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Revista Digital de la Unidad Académica de Docencia Superior,
Universidad Autónoma de Zacatecas, ISSN: 2594-0449.

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Poéticamente habitamos la tierra: consideraciones ético-políticas sobre el espacio en el capitalismo actual por Sigifredo Esquivel Marín y Elidia Bañuelos Cataña

Julio 2016, número 14.
Autor: Manuel Denna. Título: Cántico del poeta errante. Técnica: Acuarela y acrílico sobre papel.

Esquivel Marín, Sigifredo y Bañuelos Cataño, Elidia. (2016). Poéticamente habitamos la tierra: consideraciones ético-políticas sobre el espacio en el capitalismo actual. Revista Digital FILHA. [en línea]. Julio. Número 14. Publicación semestral. Zacatecas: Universidad Autónoma de Zacatecas. Disponible en: www.filha.com.mx. ISSN: 1870-5553.

Sigifredo Esquivel Marín es ensayista y docente-investigador en la Universidad Autónoma de Zacatecas. Perfil PROMEP. Es doctor en Artes y Humanidades. Y autor de Pensar desde el cuerpo. Tres filósofos poetas: Spinoza, Nietzsche y Pessoa, Tijuana, CONACULTA-CECUT, 2006; Imágenes de la imaginación, México, FML-Tierra Adentro, 2006; Ensayar, crear, viajar. Sobre la tentativa como forma de arte, Ediciones de Medianoche, 2008; yEscrituras profanas de textos sagrados, Zacatecas, Ediciones Passim, 2013. Y Creación, crítica y subjetividad (Educar para resistir en el sistema-mundo global), Oviedo, Ediciones I.M.D, 2014. Ha participado en más de veinte libros colectivos y antologías en México y España. Becario del FECAZ y de la Fundación para las Letras Mexicanas. Premio Regional de ensayo 2004 (Región Centro-Occidente); Premio Nacional de Ensayo Abigael Bohórquez 2005; Premio de Ensayo Universitario (Biblioteca del 175 aniversario de la UAZ, 2008). Premio Nacional de Ensayo Político José Revueltas 2014. Miembro de la Academia de Teoría y Filosofía de la Educación (ATYFE).

 

 Elidia Bañuelos Cataño es maestra del Instituto Tecnológico de Zacatecas e instructora de Hata Yoga.

Poéticamente habitamos la tierra: Consideraciones ético-políticas sobre el espacio en el capitalismo actual 

Resumen: El presente artículo dilucida la habitación ético-política del espacio en el seno del capitalismo actual a partir del ejercicio de resignificación de una frase del poeta Hölderlin que reza: “Poéticamente el hombre habita la tierra”. Desde los replanteamientos de algunos pensadores como Vallenilla, Ramonet, Guattari, Bachelard, entre otros, el ensayo indaga la relación del sujeto con el espacio como bajo la intersección de la ética, la política, la poética y la creación de sentido, se asume como hipótesis de discusión que dicho replanteamiento posibilita una forma de encarar el desafío que depara la debacle del capitalismo actual. Con ello, se posibilita la concepción del espacio como un entorno relacional indisociable de la subjetivación.

Palabras claves: Ético-política, poética, espacio, ritornelo, capitalismo, fascismo. 

Abstract: This article is about  the ethical-political room of public space within the current capitalism through the redefinition of a phrase taken from the german poet Hölderlin that reads: "Poetically man inhabits the earth". This essay makes use of some restatements of some thinkers like Vallenilla, Ramonet, Guattari, Bachelard, among others and it explores the subject's relationship with space and the relationship under the intersection of ethics, politics, poetics and the creation of meaning. The hypothesis is that such rethinkings allows a way to face a challenge such as the debacle of nowadays capitalism. 

Keywords: Ethical-political, poetic, space, ritornelo, capitalism, fascism.

 

Introducción

El poeta Hölderlin habría escrito en la antesala de la locura que “El hombre habita poéticamente la tierra”, por su parte el pensador Martín Heidegger habría comentado que poéticamente habita el hombre la tierra en tanto ser arrojado en el mundo bajo la crisis radical de la razón moderna y que tendría que abrirse a una nueva habitación de la tierra, en su apertura a la interrelación de los cuatro elementos: Cielo, Tierra, Divinidades y Mortales.

No obstante, Heidegger deja la pregunta por la dimensión ético-política bajo el manto de lo incuestionable. Zona ciega o talón de Aquiles del pensamiento heideggeriano, la dimensión ético-política queda re(con)ducida a la voluntad subjetiva, una manifestación de la variante del nihilismo moderno en el ocaso de la metafísica occidental. Habría una suerte de forclusión de la dimensión ético-política en uno de los pensadores contemporáneos más relevantes, entre otras manifestaciones, en su incapacidad e impotencia para asumir su decisión (ético-política) de apoyar al Nacionalsocialismo, en su breve y polémico rectorado bajo el mandato de Führer. No es secundaria la indagación acerca de la penosa participación política de un pensador absolutamente imprescindible como Heidegger en un régimen fascista, tampoco resulta baladí preguntarse sobre los motivos de su silencio tras la caída del nazismo o los posibles vínculos entre su ontología y su política. Este ensayo no versa sobre el pensamiento heideggeriano, sino que moviliza algunas de sus ideas en otra sintonía y bajo otras premisas que atiendan la creciente implosión del capitalismo actual y la emergencia de una nueva barbarie que resulta tan desconocida como invisible (Poggeler, 1984).

El presente artículo dilucida la tesis siguiente: El ser humano que ahora se presenta y se representa bajo la figura imposible y aporética, casi irrepresentable, de “sobreviviente”, tiene la posibilidad de replantear el sentido de su existencia de manera poética, asumiendo las dimensiones ética y políticas que implica una ontología de la inmanencia creacionista a partir de la reconfiguración del espacio como un bucle relacional inseparable del juego de subjetivación. Bajo tales premisas la resignificación poética del ser humano se tiene que asumir como una oportunidad creacionista, es decir, se tiene que pensar en el encuentro de una nueva ética política planetaria. “Poéticamente habitamos la tierra” quisiera ser un eslogan para movilizar la conciencia política como poética creacionista de sentido, de un nuevo sentido ético-político que tenga como epicentro la Madre Tierra con todas sus implicaciones prácticas, estéticas, vitales. Abrir el pensamiento y la vida humana hacia una habitación poética, donde ética, política y creación sean parte de la misma urdimbre existencial de conformación de un nuevo sentido del mundo, conlleva pensar y repensar opciones tangibles y verdaderamente humanas ante la debacle de un capitalismo ecocida y genocida que impone el neoliberalismo como pensamiento único. Ante la debacle generalizada del modelo de producción socio-económico-cultural vigente requerimos plantear alternativas de largo alcance, reales, factibles, democráticas. Este ensayo se asume con un carácter programático de dilucidación teórica y apuesta ético-política que busca rehacer la situación ambiental dominante. Más que respuestas y soluciones, buscamos abrir un abanico de problematizaciones, interrogaciones, ejercicios críticos de análisis. Mantener la pregunta como apertura del pensamiento, hoy más que nunca, resulta una tarea impostergable.

Habitación tecnológica del ser

En el tercer lustro del siglo XXI se advierten ya los efectos con nítida claridad, de algo que apenas se dejaba entrever a fines del siglo XX, a saber, la radical crisis de los modelos de desarrollo humano basados en el avance tecno-científico al servicio del capitalismo integrado. Ya no se trata tanto de efectuar críticas desde la irracionalidad y desde un humanismo, cada vez más, trasnochado, sino de asumir que la creencia del horizonte de la racionalidad humana como esfera autónoma resulta insostenible. Requerimos replantear las cosas en la apertura de nuevos horizontes trans-humanos, antropo-cósmicos que asuman la radical alteridad del otro humano y del universo natural como un punto de partida axiológico fundamental de una ética política, ahora que nos encontramos en la génesis de una aurora, “de una nueva civilización, desconocida y casi inexplorada, que le promete al hombre la superación de sus congénitos límites mediante la invención de una nueva racionalidad” (Vallenilla, 1993, p. III), pero también, habría que advertir nuevos peligros y desafíos que depara el progreso tecno-científico en su alianza con el capitalismo integrado, capitalismo que se enseñorea en todos los ámbitos y dimensiones de la vida humana. Para Ernesto Mayz Vallenilla nos encontramos en una situación similar a la de :

 

Los navegantes que, a finales del siglo XV y comienzos del XVI, no habían percibido aún la trascendencia de sus propios descubrimientos. Perplejos y confusos, creían todavía que las nuevas tierras por ellos visitadas formaban parte del mundo conocido sin percatarse de que su presencia encarnaba una emergente realidad que decretaría la inexorable quiebra de su propia visión y concepción del mismo (Vallenilla, 1993, p. 19).

 

La creciente (ciber)tecnificación de la vida cotidiana obliga a cuestionar los enfoques antropomórficos y antropocéntricos. La transformación de la realidad ha modificado por completo nuestra experiencia del mundo. Las tecnociencias han sido un factor fundamental de cambio en nuestra sociedad. Habría que repensar los alcances e implicaciones que propicia una creciente mitología tecnocientífica que se perfila como horizonte del mundo.

Hemos pasado de un espacio poblado por dioses –según observaciones de Tales de Mileto y de Empédocles, a la lenta y progresiva transformación del espacio desde la racionalidad instrumental matemática y un logos óptico-lumínico. En la modernidad, la matematización racional de mundo conlleva una progresiva desubstancialización y des-potenciación de las cosas. Por consecuencia, surge un nuevo modelo sistémico-funcional de espacialidad. La ordenación geométrica del espacio impone una lógica y una cartografía relacional del mismo. El espacio se convierte en un escenario vacío que tendrá que adquirir sentido y valor a partir del sujeto y su empresa de dominación del ente. Radicalizando las ideas cartesianas, Leibniz concebía el espacio “como un ordenamiento ideal, construido por la razón humana, cuya verdadera función debía consistir en posibilitar y hacer inteligibles las relaciones entre los entes y las cosas” (Vallenilla, 1993, p. 38).

La racionalidad moderna ha terminado, aparentemente, por colonizar todos los espacios desde una razón instrumental y matemática. Sin éxito, se ha intentado abolir el espacio y el tiempo. La “contracción” es clave en dicha empresa de dominación; la tierra entera es contraída; la homogeneidad y la equivalencia se vuelven operaciones matemáticas que hacen del espacio una suerte de no-lugar cuantificable y, paradójicamente, ilimitado. Todavía en el romanticismo, la estrella, el bosque, la tarde, entre otros espacios, estaban envueltos en un halo de misterio. Estamos lejos de la idea Rilke de que la tierra sea una casa duradera que nos ofrezca un hogar. La (re)construcción técnica del mundo ha devenido en un universo inhóspito donde el ser humano es un ser exiliado. El desierto de la insignificancia avanza por doquier (Chávez, 2016). Empero, este espacio nos reserva uno de los mayores enigmas: la opacidad radical del ser intransitivo e intransitable. Bajo el horizonte incierto de la crisis de la modernidad, emergen otras perspectivas, visiones-versiones del espacio y del espaciamiento. El espacio adquiere una consistencia e insistencia fantasmática, se enrarece, licuifica, se vuelve evanescente.

El sujeto en tanto positor, el que instala y funda una posición, resulta inseparable del espacio. La espacialidad del espacio requiere un acto de ordenar, espaciar, que dota de inteligibilidad al espacio y, en este sentido, el sujeto de enunciación también resulta ser un sujeto en el espacio, un sujeto encarnado en un bucle de experiencia espacio-temporal. La relación con el espacio es, al mismo tiempo y en un mismo acto, una relación lingüística, ética, política, estética. El sujeto posmoderno ya no se puede enseñorear como amo y señor del espacio. El mundo ya no le pertenece, ni tampoco el sentido del mismo. Apátrida, carece de hogar, anda en pos de una casa que se pueda asumir como propia. Impropiedad, exilio, sinsentido se han vuelto constantes de una experiencia en el umbral, cada vez más al borde del colapso. Habría que reinventar una racionalidad del mundo acorde con la nueva experiencia de un sujeto excéntrico, descentrado, disminuido, pero a fin de cuentas, sujeto de experiencia de sí y del mundo. El espacio sufre extrañas metamorfosis, se desmaterializa, se des-identifica, se transforma y se difumina sin cesar, no deja de sorprendernos con nuevas experiencias, experimentaciones, dislocaciones, rupturas.

La oposición entre espacios urbanos y espacios rurales deja de ser una distinción clara y distinta para crear nuevas formas de urbanidad rural, micro-suburbios, ciudades de cartón y de miseria. Las grandes ciudades se feudalizan, se crean cinturones de inclusión y de exclusión. Bajo el capitalismo integrado, la ciudad deja de ser el referente cultural y se convierte en un espacio de tránsito, de rituales de compra-venta de servicios, ganancia ilimitada para unos cuantos y esclavitud cada vez menos disfrazada para una inmensa mayoría. Empero todavía la ciudad posmoderna, monstruo tentacular en expansión vertiginosa, sigue propiciando márgenes de insurrección, libertad, comunidad, proyectos colectivos.

Ciencia, tecnología y experiencia conforman el ámbito del ser humano contemporáneo. Cada vez se acentúa más la creciente brecha entre lo mucho que podemos hacer y lo poco que podemos entender, y peor aún, lo poco que nos podemos responsabilizar de las consecuencias del avance tecno-científico, "dicho poder ha rebasado nuestra capacidad de control y comprensión de lo que ahora somos capaces de producir. Podemos modificar y alterar la materia y la vida, quizá podamos reconducir el proceso evolutivo de nuestra propia especie, pero no somos capaces de explicar cabalmente estos fenómenos” (Linares, 2008, p. 19). No obstante, habría que trascender tanto los enfoques apocalípticos como apologéticos para dilucidar desde una perspectiva compleja el poder tecno-científico actual y sus efectos en el mundo y el ser humano. La ciencia y la tecnología, tecnociencia en su manifestación contemporánea, son fruto de la creación humana. Hoy más que nunca resulta imprescindible repensar la relación entre ser humano, mundo y tecnociencia.

 

Capitalismo: debacle ecocida y genocida

Hay una serie de ideas dicotómicas y significantes hegemónicos del pensamiento y de la cultura occidental que nos han hecho mucho daño y han tenido efectos paradójicos. Dilucidemos algunos tópicos. 1). La creencia en la oposición irreductible entre cultura y naturaleza bajo la hegemonía de la primera (que tiene varias versiones: civilización vs. barbarie, biología vs. tecnología, progreso vs. retraso cultural). 2). La creencia en la oposición dualista irreductible entre espíritu y cuerpo bajo el imperio logocéntrico del primer término (que tiene expresiones diversas como el predominio de lo masculino sobre lo femenino, de lo racional sobre lo pasional, de lo público sobre lo privado, de lo activo sobre lo pasivo etc.). Urge revisar y re-evaluar muchas creencias generalizadas que damos por buenas y que son producto del prejuicio y de la ideología. En el mismo tenor, advertimos la exigencia de un replanteamiento ético de la política, así como la exigencia de transitar hacia una política con contenido ético.

Siguiendo el anterior orden de ideas, la crisis global se ha transformado en recesión global, el mundo contemporáneo se encamina hacia una nueva gran depresión estructural que no es meramente económica. La geopolítica internacional está al borde del colapso. Si bien dicha fractura no significa el fin del capitalismo, ya se ha repuesto a varias crisis, sí implica el fin de la economía desregulada y enciende los focos rojos del capitalismo neoliberal como juego virtual en el casino financiero. La clase media y trabajadora tendrá que pagar los platos rotos de la recuperación bancaria. No todo es igual, una inmensa mayoría de la población mundial ya no está dispuesta a mantener una minoría mafiosa inmensamente rica, claro está, a costa de los demás. El llamado de un pensador crítico como Ignacio Ramonet es contundente:

 

La crisis será larga. Se producirán inmensos sufrimientos sociales, que no deben ser en vano. Por eso no habría que desaprovechar esta ocasión, sino aprovechar el impacto, para finalmente cambiar un sistema económico internacional y un modelo de desarrollo desigual y obsoleto. Y refundarlos sobre bases más justas, solidarias y democráticas (Ramonet, 2010, p. 16).

 

Empero, la crisis del capitalismo actual parece que cobra cuerpo en su fase terminal; a diferencia de otras crisis coyunturales acontecidas, el sistema capitalista parece ya no sostenerse más como un sistema estable auto-regulado. Y aunque el capitalismo global se despliega como un orden fascista planetario, pues utiliza todo tipo de métodos para vencer y convencer a los oponentes, el consenso de su omnipotencia ha quedado entredicho por sus propios adalides, regresando a un modelo proteccionista de Estado.

En tanto mercantilización generalizada de cosas, palabras, cuerpos, mentes y experiencias, el capitalismo aumenta las desigualdades y la rapiña también a escala planetaria, lo cual conlleva un saqueo ecológico sin precedentes. Las grandes firmas son ladrones profesionales con licencia para matar recursos humanos y naturales. Mercado e iniciativa privada se apropian del espacio público, la esfera social se reconduce a su privatización. La sociedad tiende hacia la fragmentación en un archipiélago de individuos aislados, desconectados, escindidos. En una sociedad light, colectividad y solidaridad adelgazan. Universo de paradojas, hay total libertad para el capital trasnacional y fronteras (políticas, económicas, culturales) cada vez más férreas contra migrantes, exiliados y parias. Espacio, subjetividad y experiencia ingresan al mercado de la especulación financiera radical. Para maximizar las ganancias, las grandes firmas producen donde la mano de obra y los recursos naturales son más baratos y venden a una élite rica en las ciudades más caras del mundo:

 

Este capitalismo neoliberal constituye una inmensa ruptura económica, política y cultural. Somete a las empresas y a los ciudadanos a una imposición única: adaptarse, a fin de plegarse mejor a los anónimos mandatos de los mercados financieros. Condena de antemano –en nombre del realismo– toda resistencia o disidencia. Golpea toda búsqueda de alternativas, todo intento de regulación democrática, toda crítica a los mercados omnipotentes. Con la aceleración de la globalización neoliberal, se reforzó el esquema de consumo y de producción no viable. Las desigualdades alcanzaron niveles nunca antes conocidos desde el tiempo de los faraones. La fortuna de los tres hombres más ricos del planeta supera los ingresos acumulados de la totalidad de los ingresos acumulados de la totalidad de los habitantes de los cuarenta y ocho países más pobres (Ramonet, 2010 pp. 46 y 94).

 

La destrucción ecológica se ha acelerado. Las emisiones de gases de efecto invernadero por habitante, en los países del Norte resultan 10 veces más elevadas que en los países del Sur, aunque pronto el efecto adquiere también proporciones globales. Mientras tanto, cerca de la mitad de la población mundial no dispone de agua potable de calidad aceptable. El modelo de desarrollo del capitalismo actual ya no resulta viable ni en términos de justicia social, democracia ni orden natural. La riqueza de una élite mundial resulta inversamente proporcional a la inmensa y aplastante pobreza extrema de más de una tercera parte de la humanidad, cifra cambiante, pues cada año la pobreza extrema mundial aumenta, no resulta descabellado calcular que en veinte años se pueda duplicar, de acuerdo al crecimiento exponencial:

 

Mientras que las clases medias se empobrecieron, la riqueza no dejó de concentrarse en la punta de la pirámide: hace treinta años, el presidente de una empresa ganaba alrededor de cuarenta veces el salario promedio de un trabajador. En el 2002, ganaba mil veces (Ramonet, 2010, p. 109).

 

El enriquecimiento del 1 % de la población más rica creció un 229 %, claro está, a costa del empobrecimiento de los demás. Repensar el modelo de desarrollo del capitalismo actual se impone como una exigencia para crear modelos de vida viables tanto para el orden natural como el orden social. Ahora bien, por nuestra parte creemos que la crisis ecológica y la crisis económica del capitalismo no son sino efectos palpables de una debacle más profunda que está ligada a la concepción del mundo y del ser humano en el mundo, sin lugar a dudas se trataría de una crisis estructural del sistema-mundo que tiene como epicentro el fracaso de una visión instrumental tanto del sujeto como de su entorno.

Algunas consecuencias del estado de cosas descrito se pueden ver en la debacle ecológica y sociopolítica que se observa en el ser humano y en su relación con el entorno. La idea de progreso de la modernidad que implicaba una concepción teleológica e historicista del tiempo ha sido desplazada en la agenda de discusión por la apertura de la idea de politización de la territorialidad. Del tiempo por venir transitamos hacia el espacio por abrirse en el juego de la interacción humana cotidiana. Ahora el espacio juega como un sujeto político en la conformación identitaria de la subjetividad; conformación ontopoética y política.

(Po)Ética habitación del mundo ante la debacle del capitalismo

Ahora vivimos el fin de las grandes narrativas épicas del progreso de la humanidad. Progreso y humanidad son significantes que colisionan sin cesar, patinan, se atascan, se erosionan, aunque no dejan de producir una cortina ideológica de humo. El tiempo se espacializa y el espacio se ralentiza, se diluye, se homogeneiza. El espacio de cohabitación e intermediación va desapareciendo, lenta, pero inexorablemente. Ahora bien, seamos enfáticos: no se puede dilucidar el espacio sin el tiempo y viceversa, son indisociables. En todo caso, la experiencia del espacio tiende a su fragmentación, dislocación y deslocalización.

La residencia en la tierra se vuelve imposible, insoportable, de ninguna manera es casual el aumento progresivo de una sociedad cada vez más narcotizada (medicamentos, drogas legales e ilegales). Los espacios públicos como las áreas verdes también van desapareciendo. La desaparición es un signo de los tiempos desastrosos. Opera un secuestro del espacio público y de la política por mercaderes de ilusiones: “este no lugar social que adopta el sesgo de una no nación improbable se proyecta, además, hacia un no mundo orbital, la patria oscura del desastre” (Kaminiski, 2000, p. 43). Por efecto de la lógica del capital integrado, el espacio se fragmenta, pero el comercio se vuelve transacional. Sucede algo paradójico, cada vez más fronteras más estrictas para las personas, pero las mercancías pueden fluir libremente siempre y cuando estén dentro de la lógica de dicho capital. De ahí que el libre mercado se vuelva una ilusión y una trampa. Ilusión porque encubre procesos y prácticas del más puro estilo autoritario y fascista; una trampa porque teje una red de rapiña y bandidaje con licencia para matar recursos humanos y recursos naturales. Hemos dejado de tener patria, cualquier identidad colectiva se desvanece so pena de resguardarse en el fundamentalismo más retrógrado. El exilio impone la lógica de cohabitación en un mundo cada vez más inmundo. El espacio público desaparece, pero no reaparece con mayor fuerza e intensidad el espacio privado. La subjetividad se desubjetiva, se despotencializa, a la vez, que vacía de sentido y de soporte sus, cada vez, más frágiles lazos comunitarios. Asistimos a la reproducción masiva de individuos sin individualidad. Urge repensar la relación del ser humano con y en el mundo, un mundo no sólo vuelto cada vez más inmundo, sino balizado y banalizado por la reconducción al reino de las mercancías y la sociedad del espectáculo. El espacio de los medios sustituye el espacio de socialización pública. Ante el secuestro en manos del capitalismo global, urge repensar las formas de convivencia, socialización, producción social de subjetividad desde la reinvención de la política como construcción colectiva. En tal orden de ideas, es preciso potenciar la apertura del espacio público, lo que contribuye a inyectar nueva vida a la dinámica del espacio íntimo.

Hay una conexión profunda entre espacio, creación y subjetividad, pues el espacio como cartografía de lo múltiple emerge a partir de las complejas interrelaciones de los agentes en un contexto específico, dinámico y caótico (Massey, 2005, pp. 120-121). En este sentido habría que resignificar la idea de que “poéticamente habita el hombre la tierra”. El pensador y activista Félix Guattari ha escrito un hermoso ensayo Caosmosis donde potencia la relación entre subjetividad, cartografía creacionista y poesía. La poesía potencia el devenir musical, la creación de significaciones materiales inéditas, la ampliación de la experiencia subjetiva. El arte, la subversión creativa de la cultura y de la vida cotidiana pueden propiciar “ritornelos existenciales”, donde:

La polifonía de los modos de subjetivación existencial corresponde, en efecto, a una multiplicación de maneras de “vencer el tiempo”. Otras rítmicas se ven así llevadas a hacer cristalizar conformaciones existenciales que ellas encarnan y singularizan. Los casos más simples de ritornelos de delimitación de Territorios existenciales pueden ser hallados en la etología de muchas especies de aves (Guattari, 1996, p. 28).

Los ritornelos existenciales crean bucles de experiencia y de sensibilidad que escapan a una delimitación espacio-temporal estricta y abren un vector de resignificación ontológica de la existencia humana. Bajo tales premisas Guattari extrapola el sugerente proyecto de la refundación de lo político, mismo que implica entreverar estéticas y analíticas que se implican:

 

En las tres ecologías del ambiente, el socius y la psique. No se puede ya concebir como respuesta al envenenamiento del planeta, una simple estabilización demográfica, sin una mutación de mentalidades, y sin la promoción de un nuevo arte de vivir en la sociedad. La única finalidad aceptable de las actividades humanas es la producción de una subjetividad que auto-enriquezca de manera continua su relación con el mundo (Guattari, 1996, p. 35).

 

Es en tal contexto donde el camarada de ruta de Gilles Deleuze señala que la poesía tiene mucho más que enseñarnos hoy que las ciencias humanas y sociales, el psicoanálisis y la filosofía, pues puede potenciar una deriva creacionista en el seno de la existencia misma. Las mutaciones más relevantes de la subjetividad operan a gran escala, pero también se gestan en la vida cotidiana, en el seno de una micro-política anónima, colectiva, descentrada. Uno de los más grandes temas y problemas de nuestro tiempo es la producción de subjetividad libre a contracorriente del modelo hegemónico de subjetivación capitalista. De ahí la importancia y urgencia de resignificar el arte y la poesía más allá de la esfera de consumo literario y cultural como obras estéticas. El descentramiento de la subjetividad hoy atraviesa una serie de prácticas, procesos, dispositivos y tecnologías de subjetivación que van mucho más allá de un área, una disciplina, una terapia, un planteamiento. En la medida en que la subjetividad actual resignifica la función existencializante como apertura de las potencias y fuerzas de enunciación, la subjetividad tiene que habérselas con sus posibilidades y límites reales de producción creativa. Empero se trataría de abrir las fuerzas y potencias expresivas más allá de la enunciación lingüística, ponerlas en relación con la vida, la tierra, la inmanencia, el deseo, el socius, lo humano y lo no humano, la tecnología, entre otros regímenes y componentes heterogéneos. La importancia del arte y de la poesía en la producción de subjetividad no reside tanto en su contenido estético o artístico en tanto que generan obras de consumo, sino en aquello que escapa, trasciende y transgrede el arte y la estética, es decir, en el devenir creativo y vital que posibilitan obras y experiencias como intercesores de una subjetividad inédita. Una subjetivación práctica, irreductible a lo discursivo, subyace al modelo de subjetivación capitalista y de continuo, y de manera discreta, no deja de provocar pequeñas transgresiones, rupturas y zonas de inestabilidad.

El ritornelo –en la obra del dúo Guattari-Delezue– articula la música, la biología y la etología. Es un proceso creativo que consta de tres pasajes simultáneos que se efectúan en la naturaleza: salida del caos y ordenamiento estable, agenciamiento o conformación del deseo inconsciente que crea un bucle espacio-temporal, y apertura de un territorio que posibilita un caosmos, un orden dinámico y frágil en el caos. Dicho proceso contribuye a que el territorio nunca sea fijo, sino que esté abierto y orientado hacia procesos y prácticas de desterritorialización, reterritorialización y crisis constantes.

La producción de subjetividad en su relación con el ambiente nos lleva a la dilucidación de otro concepto clave para Guattari y Deleuze: el ritornelo (la ritournelle). Dicho concepto es fundamental para entender la constitución y dinámica del territorio desde la perspectiva de la subjetivación. Intentemos una explicación sucinta de un tema arduo y complejo. El territorio resulta irreductible al espacio geográfico, a su objetivación o instrumentalización, nunca es un objeto inerte ni un mero decorado para la escena. No hay territorio sin interacción y ésta sin un ejercicio de recreación y modificación de uno y del entorno. Cada especie, cada organismo vivo, por más insignificante que parezca, crea y recrea su entorno a partir de sus posibilidades de interacción. La etología en general establece una relación de retroalimentación entre ser vivo y universo en tanto mundo de sentido. Por ende no hay individuo que no sea agente territorial y territorializado. El territorio es una construcción dinámica, en constante devenir y mutación. De ahí que ritmo y caos formen y conformen la mediación e intermediación del vínculo entre ser y mundo. El territorio es parte de un proceso creativo, donde el acto creativo no es privilegio humano, sino que estaría en potencia y acto en todos los seres vivos. Marcar y demarcar un territorio sería parte del actuar vivo mismo. De esto se desprende que el territorio sedimenta materiales expresivos. La dimensión estética, política y ontológica resulta concomitante del territorio mismo, no es un añadido. La distribución espacio-temporal-rítmica organiza y produce la interacción con el espacio, incluyendo la interacción humana:

 

Los ritornelos sonoros que crean territorios diversos (“mi pedazo de acera”), en medio de un conglomerado de medios, más o menos caóticos, donde mi grito particular crea territorio y mantiene a una distancia crítica a otros vendedores que ofrezcan el mismo producto que yo. A su vez, mi ritornelo sonoro permite, implícitamente, que vendedores de otro tipo de productos pasen a formar parte de mi paisaje familiar o territorial. De este modo, en el territorio todas las actividades adquieren funciones y energías nuevas (plusvalía creativa), que las harán ir más allá del territorio e iniciarán una “D” [desterritorialización]. Es el ritmo devenido expresivo, que en lo más profundo de cada territorio, produce la atribución a la “Tierra”, al receptáculo o plataforma de todas las fuerzas del caos. Las fuerzas del caos devienen fuerzas territoriales mediante un tributo, el cual se produce en un acto de sacralización. Un ejemplo cercano y clarificador de lo dicho es la santificación de un navío: el sacerdote santifica las fuerzas del mar, las convierte en “aliadas”, al consagrarles la nave; “el ritornelo va hacia el agenciamiento territorial, se instala en él o sale de él (Díaz, 2012, s/p).

 

Existe un devenir potencial inherente al cosmos. Todo acto creativo es creación de territorio. Y es justo ahí donde entra el ritornelo como factor estético imprescindible e inherente a la vida misma. Por lo que se puede inferir que la dimensión creativa de la existencia humana en su relación con el entorno posibilita una resistencia ético-política capaz de sortear la dominación y domesticación de la subjetividad y su interacción, por ende, resulta más asequible la siguiente cita de Guattari:

 

Los ritornelos complejos, más allá de los simples ritornelos de territorialización, declinan la consistencia singular de esos Universos. El ritornelo complejo funciona, por añadidura, como interfaz entre registros actualizados de discursividad y Universos de virtualidad no discursivos. El ritornelo se despliega a partir de un movimiento de desterritorialización que desarrolla campos de posibles, tensiones de valor, relaciones de heterogeneidad, de alteridad, de devenir otro (Guattari, 1996, p. 41).

 

En virtud de lo anterior “habitar poéticamente la tierra” nos remite a una nueva morada, una forma inédita, creativa, rica, pluralista, de habitar el mundo desde la recreación de sentido y desde la producción de subjetividad emancipada. Así como no hay territorio fijo sin dominación, tampoco puede haber sujeto fijo o definitivo sin represión. Territorio y producción de subjetividad están estrechamente vinculados a partir de agenciamientos, líneas de fuga y devenir. Por lo que arte y poesía tienen que ser comprendidos como circulación de afectos, deseos, potencias, fuerzas, bloques de sensaciones. Arte y poesía, ante todo, son agenciamientos territoriales, es decir, constituyen formas y estrategias de habitar la vida misma, empero, mientras que todo lo viviente contrae las fuerzas nutritivas, el animal que agencia un territorio pasa de la contemplación contracción pasiva a la habitación activa, plástica, creativa y expresiva. Se trata de una constitución activa del medio en territorio, dicha territorialización expresiva es lo que Guattari y Deleuze han denominado ritornelo. El ritornelo articula un conjunto de materias expresivas que trazan un territorio. Guattari destaca la función territorializante y subjetivizante del ritornelo, el cual a través del ritmo codifica y encarna una movilidad expresiva de territorialización y desterritorialización a la vez: “Del hábito a la habitación, se pasa del caos al territorio. La territorialización es, por tanto, un fenómeno dinámico, que no preexiste y que interviene en el nivel de la vida y del mundo animal. El ritornelo se aplica a todas las artes; de modo más global, a todos los fenómenos vitales de territorialización” (Sauvanargues, 2006, pp. 143-144). Tiene un carácter psicopolítico y bio-estético en general, se aplica a todas las formas vivientes. De manera particular, por medio del ritornelo, la subjetividad humana explora y reinventa estilos de constitución de uno mismo y de la relación con el mundo por medio de un devenir creativo y complejo. El ritmo modula el medio y crea un territorio, constituye una respuesta frente al caos. En medio de la abigarrada expresividad vital del ritmo, emerge el territorio. Para ello, requerimos una política de la experimentación y no de la representación, una lucha frontal y radical contra todos los modelos impuestos de subjetivación. El acto creativo constituye una reconfiguración del espacio vital. Algunas propuestas estéticas y artísticas actuales buscan resacralizar el espacio y la experiencia de la subjetividad. El eclipse de la política se expresa en la disolución y polarización del espacio social y la puesta en común de una subjetividad social. Repensar lo político, en todo su potencial de emancipación, autocreación y subversión, implica resemantizar el vínculo entre espacio, subjetividad y participación comunitaria (Cardoso, 2015).

El arte contemporáneo es un campo muy complejo que aglutina las más diversas propuestas y proyectos; entre esa gran diversidad cabe destacar un sinnúmero de obras, exposiciones, performances, instalaciones, video-instalaciones y otras intervenciones artísticas y políticas que ligan territorio y subjetividad. Sirvan de ejemplo un par de muestras un tanto azarosas: Tino Sehgal en la exposición en el Martin-Gropius-Bau de Berlín durante los meses estivales del 2015 ha presentado un trabajo denominado “situaciones construidas” (constructed situations), que nos remite directamente al situacionismo de Guy Debord y su manifiesto estético-artístico que integra arte, política y vida cotidiana. Aunque en la obra de Sehgal se pretenda enarbolar un potencial transformador, el resultado dista mucho de las intenciones. Si bien en el arte contemporáneo hay una búsqueda constante por despertar la creatividad anestesiada del espectador, pocas veces se logra algo sustantivo. Sehgal intenta resignificar la vida cotidiana dentro de un cubo blanco mediante una charla cotidiana aparentemente trivial (Ayerbe, 2015). El artista alemán-británico se concibe como un arquitecto de interacciones humanas –muy próximo al concepto de producción de subjetividad de Guattari. La exposición “Visible-invisibilización. Aproximaciones en torno a la violencia” que se exhibió en el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce de Morelia Michoacán durante el 2015 conjunta el trabajo artístico multidisciplinario donde se muestran prácticas artísticas, debates y reflexiones en torno a la violencia generalizada. Según su curadora Gabriela Martínez: “Nosotros creemos que hay otras posibilidades de abordar los problemas actuales que aquejan a nuestro país y Visible-invisibilización ... quiere ser un canal de diálogo y reflexión, pero desde una mirada crítica” (Visible-invisibilización, 2013). La exposición incluye piezas de Teresa Margolles, Enrique Ježik, Miguel Ángel Rojas, Pedro Reyes, César Martínez, Lorena Wolffer, Edwin Sánchez, Fernando Llanos y Ximena Labra, entre otros artistas. Sin embargo, la crítica de la violencia exacerbada, del narcotráfico y crímenes del narco-estado puede pasar en cualquier momento de la denuncia a la apología y de ésta a su naturalización. Visible-invisibilización toma como punto de partida la violencia en el territorio y el cuerpo. El diálogo entre la comunidad académica, artística y la sociedad es importante y urgente, pero el asunto nodal es dilucidar su verdadero alcance para generar otras formas de pensamiento y de convivencia en medio de la debacle actual. Ante la debacle de sociedad contemporánea desde el modelo capitalista neoliberal hegemónico, resulta urgente pensar nuevas formas de convivencia y de subjetivación, en este sentido, apostar por una poética social de la producción de subjetividad y del espacio público conlleva la apertura de otra experiencia singular y compartida. Una poética social como base de la reinvención de la política busca generar alternativas frente a la debacle que se avecina. En contrapartida, se redimensiona la función política del arte y de la poesía, más allá del claustro de las bellas artes y del consumo estético.

Estamos convencidos de que repensar la relación que hay entre arte, vida cotidiana, experiencia, subjetividad y política, podría permitir redimensionar alternativas factibles tanto para los artistas como los sujetos sociales. El trabajo no resulta nada simple, pues implicaría problematizar las experiencias y experimentaciones artísticas más allá de su burbuja protectora legitimada como un campo social estético prestablecido.

Asimismo cabe destacar que la poesía es muchas cosas y ha tenido las más diversas funciones, pero hoy es ante todo centro de resistencia de la lengua viva, del deseo y de la imaginación crítica, está contra la lengua consumida y consumista, el deseo alienado y la imaginación secuestrada por las imágenes mediáticas. Poesía es vitalidad y frescura, otra forma de habitar este mundo a través de todos los mundos posibles, el escritor Bernard Nöel ha dicho que:

 

El futuro de la poesía es ser fuente de futuro porque es un perpetuo comienzo. Ahora es necesario que yo sostenga esta afirmación, aun cuando deseo sustraerme de la afirmación en beneficio del solo movimiento. Me he inventado un mito para situar el origen y la persistencia de la poesía: El poema se distingue de inmediato por su manera de ocupar la página. El poema se mantiene en pie, vertical. E imagino que esa verticalidad mantiene la huella que mima el acto fundador de la humanidad, dado que el hombre se humanizó al erguirse, al ponerse de pie (Nöel, 2013, s/p).

 

Si poeta no es quien escribe poesía, sino quien habita poéticamente el mundo, quien crea un mundo con sentido, entonces hoy todos tendríamos que devenir poetas para encarar la más radical ausencia de sentido, la orfandad radical. Si habitar y estar humanos se coimplican con el crear sentido, entonces, contrario a la experiencia cotidiana actual, poesía y existencia se retroalimentan de forma mutua y esencial. Poetizar sería habitar, crear un hábitat humano. De tal suerte que la esencia de la poesía no estaría en el lenguaje, sino en la apertura de un mundo con sentido que implica ya un lenguaje. Para Hölderlin:

 

El habitar de los mortales es poético, ello quiere decir que el habitar poético arranca a los hombres de la tierra, ya que lo poético concierne al reino de la fantasía. El habitar poético, en este sentido, sobrevuela todo lo real; pero el poetizar no sobrevuela la tierra ni se encuentra más allá de ella, coloca al hombre en ella, lo hace habitarla (Romero, 2016).

 

Si antes todavía era posible hablar de una proximidad entre los divino, lo natural y lo humano, donde el hombre habitaba poéticamente el mundo, ¿qué hacer cuando ya no se predica ninguna esencia y el hombre deviene inhumano o posthumano y el mundo yace inmundo? Si el ser humano podía clamar y reclamar –en tiempos de Hölderlin– una residencia poéticamente en esta tierra, ¿cómo y de qué forma es posible una morada humana bajo la orfandad más radical, ya sin “una imagen de la divinidad”, y sin ningún “orden sagrado? Ahora que nos abrimos a lo inconmensurable de una nueva barbarie social, ¿cómo es posible repensar la existencia humana en tiempos sombríos de indignidad? ¿Aún resulta factible recuperar la función ético-política de la creación poética? Por nuestra parte creemos que no se trata de retornar a Heidegger ni siquiera urbanizar su perspectiva autóctona sino más bien de retomar algunos hilos y motivos de su reflexión a partir del axioma de Hölderlin: “poéticamente habitamos la tierra”, pero hacerlo desde nuestra errancia y circunstancia actual de crisis, devastación y exigencia de resignificación de sentido.

“Si poéticamente habitamos la tierra” es porque somos animales creadores de sentido. Excretamos sentido y residuos de significación para poder amueblar el mundo en tanto mundo humano. En tal contexto, y bajo tal sentido o exigencia de sentido, los jóvenes estarían llamados a producir nuevas formas de crear y darle sentido al mundo. Se requiere resignificar las nociones de “responsabilidad” y “libertad” desde una perspectiva no antropocéntrica que sin desdeñar lo humano lo re-inscriba en la cadena universal del cosmos. La tarea es ingente, pues demanda un cambio radical de paradigma. En lugar de ver nichos de inversión, parques humanos, fábricas y cementerios de automóviles bien podríamos ver una nueva naturaleza, tan vieja y sabia como la que estuvo y estará antes y después de la especie humana, un gesto de paz, bendición, armonía bien podría ser el inicio de ese nuevo hábitat, algo que los antiguos indígenas de todo el mundo no occidental ya lo sabían y vivían en consecuencia. Requerimos un modelo de desarrollo consecuente y congruente con la aceptación irrestricta de todas las especies vivientes incluyendo, claro está el ser humano, pero desde una óptica antropo-cósmica, al apertura de lo humano a lo natural no es ningún retroceso sino un avance en un nuevo humanismo descentrado con minúsculas más libre, horizontal y menos dogmático. A partir de las ideas anteriores, arte, poesía y política tendrían su pivote en una subjetividad descentrada, de ahí la recuperación de la ética como un quehacer ético-político, pues hoy más que nunca resulta imprescindible potenciar el vínculo entre lo singular, lo colectivo y lo social.

Redimensionar el espacio desde su primacía política rompe los dualismos de espacio-tiempo, sujeto-objeto, cultura-naturaleza, entre otros escollos de la modernidad. También nos permite superar el holismo new age que concibe al mundo como un sistema global donde todo está interconectado con todo, pues dicha perspectiva termina por volverse determinista y simplifica las complejas relaciones de poder, hegemonía, resistencia y autocreación que se juegan en los espacios políticos plurales. Urge generar mapas del poder y de la hegemonía desde el intrincado juego de la territorialidad, desterritorialización, reterritorialización e incesante rejuego de configuraciones intermitentes. Identidades, culturas, relaciones de poder y contra-poder son nociones tan móviles como las del bucle espacio-tiempo y subjetivación. La apertura del espacio posibilita la apertura el juego político como praxis creacionista.

 

La poética como ético política –y viceversa

La poética vista desde la dimensión ético-política conlleva la producción de una subjetividad creacionista. Una subjetividad capaz de asumir el ejercicio de una libertad responsable en el seno de nuevas interacciones de autonomía y de heteronomía. La libertad del individuo moderno tiene que ser replanteada bajo los nuevos desafíos que se nos presentan. La quiebra del sujeto moderno estaría ligada a la debacle del Estado-nación moderno y a las instituciones que lo apuntalan. Tal panorama nos invita a pensar de forma inédita la relación entre sujeto, experiencia y espacio social. El espacio público colisiona. El espacio mediatizado por el capitalismo actual se vacía hasta convertirse en escenario neutro donde circulan mercancías y subjetividades alienadas. Repensar la densidad del espacio es una tarea que aglutina las más diversas actividades humanas, tanto intelectuales como materiales y socio-políticas.

Ya Gastón Bachelard en su Poética del espacio nos conmina a repensar la relación entre ser humano, mundo y experiencia a partir de una reconfiguración de la noción del espacio, y en función de superar las escisiones y dicotomías entre el sujeto y el objeto, hombre y mundo, tiempo y espacio, para ello nos invita a generar un nuevo estilo de pensamiento que relaciones, unión sin confusiones, la imaginación activa y la racionalidad aplicada, bajo una nueva conciencia que alterna el trabajo de conceptos e imágenes, conciencia que acepta tanto la plenitud del día como el lado nocturno del alma. El espacio como una urdimbre poblada de afectos, como experiencia afectiva (Bachelard, 1993, pp. 86-87). Por su parte Deleuze y Guattari, en cercanía con Bergson e indirectamente con Bachelard, resemantizan la relación entre, subjetividad, territorio y ritornelo. El territorio como un bucle de interacción creativa entre sujeto y entorno. Bajo tales premisas, podemos efectuar una nueva lectura de las obras poéticas de autores como Ramón López Velarde y Rainer Maria Rilke, dichas obras nos invitan a una resignificación activa del espacio íntimo y del espacio social. En el caso de Velarde, podemos ver que el espacio familiar o el terruño se retrotraen a la vivencia singular de un sujeto que resulta indiscernible de la experiencia material y simbólica del espacio como colmena de afectos, percepciones, sensaciones, evocaciones, añoranzas (“El piano de Genoveva”). Y el Poema Suave patria puede leerse como una estrategia para repensar la construcción de una cartografía ético-política de una nación desde una perspectiva intimista de tierra adentro. La Patria deja de ser un constructo político de identidad impuesta para convertirse en una imagen “impecable y diamantina, honda música de selva”; matria y cordón umbilical. Una Suave Patria que en su tórrido festín luce policromías de delfín, alma, equilibrista chuparrosa, raza de bailadores de jarabe, santo olor de la panadería, un paraíso de compotas, patria alacena, secreta, pajarera, cadenciosa. La geografía del espacio se va poblando de los afectos y efectos más íntimos y sugestivos. El espacio patrio se reconfigura como una cartografía total y unitaria del ensueño humano en todas sus manifestaciones:

Trueno de nuestras nubes, que nos baña

de locura, enloquece a la montaña,

requiebra a la mujer, sana al lunático,

incorpora a los muertos, pide el Viático,

y al fin derrumba las madererías

de Dios, sobre las tierras labrantías.

(López Velarde, 1990).

 

Nada de idealizaciones de una provincia reaccionaria, la invitación del poeta jerezano no es para mistificar un Edén puro y santificado –aunque se valga de metáforas religiosas, cuyo significado ha sido subvertido–, en Velarde la poesía, entre otras muchas funciones expresivas, permite reconfigurar la relación entre hombre y mundo desde la apropiación intimista  e imaginaria. Estamos lejos de la ingenua y romántica ilusión de que el arte y la poesía pueden, por sí mismos, y de forma auto-suficiente, contribuir a restablecer el estado de cosas. Arte y poesía no escapan por completo a las tenazas socio-políticas de dominación, pero sí pueden abrir nuevos y discretos senderos de imaginación crítica para potenciar otras derivas de pensamiento, experiencia, vida singular y colectiva, siempre y cuando seamos capaces de redimensionar la creación artística y poética en función de una nueva política horizontal e imaginativa. Poetizar el espacio implicaría potenciar una nueva comunidad, la comunidad por venir de un auténtico mundo solidario. Comunidad poética como encarnación de una utopía pluralista.

Por su parte Rilke, nos indica que, pese a la radical exposición al devastador nihilismo, todavía es posible abrir, como en una especie de ensoñación, un portal de luz que vela y desvela el camino hacia el corazón salvaje de las cosas. A través del cultivo del silencio y de la meditación nos conmina a retrotraernos hacia el crecimiento de una abundancia vital –véanse los poemas de “Música” y “De una infancia” (Rilke, 2006, pp. 37 y 39). Se replantea la noción de “Progreso” (Rilke, 2006, p. 52) en el poema homónimo, el progreso sería más bien una prueba de sabiduría y fortaleza ante la devastación sin sentido. El desierto del nihilismo se expande y, no obstante, aún respira, invisible en el poema, el aliento secreto de las cosas, “siempre a mi alrededor, puro intercambio de espacio. Contrapeso en que rítmicamente mi aliento me consuma” (Rilke, 2006, p. 146).

Si el poeta Hölderlin había escrito, en la antesala de la locura, que poéticamente habitamos la tierra y para Velarde la patria tiene que ser resignificada desde la vivencia intimista de la matria, de una espacialidad femenina acogedora; nosotros, en tiempos de crisis radical identitaria tendríamos que potenciar otras lecturas de lo que somos, hacemos y decimos como subjetividad e intersubjetividad. Habría que repensar una habitación y cohabitación poética de nuestra tierra mexicana bajo la devastación, la barbarie y la crisis radical de la sociedad y de la política. La poesía sirve para reinventarnos, para abrir la flor y talismán de cada cosa que se encarna como “ganancia de espacio” (Rilke, 2006, p. 146). El poeta no es ningún elegido, pero sí alguien que tiene la sensibilidad y la lucidez para tocar y trastocar la experiencia compartida del mundo; hacer mundo en el juego global contemporáneo sería una tarea inminente e inmanente. Arte y poesía tienen un potencial heurístico y educativo para movilizar una reconfiguración inédita de la producción de subjetividades en el seno de una interacción compleja. La democratización de la poesía no necesariamente se traduce en un ideal populista, sino que también podría propiciar otra forma de entender el arte y la poesía desde su inserción social como acontecimientos disruptivos del orden establecido. La dimensión autocreativa del ser humano avizora horizontes e imaginarios capaces de subvertir el pensamiento hegemónico y su sistema sociopolítico de control. Dinamizar la autocreación humana libre exige tener una nueva forma de entender el espacio social como algo inherente a la subjetivación de la propia experiencia del mundo. Si ahí donde hay poder es porque hay resistencia, ahí donde se generan las cartografías del poder también emergen mapas de ensoñación soberana, despertarlos en la vigilia más diáfana es una tarea pendiente y pertinente.

 

Para continuar el diálogo

Para que haya diálogo se requieren agentes-pacientes, entornos propicios y voluntad de compartir, ingredientes que cada vez resultan más escasos y excepcionales. El diálogo y los interlocutores se gestan en una morada acogedora, la palabra compartida florece en el espacio generoso. La política del espacio emerge en la interacción entre sujetos y mundo de vida. Por ende necesitamos ampliar los espacios políticos de participación ciudadana auténtica, el arte y la poesía no resuelven por sí mismas las cosas, pero abonan la tierra para otra morada atenta a la escucha y al encuentro.

Una poética de lo social sería un mapa de las afecciones, racionalidades y visiones-versiones del mundo donde sea posible conjugar el nuevo juego que depara la interacción difícil entre la autonomía y la heteronomía. Habitar poéticamente la tierra es también una invitación a tener otra relación más libre y creativa con el orden de producción y consumo humano en una nueva alianza armónica entre sociedad tecnológica, mundo social, subjetividad y naturaleza. La tarea apenas ha sido enunciada y anunciada, queda mucho por hacer. Problematizar crítica y creativamente el actual estado de cosas abre alternativas frente al pesimismo reinante. No olvidemos que el desencanto forma parte de las estrategias del pensamiento hegemónico para seguir manteniendo las cosas tal y como están. La habitación poética del mundo anticipa y proyecta la trasmutación humana del mundo –transvaloración de todos los valores –según el grito de guerra del filósofo del martillo.

 

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