones y símbolo, los líndes del conocimiento de lo real en términos de contemplación. El fin de la educación filosófica… consiste en desentrañar la verdad que los mitos expresan, luego de alcanzar los límites del lenguaje discursivo (Calabrese, 2018, p. 88).

 

Esta lectura platónica se estructura en clave pedagógica. El mito es concebido de un modo más amplio que el que actualmente se le asigna; no es sólo narración fantástica, es, también, narración ideal y verdadera. Aunque esta aportación no parece ofrecer aportaciones a la pedagogía, sin embargo, el contexto de la obra coloca una cuestión nuclear: la configuración de estados ideales (léase, objetivos, propósitos, competencias o cualquier otra modalidad), es el principio operativo de cualquier acto formativo. Al reconocer que educar implica avanzar de un estado presente hacia su configuración mejor, se entiende a los mitos como figuraciones ideales que narran los recursos didácticos del transitar.  

Desafortunadamente el término “didáctica”, hoy en día, se encuentra circunscrito a un ámbito puramente áulico; ha sido desposeído del significado cultural con que le fue dotado por autores como Platón o siglos más tarde por el propio Comenio. El proceso de enseñanza y de aprendizaje, que implica un diálogo público y constante, establece que los ideales sólo pueden desarrollarse en la comunidad. Por ello, la tesis central de Calabrese es que la pedagogía platónica sienta las bases de la dimensión cultural del proceso didáctico:

 

Si aceptamos que la educación conlleva un cierto crecimiento de la cultura y de lo que en ella se ha producido y se produce, entonces, la cultura constituye el fundamento de la educación. «Fundamento» no significa el conjunto de los conocimientos acumulados y, por lo tanto, más o menos confundidos, sino articulados con espíritu de totalidad y voluntad de integridad. Aquí descansa con todos sus matices la modalidad clásica del ideal educativo (Calabrese, 2018, pp. 17-18).

 

Al concebir un marco universal, en este caso la cultura, como el sustento de la práctica didáctica, no se defiende la idea de que la finalidad de la educación sea social, sino que sólo en un contexto de interacción entre individuos de una misma comunidad, se posibilita la formación de la persona humana; fundamento, como aclara el autor, quiere decir sentido y forma consistente con la naturaleza humana y sólo se puede hacer pedagogía en la realidad dinámica en la que vive el ser humano. Por ello, aunque la educación es siempre para la persona (individual), ésta se ejerce en su hábitat natural: «Comunidad e individuo no son un mismo organismo –una misma alma- pues nunca funcionan aisladamente» (Calabrese, 2018, p. 37). Sin embargo, a pesar de que existe un vínculo natural entre el individuo y la comunidad, el autor resalta la necesidad de una acción formativa que ratifique la correlación entre physis y práxis:

Entonces, ¿Cuál es la función pedagógica del mito en este proceso? Para Calabrese la pedagogía sólo es tal en la medida en que vincula al individuo con la comunidad, por lo que debe recurrir a la necesidad de transmisión de los principios universales en los cuales descansa la cultura. Por ello, y siguiendo a Platón, el autor sostiene que el mito es el medio natural para fomentar una conducta natural (esencial) al individuo. Con el método mayéutica se emprende la búsqueda de los fundamentos últimos que han de ser nombrados o aprehendidos por medios de igual manera universales (¿Qué es el bien? ¿Qué es la justicia? ¿Qué es el conocimiento? Etc.). Puesto que no se puede aspirar a la verdad conformándose con los fragmentos particulares, tampoco es posible formar en la verdad usando recursos que garanticen conocimientos singulares (esta es, claramente, una crítica contra el modelo educativo de los sofistas).

El autor, sin embargo, advierte la complejidad de este recurso: «El modo de la presencia de los mitos en Platón es, en general, oscilante: por un lado, está el mito que evoca una expresión en imagen de algo ya conocido, es decir una presentación pedagógica y ampliatoria, aunque no nueva; por otra, el mito arriesga una hipótesis verosímil, imposible de comprobación en la actualidad» (Calabrese, 2018, p. 101). Si el mito, en su narrar, ofrece verdades, pero también falsedades ¿Por qué, entonces, no puede ser un recurso didáctico? El criterio de veracidad no se encuentra “en” el mito, sino en el “formador” que recurre a la narración mítica. La labor del educador implica un ejercicio activo de interpretación continua. El formador como el formado deben emprender un diálogo honesto en donde el referente de orientación sea la verdad y no así los recursos fantásticos que le rodean. La pedagogía, entonces, se caracteriza por las siguientes notas: busca la verdad a través de una interpretación continua, apoyándose de recursos múltiples, entre los que figuran los mitos como medios interpretativos válidos.

En conclusión ¿Qué aporta este libro para entender a la pedagogía como ciencia? La formación educativa exige una actividad comunitaria, en donde los dirigentes se convierten en responsables directos de fomentar el bien común, por ello, los gobernantes tienen el deber de orientar a la comunidad a la búsqueda de la verdad: «el fin de los gobernantes es el bien de la ciudad y, al mismo tiempo, la verdadera medida de su conducta» (Calabrese, 2018, p. 87).

A partir de ello, se ofrecen tres criterios de acción pedagógica: (a) la formación orienta en y a través de la verdad; (b) ésta debe ser buscada e interpretada continuamente; (c) la tarea interpretativa corresponde a gobernantes y docentes. Al establecer un marco de evaluación, se logra una condición de objetividad que hace posible la verificación de los postulados de acuerdo a un criterio medible y comprobable. Bajo esta lógica, la pedagogía platónica se interpreta como una ciencia de la formación comunitaria, en donde el recurso del mito se entiende como el medio didáctico que busca la verdad a través de contornos fantásticos. Esta es, la primera parte del libro.

La segunda parte tiene el acierto de ofrecer dos resultados: (1) una identificación y selección de los diálogos propiamente educativos y (2) una lectura pedagógica de cada uno de ellos: Protágoras, Menón, Fedón, República y Teeteto. Es importante reiterar que constituye un auténtico resultado haber ubicado estos textos como aquellos diálogos en donde residen las bases pedagógicas del autor griego. La interpretación general refleja que la formación humana es necesariamente dialéctica: sólo a través de un diálogo en el que se ubique la verdad como meta última, será posible entender cualquier recurso como un medio didáctico. El carácter “didáctico” no aparece en el recurso al mito para elucidar sobre distintos dilemas (la esencia de la virtud, la esencia de la justicia, la esencia del alma, etcétera), sino para advertir que el bien comunitario se logra a través de una interpretación universal de las formas de expresión de la verdad.

Las conclusiones generales del autor hacen patente que la aportación de Platón a la pedagogía no se encuentra en los recursos didácticos legados, sino en la constitución de una «matriz de estudio del fenómeno cultural, pues en ella se manifiesta el esfuerzo constante por integrar el saber de la ciencia y el saber del arte en el ideal consciente de una filosofía de la educación» (Calabrese, 2018, p. 210). Así, entonces, la filosofía se vuelve una matriz de estudio, un recurso de contraste y nunca un medio de legitimación de los nuevos saberes alcanzados. La lección del libro aquí reseñado, no es lo que se debe entender por pedagogía según Platón, sino en su insistencia en lo que se debe entender por ciencia de la educación; si aquella se jacta de ser una “creencia, verdadera, justificada”, debe asumir la responsabilidad de fomentar el bien comunitario. En términos del autor, el lugar que ocupa este deber es el siguiente:

 

Ante las múltiples diversificaciones de la pedagogía que aspira, como las ciencias particulares, a la cualidad de la especialización, la filosofía de la educación seguirá reclamando una visión de conjunto para validar epistemológicamente la disciplina. En la dispersión y singularidad absolutista que promueven los saberes contemporáneos, la filosofía sigue siendo la responsable de tomar los hilos sueltos de la trama y volver a hilar el tejido. Una Penélope cuya tarea diurna reconstruye el dibujo de la realidad (Calabrese, 2018, p. 212).

 

Se aprecia así que la lección que resalta el libro reseñado, no está en la justificación de lo que debe ser entendido como pedagogía según Platón, sino en insistir en la idea de que una ciencia debe aceptar y responsabilizarse por el lugar que le ocupa en el fomento de un bien comunitario; en otros términos, frente a la incorporación de los saberes, por más diversos y antagónicos que estos puedan ser (biología de la educación, psicología de la educación, estadística aplicada a la educación, etcétera), el estatuto científico-pedagógico de una acción (práxis) se encuentra en el impulso de la naturaleza (physis) humana a su fin ideal, pero en el marco de este proceso aparecerá siempre la comunidad como el único contexto posible en el que la dignidad del ser humano puede impulsarse.

Los argumentos en favor de una cientificidad pedagógica podrían parecer insuficientes, pero en el presente libro se apertura la hipótesis de que en la filosofía platónica de la educación se encuentran los requisitos mínimos que cualquier actividad formativa debe tener en cuenta. Es cierto que el trabajo de Claudio Calabrese no se propuso abonar directamente a este debate, pero en el genuino estudio de la obra platónica el autor avizoró este problema como una cuestión nuclear.

Las múltiples posibilidades de lectura, no sólo reflejan el rico entramado en el que se sustenta la escritura del presente libro, sino que exige una lectura pausada durante el día, que debe destejerse por las noches con la firme intención de esperar que la verdad a la que apunta nos encuentre con la esperanza y el deseo del reencuentro intacto.

 

Referencias

Abbagnano, Nicola, Visalberghi, Aldo. (1964). Historia de la pedagogía. México: Fondo de Cultura Económica.

Buchon, Consuelo & Valdivia, Carmen. (1971). Pedagogía. Madrid: Narcea.

Calabrese, Claudio C. (2015). Los fundamentos de la investigación pedagógica. Aristóteles y el mundo de la polis, en: D. Arauz. Pasado, presente y porvernir de las humanidades y las artes, Vol. VI, Texere-AZECME: Zacatecas, pp. 17-26.

Calabrese, Claudio C. (2017). Las posibilidades del humanismo, en: Junco, Ethel, Calabrese, Claudio & García, Francisco (Coords.) Los humanismos y la cultura de la paz. Zacatecas: Texere. pp. 77-98.

Calabrese, Claudio C. (2018). Comunidad y pedagogía. La filosofía platónica de la educación. Zacatecas: Texere.

Codignola, Ernesto. (1969). Historia de la educación y de la Pedagogía. Buenos Aires: El Ateneo.

Frabboni, Franco y Pinto, Franca. (2006). Introducción general a la Pedagogía. México: Siglo XXI.

Hubert, René. (1952). Tratado de Pedagogía General. Buenos Aires: El Ateneo.

Larroyo, Francisco. (1969). La ciencia de la educación. Ciudad de México: Porrúa.

Larroyo, Francisco. (1981). Historia general de la Pedagogía. Ciudad de México: Porrúa.

Luzuriaga, Lorenzo. (1950). Pedagogía. Buenos Aires: Losada.

 

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