Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.
Esquivel Marín, Sigifredo. (2017). Ramón Kuri Camacho, educador. Atreverse a pensar sin hacer trampa con su ideario. Revista Digital FILHA. [en línea]. Julio. Número 16. Publicación bianual. Zacatecas: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: www.filha.com.mx. ISSN: 1870-5553.
Sigifredo Esquivel Marín es ensayista y docente-investigador en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Perfil PROMEP. Es doctor en Artes y Humanidades y autor de Pensar desde el cuerpo. Tres filósofos poetas: Spinoza, Nietzsche y Pessoa, Tijuana, CONACULTA-CECUT, 2006; Imágenes de la imaginación, México, FML-Tierra Adentro, 2006; Ensayar, crear, viajar. Sobre la tentativa como forma de arte, Ediciones de Medianoche, 2008; y Escrituras profanas de textos sagrados, Zacatecas, Ediciones Passim, 2013. Y Creación, crítica y subjetividad (Educar para resistir en el sistema-mundo global), Oviedo, Ediciones I.M.D, 2014. Ha participado en más de veinte libros colectivos y antologías en México y España. Becario del FECAZ y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Premio Regional de ensayo 2004 (Región Centro-Occidente); Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohórquez 2005; Premio de Ensayo Universitario (Biblioteca del 175 aniversario de la UAZ, 2008). Premio Nacional de Ensayo Político José Revueltas 2014. Miembro de la Academia de Teoría y Filosofía de la Educación (ATYFE).
Resumen: El presente ensayo explora algunas de las diversas facetas del magisterio y del pensamiento de Ramón Kuri Camacho, uno de los pensadores más fundamentales en la filosofía actual latinoamericana. Se busca efectuar una lectura introductoria a una obra compleja, barroca y militante en y desde el presente. A partir de una poderosa caja de herramientas intelectuales confeccionada con clásicos griegos y latinos, Kuri asume una perspectiva coherente y enfática frente al nihilismo reinante, aquí únicamente seguimos algunas pistas de su amplia trayectoria.
Palabras clave: Kuri, maestro, pensador, cristianismo, filosofía mexicana.
Abstract: This essay explores some of the different facets of the teaching and thinking of Ramón Kuri Camacho, one of the most fundamental thinkers in Latin American philosophy today. It seeks to make an introductory reading to a complex, baroque and militant work in and from the present. From a powerful box of intellectual tools made with classic Greek and Latin, Kuri assumes a coherent and emphatic perspective against the reigning nihilism, here only we follow some clues of his wide trajectory.
Key words: Kuri, teacher, thinker, Christianity, Mexican philosophy.
En Lecciones de maestros, George Steiner recuerda que un maestro es aquel que, más que divulgar una serie de conocimientos o dominar una disciplina, logra transmitir una tradición viva y comparte su gusto y pasión por el pensamiento, el saber y la creación; el quehacer docente se define por su potencia de apertura, es todo lo contrario de un saber cerrado. Más que el saber, lo que verdaderamente se pone en juego en el magisterio es “el deseo de saber” –pasión y potencia que los modelos educativos hegemónicos desdeñan o trivializan.
Sin los juegos verbales y la seducción posmodernista, como él mismo señala, Ramón Kuri Camacho ha sido un maestro ejemplar. Lejos de las modas o modos de la filosofía actual, va construyendo con rigor, disciplina y pasión una relectura muy personal de los clásicos, particularmente de los pensadores medievales y novohispanos sin dejar de estar dialogando, tensa e intensamente con el pensamiento moderno y contemporáneo; sus lecturas creativas van a tono con su cátedra arriesgada y singular. Sus cursos siguen el ritmo, la velocidad, el rigor y la tesitura de las argumentaciones del pensamiento clásico, empero, dista mucho de concebirse como un especialista en curiosidades eruditas, y si se abisma en el pasado es para repensar el presente desde sus claroscuros barrocos y excesivos. Cuando fui adolescente y él fue mi maestro, me ubicaba en las antípodas de sus ideas, lecturas y posturas, y claro está, su enseñanza no es fácil, tal vez sea imposible y casi inasimilable. Me ha llevado toda la vida entender y atender el mensaje profundo de su legado; y es que el pensamiento cuando se expresa en toda su hondura y profundidad metafísicas no es fácil de asir, menos de asimilar, en estos tiempos de caos, barbarie y sinsentido.
Solamente surcando el nihilismo y el profundo desencanto que permea el pensamiento moderno-contemporáneo se puede apreciar la gran valía kuriana. Justo su obra plural y siempre en movimientos espirales hace frente a las supercherías posmodernistas y sofistas que abaratan el pensamiento como frivolidad de café o esgrima académica. Magisterio paradójico: su seriedad espanta a los bufones de la nueva corte mediática, así como causa risas suspicaces a los profesionales de un pensamiento hegemónico estandarizado según las políticas de uso. Tanto su cátedra como su pensamiento no admiten concesiones: cero tolerancia contra relativismos y supuestos libre-pensadores que asumen la cháchara filosófica como doxología light acorde con una cultura multicultural new age. Entonces será acusado de dogmatismo y de catolicismo, y se le ha dicho, y quizá se le siga interpelando, cada vez con más necesidad: ¿cómo puede ser profesor y pensador dogmático y católico en un mundo nihilista posmoderno? Imposible, y quizá tengan razón, en afirmar que el magisterio y pensamiento de Ramón Kuri Camacho resultan imposibles en los tiempos que corren. Es precisamente desde ésta imposibilidad que quisiera meditar su enseñanza, su obra y su legado. El desafío mayúsculo es pensar y escribir a partir de la imposibilidad y el límite sin ceder ante el chantaje del nihilismo y de la frivolidad.
Aunque desde una perspectiva distinta y distante, su férreo empeño nos recuerda la monumental empresa de Michel Foucault, tanto Kuri como Foucault hacen historia de las ideas para entender el presente y generar propuestas que encaren el desafío posmodernista del fracaso de los grandes relatos de la modernidad (Foucault, 1999, pp. 307-334). Ahora bien, Kuri arriesga la exposición sin adornos y concesiones de un pensamiento que retoma de forma coherente, audaz e inteligente las tradiciones del pensamiento religioso católico y sus despliegues en la tradición medieval y novohispana. Ahora bien, domina y conoce a fondo las minucias especializadas del pensamiento antiguo y colonial, pero no le interesa tanto ser un especialista como buscar la intelección convulsiva y revulsiva de la contemporaneidad, sin irse claro está, con la finta de las modas. Kuri explora imaginarios simbólicos como mundos alternativos al presente.
Su titánico trabajo nos recuerda “El hombre en el castillo” de Philip K. Dick (2002), novela ucrónica que describe los Estados Unidos quince años después de que las fuerzas del Eje (Alemania, Italia y Japón) derrotaron a los aliados en la Segunda Guerra Mundial. En este universo contra-fáctico Alemania y Japón se reparten el botín de América del Norte; el célebre autor de ciencia ficción explora las consecuencias más radicales de un posible universo paralelo al existente a partir de modificar el curso de la historia hegemónica. En otro registro literario y otro orden de ideas, pero con una estrategia muy similar, Kuri 82015) en su José Francisco Osorno. Líder Insurgente en los llanos de Apan y en el departamento de Zacatlán 1811-1824, publicado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla despliega una reconstrucción alterna y alternativa al ideario historicista liberal y nos da cuenta de la dimensión ético-política, y el peso en la vida cotidiana que ha tenido la cristiandad en México para forjar ideas, valores y comunidad.
Si la contienda entre liberales y conservadores hubiera tenido otro desenlace seguramente la historia oficial y actual sería otra muy diversa. Kuri ni juega a la adivinación profética ni fantasea con ensoñaciones oníricas, sino que desde una lectura muy minuciosa de los textos rescata y destaca pasajes y paisajes inusitados. Ahí se encuentra su magisterio, sin parangón en estas tierras agrestes, enseñar a pensar sin hacer trampa con un ideario filosófico, teológico, religioso y ético-político; pensar sin ceder ante en canto de las sirenas postmetafísicas y hedonistas. En este sentido, es un signo positivo que no tenga seguidores ni aduladores, mucho menos epígonos; y claro está, un pensamiento abismal y abisal, como el suyo, genera muy pocos dividendos en la farándula intelectual mediática. Asimismo el hecho de que el mundillo intelectual mexicano lo conozca pero no lo reconozca como uno de los suyos también es una buena señal de que –al igual que Don Quijote– está avanzando porque los perros ladran –pero no muerden.
Ramón Kuri Camacho es un pensador contemporáneo, polémico, vital, que no pocas de sus ideas exigen un planteamiento más acuciante y preclaro, asimismo, su obra siempre suscita e incita al debate, pues se atreve a pensar por cuenta propia, en un contexto donde eso está prohibido sin el san Benito de la academia reconocida. Destino kurioso, siendo un pensador católico ha cometido herejías imperdonables en el ámbito filosófico mexicano: pensar sin abandonar explícitamente la religión (¿aunque no sería el pensamiento que se asume bajo la estela y estrella de la muerte de Dios parte de la consecuencia del movimiento inherente a la propia deconstrucción del cristianismo?); pensar sin hablar la jerga heleno-germano-eurocéntrica (¿no será el pensamiento epígono del falo-logocentrismo una sucursal del pensamiento hegemónico que estrictamente hablando es no-pensamiento); pensar, de forma políticamente incorrecta, al margen del consenso intelectual y democrático (¿no serían la democracia, los derechos humanos y otras consignas dominantes estrategias para justificar el genocidio invisible e invencible del capitalismo integrado contemporáneo?). Incluso frente a los defensores de la hermenéutica analógica que busca un quimérico punto de equilibrio entre la univocidad y equivocidad de sentido, Kuri retrotrae el sentido humano, los juegos de significación cultural, a la fuente originaria de sentido: la trascendencia absoluta. Para él, enseñar a pensar en confrontar el sino humano con el destino de la creación.
En la Rancho-polis de la filosofía mexicana, prosigue una tarea que nos conmina a pensar y actuar a todos en tiempos de penuria aciaga. En parte, eso explica la maledicencia de propios y extraños contra su pensamiento, obra y trayectoria docente. La otra parte está en la incapacidad de miras que pulula en la intelectualidad mexicana, ya denunciada, y también padecida por la obra y persona de Octavio Paz, con quien Kuri mantiene un diálogo intelectual y cultural profundo y profuso, y al tiempo que reconsidera la idea paceana de que en México no hubo modernidad; para Kuri hubo en México una modernidad inédita y muy singular: el barroco jesuita. De ahí que retomar el barroco jesuita novohispano sea una tarea tanto ético-política como educativa-cultural.
Su lectura minuciosa, apasionada, no exenta de una firme posición, que no pocas veces podría, a primera vista, ser tendenciosa, dogmática y cuestionable, tiene una doble finalidad: (1) rehacer una cartografía del pensamiento y de la cultura occidentales, para (2) replantear alternativas serias que sean capaces de asumir la crisis de sentido del hombre en el mundo contemporáneo: “Porque nuestra opción no es sólo intelectual: se basa en la esperanza, la memoria y la gratitud” (Kuri, 2005, p. 18).
Rehace una cartografía intelectual con pensadores fundamentales de la tradición filosófica occidental desde Platón, Aristóteles, Plotino, la patrística, en particular San Agustín, San Ambrosio hasta llegar a Santo Tomás, el Maestro Eckhart y Francisco Suarez, pero también los pensadores marginales novohispanos, y desde ahí, construye con la paciencia de un hábil artesano una poderosa lectura ontológica, teológica, ética y política que le permite abrir fuego con y contra los autores modernos y posmodernos. Lejos de la recepción aséptica y escéptica de la academia universitaria, efectúa una apropiación militante de la cultura y la tradición heredadas. Abre fuego sin concesiones contra Descartes, Hegel, Marx, Heidegger, y los herederos de Nietzsche. Y aunque un especialista nietzscheano, no sin razón, podría estar en desacuerdo con la lectura que hace Kuri de temas como el “Súper hombre”, “la inmanencia” y “la voluntad de poder”, es muy probable que su crítica no alcance del todo al autor de El anticristo, pero si representa un tiro de gracia contra el epigonismo nietzscheano, postestructuralista y posmodernista que repite expresiones como “sí a la vida” y “soberanía” a diestra y siniestra hasta vaciarlas de todo contenido semántico.
Entre la indiferencia cotidiana, la diferencia light, el multiculturalismo y la cultura new age posmodernos, Kuri se ha arriesgado a pensar la diferencia más allá del antropocentrismo y más acá del humanismo moderno, dirige su elucidación hacia un replanteamiento del fundamento metafísico trascendente: “El pensamiento de la diferencia por la diferencia como nuevo universal cae en la indiferencia, en el comunitarismo, en el Estado-nacionalismo, en la pura proclamación de identidades y en el culto narcisista de las pequeñas diferencias” (Kuri, 2005, p. 12). La universalización de la diferencia termina, paradójicamente, por rechazar la universalidad del ser humano y de toda posible fundamentación que trascienda en el nihilismo circundante. Empero, el problema mayor de dicho pensamiento hegemónico es que no alcanza a ver el problema central: “la verdad que yace en el fondo del Mal” (Kuri, 2005, p. 13).
A la contra del pensamiento contemporáneo, que ha secularizado la finitud como orfandad, Kuri reclama la exigencia de pensar desde y hacia un fundamento metafísico trascendente. Dicho de manera rápida, pues habría que hacer un dilucidación más detenida, el pensador poblano, avecindado en Zacatecas, está lejos de asentir, acríticamente, el acuerdo implícito que guía buena parte de la filosofía actual, a saber, que no hay asideros ni referentes y que toda búsqueda de asideros y referentes nos lleva al totalitarismo y la violencia epistémica, y esto con las consecuencias prácticas que implica. Al contrario, Ramón Kuri Camacho considera que la existencia humana sin la esencia termina siendo mero accidente y con ello traduce la finitud en insignificancia y en libertad para hacer todo o bien no hacer nada. Para el maestro el nil de los nihilismos pasivo y activo resultan intercambiables. El asunto relevante no es estar de acuerdo o no con su ideario metafísico sino de seguirlo en su mirada intelectiva tanto en la radicalidad del planteamiento del problema como en las posibles alternativas frente a dicha crisis problemática.
De forma conjunta, su búsqueda se desdobla trinitariamente, en una triada que se complementa, y como la santísima trinidad resulta indisoluble:
a)Una búsqueda por efectuar una poderosa relectura de la tradición filosófica occidental. Destaca una serie de publicaciones en torno a La metafísica como necesidad que refundan una antropología filosófica en el fundamento teológico-cristiano descentrado y abierto a la alteridad.
b)Una búsqueda por repensar los principales temas y problemas del pensamiento y de la cultura contemporánea frente a la globalización del capital y la emergencia de una nueva barbarie reconstruye un pensamiento que asume la fe, la alteridad, el mal y el horizonte teológico-simbólico para replantear la actualidad. Destaca en este sentido La indiferencia y ¿Por qué hay bien y no preferiblemente mal?
c)Una búsqueda por repensar la identidad nacional desde la pluralidad de fuentes constituyentes y constitutivas que no escamotea la dimensión ético-religiosa como asidero de una comunidad específica con una tesitura muy distinta a la comunidad solipsista y al archipiélago de individuos sin individualidad. Erase una vez la suave patria. Ventanas sobre la peste y El barroco jesuita novohispano: la forja de un México posible.
Así pues, la lectura del mundo se asume como relectura de la realidad circundante y re-escritura de una subjetividad penitente en pos del abrigo de la gracia divina. Está lejos de buscar una justificación ética o axiológica para fundamentar sus ideas teológicas en torno a Dios, sabe que el entendimiento humano tiene límites infranqueables, pero a diferencia de Kant, no esconde su fe detrás de algún imperativo categórico; de ahí que en la pugna de “Pascal contra Descartes” se sitúa del lado del primero que no racionaliza su ideario religioso, sino que prosigue el camino de la razonabilidad del misterio para acceder al corazón de la fe desnuda. Pensar a partir de Dios significa para Kuri pensar a partir de la conciencia humana del problema de mal como asunto capital:
Es verdad que cayó el nazismo y el comunismo, pero la Historia del totalitarismo no ha terminado. Y no ha terminado porque no se puede creer en la inocencia de las masas. Estas pronto se adaptan al nuevo señuelo del Mal. A estas sólo les interesa el pan y el circo, el culto al Placer, el culto al Tener y el culto al Poder. Es decir, el culto al nihilismo, que no es otra cosa que culto a la ignorancia del Mal (Kuri, 2008b, p. 44).
Para Kuri el ser humano no puede asumir gestionar su libertad si no asume la responsabilidad con los demás, que estrictamente hablando no es sino la asunción de la trascendencia que posibilita su libre albedrío; el libre albedrío sería aquello que nos confronta con el Mal, la reconducción del libre albedrío a la libertad dentro de los límites y posibilidades del ser humano es parte del proceso de desencantamiento y secularización de la modernidad: “El Mal es inaudito e inadmisible, exige, desde el principio, que la Voz Divina Imperativa clame antes que cualquier otra reclamación. Por tanto, plantear el enigma del Mal como algo que requiere una última apelación y exigencia inherente al tremendo misterio de que se trata, no es absurdo” (Kuri, 2005, p. 123), todo lo contrario es lo que posibilita trascender el antropocentrismo y la banalización del Mal, inherente al mismo horizonte de la modernidad.
Dios y el problema del Mal representanta un mismo tabú para el pensamiento moderno-contemporáneo. Empero, si la modernidad ha forcluido la religión y el mal es porque los ha devorado; aquí la forclusión adquiere dimensiones ontológicas y no sólo ónticas, y conlleva el olvido originario del sentido de lo religioso. Lo religioso y sobre todo, el Mal, retornan con la fuerza ciega y aciaga de lo repudiado; por el término forclusión habría que entender –siguiendo a Lacan– que el significante ha sido rechazado en el orden de lo simbólico y reaparece en el orden de lo real de manera absolutamente irreconocible y dislocada. El efecto radical de la forclusión afecta la estructura subjetiva y la cadena de construcción de sentido a partir de un principio primordial excluido: el Padre como significante del Nombre-del-Padre ligado a la castración. En la forclusión el significante ya no está destinado a otros significantes, los significantes ya no se articulan entre sí. La fórmula lacaniana: Un significante representa al sujeto para otros significantes ha sido abolida y el lazo significante se desanuda. La forclusión obtura la posibilidad de interpretación y de construcción de sentido. Solamente observamos los síntomas, pero sus causas verdaderas quedan sepultadas (Nasio, pp. 199-201). El hombre moderno-contemporáneo se ha tragado los atributos del Dios Creador, y ha hecho de dicho ritual totémico el despliegue del movimiento del nihilismo que se efectúa como ateísmo contemporáneo y que bajo la muerte de Dios se realiza y se radicaliza, en todas sus implicaciones, como secularización del fundamento místico.
En la tradición occidental moderna y contemporánea hay pensadores que asumen, directa o indirectamente, la herencia teológica del judeo-cristianismo, ejemplos relevantes sobran: Jacques Maritain, Edith Stein, Simone Weil, Jacques Derrida, Jean-Luc Marion, Gorgio Agamben, Emmanuel Lévinas, Edmond Jabés, entre otros muchos más. Empero el pecado capital de Kuri es atreverse a pensar por cuenta propia sin pedir permiso a los filósofos de las grandes capitales del pensamiento continental. Pensadores hispanoamericanos como Ernesto Laclau y Enrique Dussel han potenciado un pensamiento original, pero no ha sido al margen del debate y escenario europeos, ambos casos, han buscado la interpelación de pensadores representativos del star-system intelectual. Resulta paradójico y digno de análisis, el hecho de que los estudios subalternos, postcoloniales y decoloniales en Latinoamérica siguen siendo subsidiarios de los temas, problemas, agendas de discusión, entramados teóricos e interpelación del pensamiento hegemónico que se pretende derribar o por lo menos cuestionar. Mientras siga operando ese curriculum oculto eurocéntrico y las cadenas culturales de legitimación y validación en publicaciones, universidades y congresos latinoamericanos tengan como interlocución el pensamiento hegemónico seguiremos siendo subsidiarios y subalternos, seguiremos siendo el otro minusvalorado; en el colmo del límite, Fanon (1973) ha observado que en la periferia también se reproducen las prácticas de exclusión: Zacatecas es marginal respecto a la Ciudad de México así como La Patagonia lo es respecto a Buenos Aires. El reconocimiento intelectual también se juega en el ámbito ético-político de la negociación o lucha de sentido y visibilización de los sujetos; de forma paradójica –Kuri considera que– el pensamiento de la diferencia y el multiculturalismo, lejos de propiciar el encuentro real con el otro, de abrirse a la alteridad, cancela el diálogo verdadero y nos remite al principio de la subjetividad autónoma, ahora devenida intersubjetividad y consenso, negando con ello la exigencia de referencias extra-subjetivas o intersubjetivas que puedan dirimir el diferendo humano ético-político. De ahí que para Kuri la crítica de la modernidad entendida como posmodernidad no es sino su despliegue melancólico y su consumación en estado de ruina (Kuri, 2005, p. 104).
Se suele decir que aquí no hubo una modernidad como la europea y que no tuvimos una Ilustración francesa o una revolución industrial anglosajona, claro está no somos Europa, ni somos franceses ni tampoco ingleses ni siquiera, pese a muchos aspirantes y suspirantes, españoles; somos una mezcla de diversas etnias, lenguas, religiones, culturas, pueblos, tradiciones e imaginarios colectivos. La crisis de la modernidad, que se (auto)denomina como posmodernidad, sin entenderse del todo lo que esto podría significar, no deja de ser parte de las narrativas hegemónicas ahora en estado de impugnación y de ruina. Seguimos siendo deudores del pensamiento moderno ilustrado y sus derivas en tanto somos incapaces de generar matrices históricas e intelectuales inéditas y autónomas. El pensamiento moderno que se ha radicalizado en el pensamiento contemporáneo científico-técnico radicaliza la lógica de la identidad y la voluntad antropocéntrica de dominio, y en contra-partida condena y excluye lo diferente, lo extraño, lo anómalo y lo marginal (el otro puede ser el judío o el gitano, pero sobre todo ahora –añade Kuri– el otro es el migrante, el negro, el latino, el bárbaro, el indígena). De ahí que al aniquilamiento metafísico inherente al despliegue del falo-logocentrismo y su geopolítica de dominación le advenga lógica y cronológicamente el aniquilamiento físico del otro.
Para Kuri habría otra modernidad soterrada, pero más viva y vigente que nunca, una modernidad iberoamericana que se ha censurado como retrógrada, contra-ilustrada, oscurantista, escolástica, mocha, religiosa, limitada, entre otras expresiones descalificadoras, que han hecho del pensamiento, cultura y tradición iberoamericanos curiosidades intelectuales sin valor filosófico. Según él esa otra modernidad, iberoamericana y mestiza, alcanza una de sus manifestaciones estelares en el barroco jesuita novohispano. Habría que efectuar una relectura del pasado de nuestra historia patria mexicana. De ahí la importancia de recuperar la memoria histórica desde una perspectiva que sea capaz de sustraerse a los enconos maniqueístas (Krauze, 1998, p. 93). Pues la memoria –individual y/o colectiva– recrea sin cesar el pasado desde un presente que no deja de estarse renovando. Pero ese presente nunca es estático, sino que constituye una creación viviente.
Para Kuri México es un país católico, cultural, religiosa y políticamente. Empero habría una memoria histórica no oficial entreverada por un catolicismo subversivo que modula o moldea los valores de una sociedad compleja, múltiple y contradictoria; catolicismo excéntrico, que no deja de tener su sello particular inconfundible: pensamiento independentista, indigenista, guadalupano, teología de la liberación y barroco novohispano. 1767 marca una fecha fatal y decisiva para Iberoamérica, al ser expulsada la Compañía de Jesús, se mutila “el proceso de maduración del sincretismo cultural y mestizaje forjado a raíz del encuentro con el otro, el país ya no encontrará el rumbo. Nace así un país sin vocación universal que, por el hecho de no contar con la inspiración de un pasado (una Nueva España abierta y barroca) es incapaz de hacer frente a una modernidad ilustrada que bombardea el pasado novohispano de oscurantista y premoderno” (Kuri, 2008b, p. 48). Hay en Kuri cierta añoranza por forjar otra identidad nacional desde un catolicismo neobarroco jesuita.
Si bien es cierto que el catolicismo se hace evidente en nuestro país en diversas formas de re-memoración y conmemoración en tanto formas de evocación y convocación del pasado como presente vivo, como memorial trascedente de una manera específica de asumir y aceptar ser parte de la condición humana, también es cierto que en México y Latinoamérica se impuso una evangelización como biopolítica de control y gestión de la vida humana que no pocas veces pactó con el etnocidio de miles de seres humanos. En todo caso se puede estar de acuerdo cuando Kuri enfatiza que la historia oficial sufre los efectos del juego de memoria y contra-memoria y exige replantear el sentido histórico y político de la memoria nacional colectiva desde una perspectiva más amplia y plural. Al desmoronarse la solidez del presente de México, la versión institucionalizada de nuestra memoria histórica dominante, empieza a mostrar sus fisuras y sus fiascos; no sólo porque no existen hechos o datos legibles en sí mismos, sino que el sentido no reside en la sucesión temporal sino en la reconstrucción
Según Maurice Halbwachs (1925), la memoria individual es una perspectiva sobre y desde la memoria social que excede cualquier perspectiva psicologista, y ésta, más que amoldar o moldear aquélla, la forcejea; sin asirla por completo, forja los contornos de sus transformaciones. La memoria nos remite a la necesidad de una comunidad afectiva que retrotrae el presente hacia un pasado imaginado, deseado, vivido y/o padecido. En todo caso, la memoria (individual y colectiva) actualiza las vivencias en un sujeto o sujetos determinados, por ende, jamás se puede concebir la memoria sin una carga afectiva, simbólica y subjetiva. La memoria activa el recuerdo, no exime, por consecuencia, cierta carga paradojal, ambigua, extraña. Es en este sentido que los desechos de la Historia de México cuestionan la autoridad de lo fáctico, dado que la realidad no es sólo lo existente sino también lo posible y lo virtual: lo que fue posible entonces y no pudo ser, así como lo que resulta contemporáneo de lo existente, porque es ahí, justo ahí, donde la memoria activa el sueño creador de la utopía exterminada. La política de la memoria interrumpe la lógica de la historia, la lógica del progreso misma que trivializa la vida y la muerte, al ver la vida como un simple medio para obtener fines políticos. Para Ramón Kuri la memoria es ya una lectura ética y política, una toma de partido por entender la historia como un texto vivo y polémico. Se trataría de una hermenéutica especial que rescata los acontecimientos despreciados o insignificantes. Dicha hermenéutica asume que memoria y justicia son sinónimos, como también lo son olvido e injusticia. Si hubiera que resumir la memoria sería: “que nada se pierda” (Mate, 2011).
Bajo este contexto, su obra El barroco jesuita novohispano: la forja de un México posible, adquiere toda su relevancia, su audacia y nos invita a repensar las ideas, las tradiciones y, sobre todo, las configuraciones de nuestra identidad nacional (Kuri, 2008a). Su trabajo de historiador crítico es relevante porque reinterpreta y resignifica visiones y versiones pasadas. El olvido histórico funciona como un mecanismo que permite habitar el presente sin necesidad de dar cuenta de las atrocidades del pasado. Ese olvido activa una represión selectiva que posibilita la emergencia de la Nación como un todo inmaculado, unitario, continuo. Empero si hay olvido –como no lo han hecho ver Freud y Derrida, cada uno a su modo– es porque no se soporta eso que está en la emergencia de la nación, esa violencia traumática originaria. La unidad de una nación es fruto de la destrucción de toda diferencia, de ahí la exigencia de rescatar la memoria soterrada que yace y subyace a la Historia Oficial de México. En su origen, la Historia Oficial resulta concomitante de la educación como proyecto ideológico de Nación. Historia oficial y educación se retroalimentan, se autojustifican y se soportan en el vacío de una argumentación tautológica. Por ende la educación apuntala un proyecto de Estado-Nación que asume la revolución mexicana como culminación lógica y cronológica de los movimientos de Independencia y de Reforma, siendo que el Estado mexicano se asume como guardián de dicho proyecto a partir de la encarnación del PRI-Gobierno.
Las diferentes etnias, tradiciones culturales, comunidades y estilos de vida marginales tienen que ser integrados a un proyecto de Nación desde la convivencia fecunda y respetuosa de diferencias, y no desde proyectos de mestizaje e hibridación que buscan una nivelación mediocre donde se integra lo diferente con el carácter de periférico, excluido, simplificado, desigual y desarraigado. Es en este sentido que Kuri nos propone repensar la tradición soterrada del barroco jesuita novohispano, lo novohispano actúa como una categoría de crítica y resistencia frente a la visión de lo colonial. Lo colonial es vertical, impuesto, impostura, repetición mecánica, mientras que lo novohispano es creación que vivifica las tradiciones, apertura a la diversidad cultural y encuentro, intercambio que forja identidades y pensamientos inéditos. Anticipa muchas de las ideas que ahora están en boga en los estudios culturales, postcoloniales y los estudios subalternos, para repensar la historia desde su parte negada, rechazada, silenciada.
El barroco jesuita novohispano mimetiza el objeto de estudio: escritura barroca sobre el barroco, imposible dar cuenta de todas las ideas relevantes del libro. La obra es una fuente de obras, de derivas, provocaciones e incitaciones. Pensamiento en acto que nos recuerda, a quienes fuimos sus alumnos, el magisterio de Kuri. Por su dimensión de crítica intelectual y exégesis textual nos remite a los trabajos monumentales de Dilthey, Eugenio Garin, Ernest Cassirer. Se trata de una verdadera invitación a pensar, y pensarnos, a la luz de nuestras tradiciones silenciadas por los discursos hegemónicos ilustrados, liberales y hasta neoliberales. La obra kuriana, múltiple y en constante transformación sutil, entreteje historia, filosofía, teología, hermenéutica, teoría del arte y de la cultural, vida cotidiana, análisis institucional, antropología, sociología, política y literatura.
Quisiera apuntar, apenas sugerir, algunas ideas en torno a la reflexión que se hace sobre la otra modernidad, de y desde otro México posible que se abre a la innovación sin dejar de reconocer la valía y la creatividad de sus tradiciones intelectuales. A partir de un fino y puntual análisis del pensamiento y acción de la Compañía de Jesús en la Nueva España, Kuri nos muestra y demuestra como la teología jesuita propone un nuevo proyecto de sociedad donde libertad y necesidad, orden y creación, sentido humano y divino no son opuestos sino más bien actúan como componentes de orden inédito de pensamiento y convivencia. La noción de ciencia condicionada nos permite repensar el sentido antropológico de la existencia después de la crisis de la modernidad ilustrada y tecnocientífica que depositó toda su confianza en un sujeto universal autofundado. El proyecto de un sujeto descentrado y de una sociedad que articula sus diversos registros simbólicos y culturales en un todo plural y abierto es clave. El México novohispano, en particular el pensamiento y la espiritualidad jesuitas, le permite asumir la crisis del humanismo y posthumanismo desde un equilibrio frágil entre gracia y libertad, creación y bondad. La concordia entre gracia divina y libertad humana serán el punto de partida del pensamiento barroco jesuita entendido como una capacidad creativa de asumir la herencia cultural clásica y una forma inédita de incidir sobre el mundo. Otro asunto directriz de la obra es su reflexión sobre el lenguaje y el estilo filosófico. Ya María Zambrano en 1939 asume en Filosofía y Poesía un diálogo vivo y activo entre pensar y poetizar, y José Gaos en 1945 en su Antología del pensamiento en lengua española se plantea la relevancia de lo que significa pensar en y desde la lengua castellana periférica. Pensamiento y lenguaje funden contenido y forma en un crisol filosófico. Así que el tema del estilo filosófico no es nuevo, pero la aportación de Kuri nos permite una relectura de la apropiación novohispana de los clásicos a partir de la lengua castellana de los pensadores jesuitas mexicanos.
Sin afán de polemizar, más bien con la intención de alcanzar a entender mejor la obra, me inquietan tres hechos, el primero que la dimensión del poder esté un poco ausente en la discusión de la ontología y la teología en la lúcida recuperación de los autores novohispanos, esperemos que Kuri, siendo tan crítico y autocrítico pueda darnos en el futuro una obra que analice los vínculos entre poder, saber y ontología en el imaginario novohispano; el segundo, el silencio sobre el etnocidio, apenas unas cuantas líneas en la página 79 y en la nota número 10 a pie de página. Por lo demás estoy de acuerdo con el de repensar nuestra identidad pluralista más allá de los esencialismos indigenistas que buscan negar el crisol y la multiplicidad de culturas y tradiciones. El tercer asunto es que se transluce cierta nostalgia restauracionista de un mundo ya acontecido –al respecto se puede ver la primera parte “Génesis y contexto” y la sexta parte sobre la expulsión de los jesuitas. Si bien cabe destacar la audacia de atreverse a pensar a contracorriente de las ideas política y filosóficamente correctas. La pasión de pensar del maestro Kuri es digna de destacarse, sobre todo porque se trata de un pensador que no hace trampa con su ideario intelectual (teológico, católico, guadalupano, universalista) con tal de ser aceptado en las grandes ligas filosóficas actuales; su honestidad filosófica y existencial tiene una coherencia ética y política que pocos pensadores –en su mayoría: amantes de la acrobacia moral y la pirotecnia verbal– han logrado en México y en el mundo contemporáneo.
Habría que releer esta obra de la mano de otros dos grandes pensadores del barroco, El pliegue. Sobre Leibniz y el barroco de Gilles Deleuze, donde replantea una subjetividad descentrada a partir de la inmanencia radical de las mónadas leibnizianas y el barroco artístico, así como La modernidad y el barroco de Bolivar Echeverría donde hace una relectura y crítica de la modernidad como narrativa hegemónica de dominación desde la recuperación de nuestras tradiciones culturales y artísticas hispanoamericanas. Las diferencias intelectuales y de estilo entre Deleuze, Bolivar Echeverría y Kuri son abismales, pero en los tres hay una misma búsqueda de hacer del barroco no un objeto de ornato museístico sino un potente arsenal de pensamiento filosófico para asumir los desafíos del presente. Empero, sin dejar de reconocer la valía de los otros dos grandes pensadores, creo que el mayor acierto y distinción de Kuri es potenciar una relectura del Barroco desde su dimensión histórico-vital, teológico-religiosa e hispanoamericana, ahí se encuentra la potencia de su lectura. A diferencia de Deleuze que tiende a universalizar, y por ende, descontextualizar, el barroco de su facticidad histórica que se instaura en el bucle problemático y aporético de Reforma-Contrarreforma, y Bolívar Echeverría que criba –por su orientación de teoría crítica marxista– la dimensión teológica religiosa, Kuri reconstruye el barroco desde la visión de mundo y de hombre en el entorno jesuita novohispano.
En la actualidad recuperar nuestras memorias históricas prehispánicas y novohispanas posibilita replantear los imaginarios simbólicos colectivos desde sus fuentes de sentido. Es aquí donde la cátedra y el pensamiento de Ramón Kuri –que hoy festejamos– nos aporta elementos realmente valiosos para repensar la forja de otro México posible y deseable, un país atento al crisol de sus ideas, al potencial de sus pensadores y que asuma su ethos político, ético y estético. Ya habrá tiempo para remarcar las diferencias con nuestro maestro, empero creo que sin dejar de lado, una toma de postura crítica, podemos asentir y valorar la aportación decisiva para pensarnos en el encuentro entre la memoria, la imaginación crítica y la posibilidad de resignificar nuestra vivencia y convivencia colectiva. Acerca de su ideario metafísico, religioso y teológico no es posible tener una lectura simplista, salvo si se hace una caricatura de su poderoso y vital pensamiento. Y sin embargo, se puede creer o no en Dios, pero rechazar en bloque los planteamientos kurianos, sin un análisis pormenorizado de los mismos y de sus consecuencias prácticas, no es sino muestra de mala fe. La mala fe y el ostracismo intelectual que ha padecido Ramón Kuri Camacho da cuenta de su afirmación de que “malevolencia e intelectualidad van de la mano”. Secularización, Des-encantamiento o Desacralización de la vida y nihilismo pueden tener diversas lecturas y diagnósticos, lo que importa es de que manera esas visiones permiten la emergencia de otra realidad y subjetividad. La potencia del pensamiento barroco y teológico novohispano permite replantear una modernidad auto-referencial, solipsista y racionalista desde su extrañamiento, diferencia y memoria mito-poética pluralistas. El arte del pensamiento novohispano, es mucho más que un conjunto de relicarios exquisitos de erudición y diletantismo, atisba y proyecta un pensamiento complejo y plural que nos permite rehacer otra mirada de la cultura y pensamiento occidentales, y con ello, proporciona, perspectivas diversas y divergentes frente a la modernidad eurocéntrica racionalista.
La idea de ciencia media bajo el crisol del barroco jesuita novohispano nos ayuda a reconstruir la otra modernidad que ha sido enterrada por el imaginario simbólico hegemónico ilustrado, y que todavía subyace, a cierta plasticidad creativa propia del pensamiento hispanoamericano profundo. Este pensamiento como arte de la variación creativa hace del barroco jesuita novohispano una estrategia cultural para repensar la política y el pensamiento en estos tiempos de trompicones. El barroco jesuita novohispano nos proporciona una forma de pensar y actuar que hace justicia a los detalles, los márgenes y los sujetos silenciados de la historia; en este sentido Kuri comparte el diagnóstico de las Tesis de filosofía de la Historia de Walter Benjamin, pero a diferencia de éste, no cree que la catástrofe sea inevitable, pues descentrar la modernidad y el progreso da margen para otras formas de vida y de pensamiento (Kuri, 2008b).
El arte de la variación jesuita le permite a Kuri ir al fondo de los problemas con pasión, paciencia, compasión por sí mismo y por el otro, con humildad y servicio por buscar salir del atolladero en el que nos situamos. De ahí que pueda encontrar en su fina lectura de la sociedad mexicana actual los hilos que tejen la urdimbre entre el nihilismo posmoderno, la barbarie deshumanizada, la narcopolítica y la cultura del cacicazgo mexicano. Sin ser, ni pretender ser, antropólogo social, tiene un agudo olfato etnográfico para interpretar el estribillo de un narco-corrido, los decires populares, las prácticas y tradiciones religiosas, culturales y comunitarias en función de un micro-cosmos social específico. Ahora cuando el mundo se fragmenta y vivimos la apología del fractal, Kuri tiene el valor para darnos una lectura de conjunto del mundo, no como una totalidad cerrada y sin conflictos, sí como una visión de mundo que reclama una mirada global para entender que el fragmento siempre es parte de un universo social, político, metafísico e histórico más amplio. La amplitud de miras arriesga a equivocarse, pero no tiene miedo de equivocarse en grande si puede ir más allá de la mediocridad adocenada de una academia políticamente correcta, pusilánime e insulsa.
La ciencia media del barroco jesuita es más que una postura teológico-religiosa, constituye una visión del mundo desde la finitud humana abierta a la infinitud divina y asumiendo las contradicciones y contrariedades de la compleja situación y coyuntura mexicana sin olvidar el sentido humano como apertura hacia la trascendencia. Resarcir un modelo educativo, ético-político de y desde la búsqueda de una mexicanidad universalista y atenta al otro como prójimo es un intento loable de responder y corresponder a las exigencias y demandas de un pensamiento a la altura de las circunstancias; que las respuestas de Kuri no satisfagan nuestras expectativas escépticas y nihilistas eso es otra cosa, sin embargo, estamos frente a uno de los contados filósofos que se atreven a pensar sin hacer trampa con su ideario intelectual y vital, y al mismo tiempo, ofrece alternativas reales a la crisis actual. ¿Levante la mano quién de nosotros tiene una lectura de los clásicos en función de la comprensión y actuación en y desde el presente que vivimos o padecemos hoy en y desde México? Pues Ramón Kuri lo ha hecho y lo sigue haciendo, sin prisa y sin pausa. Al igual que otrora lo hicieran mexicanos universales como Alfonso Reyes y Octavio Paz, Ramón Kuri va a París o a Madrid y habla con autenticidad y sin dejar de decir, fuerte y claro, sus verdades. Sus meditaciones filosóficas conllevan una dura crítica de la doxa imperante, pocos pensadores son tan ajenos como él a las modas intelectuales. Su quehacer clínico y gambusino, excava en el presente las formaciones profundas y fundamentales de una condición humana situada y sitiada bajo la banalización del Mal y el avance del nihilismo generalizado, y sin embargo, Kuri está aquí y ahora para hablarnos de frente y sin concesiones.
Ahora bien, sin renunciar a una lectura panorámica de la actualidad, Kuri se ubica en el corazón del presente: habla en la palestra de la sociedad mexicana, de cara a los temas y problemas que hoy nos azotan y nos asolan: el narcotráfico, la corrupción, el autoritarismo, la indiferencia de la sociedad y la infantilización de la ciudadanía. Más que buscar culpables intenta mostrarnos cuál es la importancia de que cada uno asumamos nuestra responsabilidad y nuestra capacidad de interacción comunitaria para rehacer el tejido social. Sin esperar falsos mesianismos redentores ni respuestas globales definitivas a la crisis estructural generalizada, elucida con vigilancia auto-crítica, pero con firmeza la posibilidad de responsabilizarnos como sujetos de derecho, pero antes como personas, con ello, asumiendo, toda la carga ontológica y teológica que conlleva ser persona bajo la gracia divina (Kuri, 2005, p. 135).
La obra de Kuri tiene una importancia creciente, pues intenta bosquejar una plataforma intelectual para asumir las crisis de la sociedad contemporánea en el contexto del México de hoy. El dictamen de una obra como Érase una vez la suave patria. Ventanas sobre la peste es claro: detrás de la violencia estructural de la narco-cultura y el narco-estado estaría la violencia ciega de una sociedad bárbara que empata con la posmodernidad hedonista light; autoritarismo ancestral, sociedad de consumo y relativismo posmodernista entretejen el texto de una cultura en franca descomposición donde el mimetismo de la violencia todo lo invade y lo sojuzga: “Cris mimética cuyo rasgo esencial es la desaparición de las diferencias, la transformación de los individuos en dobles, cuyo perpetuo enfrentamiento destruye la cultura. Crisis mimética que se pretende enterrar en un pasado mitificado, que se pretende ocultar en la guerra contra el crimen exterior, tapando el crimen del interior y ontologizando en presente en su culto a la utopía tecnológica y el placer, el consumo, el tener y el poder” (Kuri, 2012, p. 137). De ahí la intención expresa de Kuri de trascender las disputas intelectuales de café y de academia que no buscan una lectura unitaria ni profunda de las cosas, sino que se quedan en la superficie de la noticia o del debate intelectual políticamente correcto. Kuri arriesga en verdad una lectura integradora, íntegra e integral del presente, que sin embargo, va más allá de la presencia-ausencia para enfocarse en el devenir de la humanidad en el seno de la creación del universo. Pensar a partir del problema de Dios y del Mal, en los márgenes de la modernidad logocéntrica y asumiendo las tradiciones culturales indígenas sin caer fundamentalismos autóctonos traza una perspectiva de largo alcance de un pensamiento mayor y profundo que abre surco en el tiempo histórico presente y porvenir, pues la fe en Dios es una fe en la esperanza como vida espiritual pura, es decir, el sentido de Dios abre la significación humana en su plenitud de búsqueda infinita.
Su obra guarda y resguarda un poderoso arsenal para repensar(nos) más allá del asfixiante claustro académico universitario. Pero quizá lo mejor de su obra aún está por venir. La mordedura de la nada –por utilizar una de sus metáforas predilectas– ha infectado dermis y epidermis de la sociedad contemporánea, empero no todo está perdido, la vida humana en su fuente trascendente y siempre en apertura finita-infinita es más poderosa que toda crisis, opresión y desventura, pues la vida humana –según citan Kuri y Ricœur al salmista– es amor pleno y verdadero y más poderosa que la muerte (Ricœur, 2009). El amor que proyecta y provee la fuente prístina del Dios personal del cristianismo trasciende, con mucho, el horizonte monológico y egológico de una modernidad nihilista, y esto se debe, a que tenemos un fundamento trascendente: lo humano es más que lo humano porque Dios es más que toda discursividad y reflexión en torno a Dios; somos cuerpo e historia, peros mi cuerpo es más que mío y la Historicidad del Hombre es mucho más que la historicidad humana; tal es la enseñanza profunda de San Agustín que reactualiza Kuri en el seno del pensamiento contemporáneo (Kuri, 2005, p. 232). Ir al fundamento, estar en pos de la dirección de pensar en y desde el fundamento de la vida humana es el proyecto de vida y obra de Kuri (2008b); su vasta trayectoria apenas esboza sus potencias creativas. La renunciación del fundamento es la (pre)anunciación del nihilismo y la barbarie moderna-posmoderna. El fundamento de la vida humana más allá de la vida y de la muerte, más allá del presente y de la eternidad, estaría –según Kuri (2005)– en una divinidad que atraviesa y trasciende el logocentrismo y las tecnociencias occidentales. Logos y Techné serían, en realidad, dos caras de una misma moneda antropocéntrica y de su voluntad de dominación.
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i. Una versión preliminar de este ensayo fue leída el 18 de noviembre del 2016 con motivo del homenaje que se le hiciera al maestro Ramón Kuri en la Unidad Académica de Filosofía en la Universidad Autónoma de Zacatecas, el Día Internacional de la Filosofía.