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Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.

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La evangelización desde el patio de la casa por Adriana Macías Madero

Enero-julio 2019, número 20.
Autor: Abel Lozano. Título: Pez rojo. Técnica: linoleografía. Año: 2018. Medidas: 56x38 cm.

Macías Madero, Adriana. (2019). La evangelización desde el patio de la casa.  Revista Digital FILHA. [en línea]. Enero-julio. Número 20. Publicación bianual. Zacatecas, México: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: www.filha.com.mx. ISSN: 2594-0449.

Adriana Macías Madero es licenciada en arqueología por la UAZ (2006), maestra en arqueología por el COLMICH (2009), doctora en historia por la UAZ (2016).  Trabaja las líneas temáticas de arqueología histórica, arqueología de la guerra, modos de vida  y paisaje. Actualmente es docente – investigador en la Unidad Académica de Antropología y coordina la Revista Chicomoztoc de Arqueología. Contacto: chubidubbi1980@gmail.com

LA EVANGELIZACIÓN DESDE EL PATIO DE LA CASA

Evangelization from the yard 

Resumen: En el presente estudio se aborda la implementación de la horticultura como una estrategia utilizada por las órdenes mendicantes, para garantizar la subsistencia e interactuar de una forma más dinámica y sencilla con las poblaciones autóctonas del nuevo territorio. Este análisis se hace desde la perspectiva de la arqueohistoria, enfocada en la clasificación y el entendimiento de la cultura material, por ser ésta resultado palpable de los aconteceres que se dieron en un determinado tiempo y lugar, en este caso Zacatecas durante el periodo colonial. Cabe destacar que, la practica hortícola no era algo nuevo para las poblaciones indígenas, la practicaban para obtener alimento, medicinas e incluso para ofrendar a los dioses; sin embargo, la convivencia con las órdenes religiosas permitió integrar y arraigar nuevos cultivos, así como perfeccionar técnicas de trabajo para el cuidado de una gran variedad de especies multifuncionales (alimenticias, medicinales, constructivas, ornato, etc.)

Palabras clave: arqueohistoria, horticultura, integrar, arraigo. 

Abstract: This study deals with the implementation of horticulture as a strategy used by the mendicant orders, to guarantee subsistence and interact in a more dynamic and simple way with the native populations of the new territory. This analysis is done from the perspective of archaeohistory, which focuses on the classification and understanding of material culture, as this is a tangible result of the events that took place at a certain time and place, in this case Zacatecas during the colonial period. It should be noted that horticultural practice was not something new for indigenous populations, since they practiced it to obtain food, medicines and even offerings for the gods. However, the coexistence with the religious orders allowed to integrate and root new crops as well as to perfect work techniques for the care of a great variety of multifunctional species (food, medicinal, constructive, ornate, etc.)

Keywords: archeohistory, horticulture, integrate, rooting

 

Introducción

Las órdenes religiosas por mandato de la Corona debieron facere et docere (hacer y enseñar) (Martínez, 1991: 24). A partir de su llegada se visualizan cambios ideológicos y tecnológicos, pues impartieron conocimientos sobre nuevas especies y estrategias de irrigación (Ricard, 1986).

Ricard (1986: 159) proporcionó una lista de frailes que se dedicaron a transmitir la práctica del cultivo de variadas especies en conventos, por lo cual se alude que la presencia, distribución y auge de las huertas durante el periodo novohispano se asoció con las órdenes menores, que no sólo promovieron la adaptación de especies, incluso se fomentaron la explotación de cultivos autóctonos como el nopal para la extracción de grana cochinilla.[i]  

Los religiosos buscaron impactar la cotidianidad pues mientras trabajaban los huertos oraban y cantaban salmos (Ricard, 1986), así estos espacios tuvieron una triple función: relajación, abasto y adoctrinamiento. Uno de los primeros registros arqueológicos e históricos en la Nueva España que evidencia la presencia de huertas conventuales y religiosas se relacionó con la orden franciscana, éste corresponde al Convento de Churubusco durante 1528 – 1548, donde además de adoctrinar trasmitieron algunas costumbres propias de los españoles (Pérez, 2013). Así describe el recinto el fraile Antonio de Villa Real, en su tratado curioso y docto de las grandezas de la Nueva España (Pérez, 2013):

 

[...] Es tierra aquella de mucho maíz y muy fértil de duraznos, membrillos, manzanas y peras, de capulies y tunas, y de otras frutas de la tierra y hortalizas de Castilla ,los indios son muy devotos de los frailes descalzos, y aunque no les administran los sacramentos, les hacen mucha limosna para su sustento y les dan indios de servicio, con mucho amor y voluntad acuden a confesarse con ellos y a oir misa y sermón a la iglesia del convento; el cual está acabado, con su claustro, dormitorios, celdas, iglesia y huerta, todo muy pequeño y hecho de ladrillos. Fue aquella casa de las primeras que se hicieron para frailes en la Nueva Espana […]

 

Desde la perspectiva de la arqueohistoria, que observa las manifestaciones del hombre a partir del análisis de cultura material, se pueden reconstruir los procesos implícitos en la transformación de un espacio cotidiano: el traspatio, donde los religiosos se hicieron presentes no sólo por la conversión ideológica, sino en la preparación para una nueva etapa de vida.

 

Estrategias de evangelización

Las alianzas con grupos indígenas generó un ambiente idóneo, entre ellos la comunidad tlaxcalteca se vio favorecida en múltiples aspectos, porque se le consideró amiga de la española, lo que influyó rápidamente en su mestizaje alimenticio y tecnológico. Reflejo de esto se observó en que el monasterio franciscano (figura 1) tenía mayor población que ningún otro, y en correspondencia su huerta fue considerada una de las más hermosas de su tiempo según la descripción de Alonso de Nava, alcalde Mayor de Tlaxcala entre 1580 y 1583 (Cfr. Pérez, 2013: 69):

 

[…] tienen luego (a la misma parte del norte) los religiosos una huerta cercada muy grande y espaciosa, plantada de muchas arboledas de frutales de España, como son nogales y algunos castaños, duraznales y perales, membrilares y manzanas y olivares, y otras muchas diversidades de plantas, ansí [sic] como rosales y lirios y azucenas, todas estas cosas traídas por curiosidad de Castilla, porque en esta tierra se carecía de ellas. De esta manera toda la huerta va compuesta y repartida por orden y concierto por calles y paseadores de mucha recreación, que toda ella es un vergel singular […] un rincón y ángulo _ itra [sic], está una fuente de agua muy hermosa, clara, apacible, de donde se riega toda la huerta […]

 

Figura  1: Registro gráfico del Monasterio de San Francisco de la ciudad de Tlaxcala, dibujo de Diego Muñoz Camargo (González, 2007: 71).

 

Las plantas arquitectónicas de los monasterios, conventos y claustros de la época novohispana eran irregulares pues se construían conforme a las posibilidades que ofrecía el entorno y las necesidades que iban surgiendo con el tiempo (González, 2007); sin embargo, se contó con un prototipo relacionado con el modelo medieval que constó de tres componentes básicos y de uso común: el templo, el claustro y la huerta, siendo ésta última uno de los elementos más importantes, su fundamento moral e ideológico recayó en la autosuficiencia, por ende de las huertas dependió el sustento de la orden, se obtenía una gran diversidad de productos para el consumo. [ii] Además de que  la venta de los excedentes de su trabajo permitió realizar obras de evangelización mediante la construcción de otros espacios.

En las huertas – traspatio religiosas se impulsó la experimentación para la producción de especies hibridas de legumbres, verduras, plantas comestibles y medicinales que se emplearían como parte de los hogares de la población novohispana general. Incluso, se dice que las plantas medicinales se sembraban cercanas a las habitaciones, y sólo podía manejarlas el hermano enfermero o boticario (Pérez, 2013), lo que exalta la importancia y especialización de esta práctica y sus cultivos (Figura  2).

 

Figura  2: Consideración de la posible disposición de los cultivos en las huertas religiosas (elaboración propia).

 

Un aspecto relevante en el desarrollo de las huertas de traspatio que promovieron los religiosos fue que en ellas se plasmó la herencia hispana sobre el conocimiento de los sistemas de irrigación, pero con el tiempo también se adaptaron estrategias aprendidas de los indígenas, dejando ver en estos espacios un mestizaje tecnológico con arados, azada, rotación de cultivos, abono animal (Pérez, 2013). La  especialización en el manejo de agua se registró en la presencia de: acequias, canales o agua encañada (caños), fuentes, cursos naturales o riego a brazo (cisternas para la recolección de lluvia), aunque también existieron las huertas de temporal (González, 2007: 67), aunado a esto se practicó la mezcla y perfeccionamiento de semillas autóctonas y extranjeras que permitió la eficiencia productiva durante todo el año. 

Con la evangelización se impulsó la diversidad de productos en las huertas: aunque estos espacios ya existían durante la época prehispánica, la riqueza alimenticia derivada del trabajo de los traspatios se amplió, se incluían no sólo cultivos, sino animales y derivados, además para complementar a la eficacia productiva se fomentó el procesamiento de frutas en conservas, licores y dulces (AGN, 1688: 1; Pérez, 2013).

 

Zacatecas: la evangelización del norte         

La región norteña o septentrional de Mesoamérica no fue un área deshabitada y desaprovechada, durante la época prehispánica en esta región circulaban y habitaban grupos que se favorecieron de los recursos del entorno, garantizando su sobrevivencia y permanencia. Al llegar los españoles a las “Indias Occidentales” buscaron explorar y registrar las características del territorio, las primeras incursiones españolas en el norte, se dieron entre 1524 y 1526 a cargo de Francisco Cortés y Nuño de Guzmán (Realpozo, 2005: 3; López, 2008, 117).

El asentamiento de la ciudad de Zacatecas corresponde a la etapa de exploración y conquista del norte de la Nueva España, por la variedad etnocultural que se dio en la conformación novohispana de Zacatecas, en el espacio se manifestaron múltiples estrategias derivadas del proceso de adaptación y apropiación de cada grupo, influenciado de su herencia cultural.

Para la formación de nuevos asentamientos se buscó que la tierra para poblar fuera fértil para sembrar, accediera al agua para el consumo y la irrigación de los cultivos, así como que cada vecino[iii] tuviera una casa, cada solar para vivienda variaba de 50 a 100 pies de ancho por 100 a 200 de largo y debía acompañarse de 2 o 10 huebras[iv] de tierra para huerta y 8 o 40 para otros árboles (dependiendo a quien se le otorgara) (Ceballos, 2007). Cabe destacar que el asentamiento de Zacatecas pudo presentar algunas excepciones, pues su fin principal fue la explotación de metales; no obstante, estas disposiciones permiten ver la relevancia que tenían las unidades de autoabasto dentro de la formación del nuevo territorio. 

En relación a lo anterior, y con el fin de caracterizar la conformación del asentamiento  zacatecano, en lo productivo y funcional se distinguen tres sectores básicos: pueblos de indios, grupos mendicantes e iberos /criollos, lo que permite representar los espacios circundantes en los que se desenvolvieron y convivieron entre sí.

Generalmente, los barrios de indios se ubicaron cerca de las minas y los monasterios, pues se enfocaron mayormente a realizar las actividades relacionadas con la minería y el servicio de los asentamientos. Por lo que no es de extrañar que, las unidades de producción agrícola y hortícola estuvieran colindantes a las minas y a los afluentes, de esta manera se beneficiaban ambas actividades. Específicamente, los grupos tlaxcaltecas contribuyeron en la consolidación de las ciudades, sirviendo de modelo de vida cristiana,  además implantaron técnicas de cultivo e irrigación, así como la edificación de graneros y casas, incluso garantizaron la protección de los caminos y ciudades (Cisneros, 1998; Magaña, 1998; Velasco, 2009).

Los primeros indígenas en asentarse en la ciudad de Zacatecas fueron los mexicas, no es de extrañar que el primer barrio se denominara Mexicapán, ubicado al norte de la ciudad en las laderas cercanas a  las minas de San Bernabé,[v] el arroyo principal y el convento franciscano (Velasco, 2009). Posteriormente, al oeste se asentó el barrio de Tlacuitlapán con tlaxcaltecas, en la frontera meridional los de Tonalá – Chepinque y El Niño, y el último es el de San José al sudeste (Lemoine, 1964; Velasco, 2009). Cabe destacar que la ubicación de los barrios indígenas se hizo en tierras periféricas en torno al centro de población española (Alfaro, 2011).

El asentamiento de Zacatecas se fortaleció en la presencia de indígenas y religiosos, éstos últimos contribuyeron a establecer las bases del proceso de urbanización, se relacionaron con unidades fundamentales como los templos, los hospitales y los pueblos de indios, además los monasterios y conventos se consideraron espacios para la enseñanza que contribuyeron a la consolidación de aspectos culturales que caracterizaron a las sociedades de forma integral (Arvizu, 1993: 69).

Para el siglo XVIII, se refiere la presencia de cinco conventos: San Francisco (1560),[vi] Santo Domingo (entre 1608 y 1609), San Agustín (1575), San Juan de Dios y el Jesuita (Jean – Pierre, 2008: 69 – 71; Lafora, 1939: 50 – 51). Cada uno a cargo del adoctrinamiento y cuidado de alguno de los barrios de indios.

Los franciscanos contaban con iglesia y convento al norte de la cañada, a la margen derecha del arroyo (Alfaro, 2011; Bakewell, 1997: 70), su área de intervención comprendió medio cuarto de legua en torno al convento de la orden (Lemoine, 1964: 260; Magaña, 1998), aunque también poseyeron otro espacio religioso de gran relevancia, el Colegio Apostólico de Propaganda Fide de Nuestra Señora de Guadalupe, ubicado en la Villa de Guadalupe con todo a las afueras de la ciudad (Alfaro, 2011), cada uno con sus respectivas áreas de huertas. Los agustinos también arribaron tempranamente a la ciudad, entre 1575 y 1576, se les concedió un terreno adjunto al cabildo y al costado poniente de la plaza pública, donde construyeron una iglesia y un convento (Bakewell, 1994; Ribera, 1992).

A  los franciscanos se les adjudicó la enseñanza en las labores y oficios, mientras que las demás órdenes cubrían aspectos orientados al desarrollo y construcción social (Ribera, 1992). De tal manera que, la disposición de conventos dentro del espacio urbano y la periferia de la ciudad fue una estrategia de adoctrinación, pero también de poblamiento y aprovechamiento, que contribuyó a la estabilidad y desarrollo de la ciudad de Zacatecas, generando una especie de muralla espiritual  (Figura 3)  (Bezanilla, 1903: 45).  Debe  destacarse que todas las órdenes poseían casas y huertas que se ubicaban tanto en los distintos barrios como a las afueras de la ciudad, con ellas se beneficiaban económicamente e incluso a partir de estos espacios debieron fomentar el cultivo, consumo[vii] y experimentación de algunos productos.  

 

Figura  3: Disposición de los religiosos en torno al emplazamiento y al arroyo, marco de protección religiosa y fortalecimiento de cultura novohispana.[viii]

 

Los aposentos de las órdenes comúnmente constaron de iglesia y convento, asociados tanto a dependencias administrativas como a productivas (corrales y huertas), cabe destacar que podían incrementar su patrimonio por donaciones y herencias e incluso comprar o arrendar tierras para contribuir a su sustento y emprender obras de evangelización y progreso (Bakewell, 1994: 73; Cardoso, 2011: 59).

En relación a los espacios productivos asociados a las órdenes religiosas, su importancia recayó en la amplia variedad de cultivos que se trabajaban, además del valor monetario y alimenticio que tuvieron por especie, representaban ingresos por la venta de frutas, conservas y licores.[ix]

Además de la amplia variedad de cultivos, otro de los aportes de las órdenes mendicantes es en la construcción de los espacios a partir de la incorporación de  infraestructura que apoyó la óptima producción, desde los canales (frecuentemente hechos de cantería), norias de adobe o cantera con sus respectivas pilas (Recendez, 2010).

Las huertas monásticas eran altamente eficientes y productivos, en el caso de Zacatecas una sexta parte del abasto de trigo y una cuarta de maíz provenía de estos lugares. En lo que respecta a lo ideológico impulsaron el aprovechamiento de recursos, tal como se percibe en las viviendas de los indios con la amplia gama de productos que se trabajaban en los traspatios (animales y vegetales), la incorporación de infraestructura y la optimización de excedentes en la preparación de conservas y licores.

 

Consideraciones finales

En el ámbito religioso, las huertas–jardín comúnmente hicieron el papel de espacios de experimentación y observación tanto de plantas como de técnicas de cultivo, se consideró una estrategia de acercamiento a las poblaciones autóctonas, además como parte de la evangelización, algunas órdenes religiosas impartieron conocimientos sobre nuevas especies, muchas de ellas frutales, y estrategias de irrigación (Ricard, 1986).

Tanto en la construcción de la ciudad como en la permanencia actual de huertas funcionales, se puede observar que fueron los sectores de la población más cercanos a las iglesias en los que se impulsó la mayor concentración de huertas-traspatio, muchos de las cuales eran parte de las haciendas de beneficio de metales; sin embargo, los indígenas adaptaron sus espacios para poder producir durante todo el año recursos básicos para la subsistencia, lo que caracterizó patrones de disposición espacial (viviendas en torno a los arroyos) y la transformación de patrones alimenticios (incorporación de licores de frutas y conservas).

 

Bibliografía referenciada

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Notas

[i] La grana cochinilla junto con el añil, oro, plata y cacao fueron los principales productos de exportación de la Nueva España (Cfr. Herzog, 2014: 49;  González, 2007: 68).

[ii] Para dejar madurar las frutas después de la cosecha se construían peredas o peronerias (Cfr. Pérez, 2013).

[iii] Se le designaba de esta manera a los parientes de un poblador (Cfr. Ceballos, 2007).

[iv] Una huebra equivale a 2, 237 metros cuadrados.

[v] Algunas referencias como la de Peter Gerhard atribuyen los primeros indicios de asentamiento en la ciudad de Zacatecas y alrededores a Veta Grande por contar con yacimientos aparentemente más ricos que los de la propia ciudad, aunque el descubrimiento de las de San Bernabé (Bracho) se dio sólo cuatro meses después  (Cfr. Velasco, 2009: 89).

[vi] Powell (1977) refiere que cuatro franciscanos acompañaban a los jinetes españoles que llegaron por primera vez a La Bufa en 1546. Por su parte, Antolin Abad menciona que su auge de evangelización se da entre 1603, por lo que él propuso esa fecha como su llegada, mientras que  Ribera de Bernárdez señala el año de 1567 en relación a una licencia otorgada por el Obispo de Guadalajara. Su nivel de influencia en la comunidad se refleja en lo que Arlegui menciona sobre  que dichos frailes bautizaron alrededor de 10, 000 indios norteños para el siglo XVIII (Abad, 1992: 72; López Guzmán, 2008: 118; Ribera, 1992).

[vii] Vecinos de San Francisco  mencionan que en torno a las Huertas del convento (de Guadalupe y en Zacatecas), así como a las de García se realizaban actividades los domingos y en Semana Santa para la convivencia, que permitían acceder a la fruta cultivada y a los licores que ahí se producen como el pulque, entrevistas realizadas a las Familias Espinoza,  Madero,  Castrellón, Mayo 23 de 2013.

[viii] Mapa Topográfico de la Ciudad de Zacatecas de 1834 de Rebolledo, Mapoteca Orozco y Berra.

[ix] Como se puede ver este tipo de producción representaba no sólo una fuente de ingreso económico para las familias sino que complementaban la alimentación de los pueblos mineros durante un largo periodo a partir del procesamiento de excedentes (Sánchez y Alfaro, 2013:133).

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