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Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.

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Comentario al libro de Sigifredo Esquivel: Creación, crítica y subjetividad por Javier Acosta

Diciembre 2016, número 15.
Esquivel Marin, Sigifredo. (2015). Creación, crítica y subjetividad (Educar para resistir en el sistema-mundo global) Oviedo: Ediciones I.M.D.

Acosta, Javier. (2016). Reseña: de la crítica como actualización del "llega a ser lo que eres" comentario al libro de Sigifredo Esquivel: Creación, crítica y subjetividad. Revista Digital FILHA. [en línea]. Diciembre. Número 15. Publicación bianual. Zacatecas: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: www.filha.com.mx. ISSN: 1870-5553.

Javier Acosta es profesor de la Licenciatura en Letras y de la Maestría en Investigaciones Humanísticas y Educativas de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Es doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado ensayo, poesía y traducción. Su poemario Libro del zepelín, el bigben y un pescado recibió el Premio Nacional de Poesía Luis G. Ledesma 2001. También ganó el Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde en la emisión 2006 con el poemario Regla de tres. Recibió además el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 2010. Es autor de: Melodía de la i, 2001; Regla de tres, 2007; Cuadernillo del viento, 2007; Largo viaje al presente, 2008; Schopenhauer, Nietzsche, Borges y el eterno retorno, 2008; Life Happens/ La vida pasa. Cinco poetas norteamericanos, 2010; Libro del abandono, 2010. Contacto: javierae@hotmail.com

DE LA CRÍTICA COMO ACTUALIZACIÓN DEL "LLEGA A SER LO QUE ERES". COMENTARIO AL LIBRO DE SIGIFREDO ESQUIVEL: CREACIÓN, CRÍTICA Y SUBJETIVIDAD (EDUCAR PARA RESISTIR EN EL SISTEMA-MUNDO GLOBAL) 

 

El poeta griego Píndaro escribió un antiguo imperativo, el de «llega a ser lo que eres», que sigue dando la impresión de ser ahora igualmente urgente y enigmático. Este llegar ser lo que se es indica e interpela; y deja bien claro, a cualquiera que lo escuche, que no hemos llegado a ser lo que somos, que estamos detenidos en la inautenticidad; que no hemos, por tanto, concluido el proyecto. Como si nos hubiéramos quedado en un estado de adolescencia perpetua y lo que somos no ha madurado como debiera. El proyecto de la crítica es en este caso el mismo de la ilustración, alcanzar la edad adulta, en un doble sentido: en el sapere aude, el necesario atrevimiento de pensar por sí mismo —según al acicate kantiano recordado por Sigifredo Esquivel— y en el otro sentido, en cuestionarse ese sí mismo. La búsqueda del sí mismo constituía para la antigüedad griega un enigma aún anterior a Píndaro. Se trataba de la inscripción en Delfos, el mismo imperativo del «conócete a ti mismo», acompañado de una advertencia sobre el límite, aquella del «no demasiado». Imperativo que conjuntaba el saber con el hacer (y con el hacerse), y que además no lo concebía como algo separable; pero que fue para la edad moderna el establecimiento de una distinción —tajante y aséptica—  entre el hacer y el conocer. 

El libro de Sigifredo Esquivel Creación, crítica y subjetividad es desde el título un llamado a re-unir estos ámbitos que han sido separados en el mundo moderno. De tal separación, como ya lo han observado distintos pensadores (poetas y filósofos) depende el estado de desconexión vital en el que nos encontramos (como escribió de manera lapidaria Antonin Artaud: «en este mundo que cae, que se suicida sin saberlo»). También podríamos decir que el libro de Esquivel sirve de recordatorio de que la historia de Occidente es, en muchos aspectos, la odisea de la subjetividad, es decir, de una constante construcción y deconstrucción del contenido de lo humano.

La obra que presentamos llama nuestra atención sobre el estado actual, sobre el aquí y ahora, de este proyecto. Es al mismo tiempo un diagnóstico y un manifiesto. Digamos que un llamado a la resistencia, puesto que resistencia es recrear lo que somos, para llevarlo a aquello que podemos ser. En palabras del mismo, el diagnóstico se resume así: «Asistimos a un eclipse del pensamiento, la política y la subjetivación entendidos como ejercicios de la libertad». Lo podríamos reformular así, al hilo de nuestra reflexión: asistimos a una crisis de la subjetivación, es decir de la determinación para llegar a ser lo que somos, entendiendo este llegar a ser, como una empresa vital, para resignificar lo que somos, para la construcción de modos de vida al mismo tiempo libres y creativos. Manifiesto que despliega un llamado de guerra contra la parálisis generalizada y el desencanto posmoderno. Si es un manifiesto el libro de Esquivel, su llamamiento sería a la fraternidad, que podría formularse como amistad con lo humano, entendiendo lo humano nietzscheanamente, no como algo acabado, sino siempre por construir, con resignificar creativamente, en los ámbitos colectivos y privados.

En Creación, crítica y subjetividad, el autor defiende que la unión entre arte, política y educación implica una visión más allá de la separación entre la reflexión y la práctica. La consideración de la relación por instituir entre el conocimiento y los modos de vida posibles es la pregunta por la crítica, la que podríamos obtener de la lectura de M. Blanchot: ¿Cómo es que algo es posible?, digámoslo a nuestra manera: ¿Cómo es que podemos ser todavía agentes de la posibilidad y no ya amanuenses de la imposibilidad? ¿Cómo es posible que dejemos de abdicar de este imperativo crítico? ¿Por qué insistimos en la renuncia a ser lo que podemos ser?

Al mismo tiempo que leía Creación, crítica y subjetividad, repasaba la Crítica del juicio, concretamente los problemáticos parágrafos que van del 42 al 49, en los que Kant  argumenta que la satisfacción en el arte estaría conectada con la generación de la «idea estética», que nos llevaría a pensar, desde la imaginación, más allá de lo que ha sido concebido —en palabras de Kant, «más allá del concepto». Lo que somos está determinado de manera heterónoma, es decir, mediante la asignación de un concepto (es decir de un perímetro) de lo que somos y lo que podemos ser;  pero el arte es la realización de la potencia ensanchadora de los límites. Llegar a ser, más allá de lo que nos fue asignado, re-definirnos, es la inacabable –e inacabada– tarea de existir.

Dicha tarea no es para nada fácil, ni cómoda, ni hedonista. Implica probar el sabor de la vida, vivificarse, como también apunta el padre del pensamiento crítico. La incómoda tarea de plantar cara al pensamiento recibido —es decir, al pensamiento único, es decir, al nihilismo— corresponde, en el ámbito de las instituciones, a las universidades. En el ámbito de la existencia más desnuda, corresponde al ardor vital. En el espacio de las prácticas profesionales, corresponde a los artistas y a los educadores, que han de cuestionar de manera al mismo tiempo rigurosa y abierta, el estado de cosas. No hacerlo significa devaluar, malgastar y llevar a la bancarrota a las universidades y al arte mismo,  instituyendo un arte acomodaticio y una educación a-crítica. Apunta Esquivel: «La crítica abre la creación a las subjetividades polifónicas y la creación de un mundo plural, múltiple, diverso y divergente. La crítica en tanto crítica cultural creacionista y autogestiva asume la democratización de la cultura y la participación ciudadana como el eje de toda reivindicación cultural y política» (Esquivel, 2015, p. 218). “La crítica como potencia de creación, la crítica como potencia de subjetivación”; dos caras de un mismo juego interminable. El diagnóstico y el proyecto nos atañe a todos por igual y nos hace pensar en el sentido del imperativo, es decir, de un deber ineludible en tanto ha sido reconocido aquello que somos, poseedores de la potencia de recrear lo que somos. La tarea, debemos subrayar, no es para nada cómoda ni hedonista. Implica la confrontación con el estado de cosas. Con el Estado. Si somos incapaces de decir no a las ideas recibidas, a los llamamientos a la obediencia acrítica y al todo da lo mismo, la crítica se convierte en ejercicio de elegante distinción entre las elegancias, de aclamación de lo menos peor y académica (o periodística) banalización del diferendo.  

 

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Hace un par de décadas, en una entrevista publicada en México por la revista Crítica, el poeta Charles Simic formuló un interesante imperativo categórico: “vive y averigua quién eres.” Según este consejo, es necesario ponerse a vivir para de veras saber lo que uno es. Tal vez entonces la primera y más importante pregunta no es quién soy, sino, ¿estoy de veras vivo? ¿Qué significa estar vivo? Mejor aún, ¿qué es sentirse vivo? y de nuevo ¿me siento realmente vivo? ¿Puedo estarlo sin cuestionar el mundo en el que vivo, el estado de cosas, lo que soy, lo que puedo ser?

 

Javier Acosta

Universidad Autónoma de Zacatecas

 

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