Formación del investigador educativo
Algunos aspectos teórico-prácticos
Elena Anatolievna Zhizko1
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Los posgrados en educación
orientados a la investigación aparecen en México en los años ochenta.
Actualmente, se encuentra en formación un número considerable de futuros
investigadores del área educativa. Parte de esta matrícula nacional se
encuentra en la Universidad Autónoma de Zacatecas, en particular, en el
Programa de Maestría en Ciencias de la Educación. Este programa, como sus
análogos a nivel nacional, atraviesa varios problemas: baja eficiencia
terminal; heterogeneidad de la formación profesional y de posgrado de los
docentes; carencia de sistema uniforme y eficaz de la formación para la investigación,
falta de propuestas didácticas eficientes; la heterogeneidad de la formación
profesional y la diversidad de motivos de los maestrantes. Para perfeccionar la
enseñanza en un posgrado en educación, se plantean en este trabajo algunas
ideas derivadas del enfoque histórico-cultural.
Los posgrados en educación surgen
en México en los setenta, para insertar de una manera más sólida a diversos
profesionistas que se desempeñan académicamente en relación a la educación. Su
aparición no fue merced a la evolución natural del campo y cada posgrado posee
orientaciones muy diferentes. Permiten el acceso a profesionistas con formación
previa muy diversa, incluso alejada de la educación, tampoco cuentan con
tradición académica en el campo educativo. Escasos programas brindan una
preparación orientada a la investigación y pueden detectarse deficiencias en la
formación teórica y epistemológica de los egresados (Barriga, 1996). La investigación educativa apenas se incluye en los años
ochenta y existe en la mayoría de los posgrados en forma simbólica: a los
estudiantes se les imparten los cursos de metodología o se los incorpora al
proyecto de investigación de su profesor tutor. Sólo en ciertos doctorados
deviene el propósito esencial. Durante el mismo periodo surge la propuesta de
convertir al docente en investigador de su propia práctica. Sin embargo, «la
presión institucional para que los docentes cuenten con grados académicos de
maestría o doctorado ha fomentado el credencialismo, el poco interés por la
investigación así como el mal uso (desperdicio) de los pocos recursos
destinados a la misma» (Moreno Bayardo, 2003, p. 89).
Asimismo, con la llegada de los
posgrados orientados a la investigación, aparecen los trabajos sobre formación
para la investigación. Entre 1992–2002 el Consejo Mexicano de Investigación
Educativa, registra artículos y libros científicos que en su mayoría se
orientan a los protagonistas del proceso —formadores
y formandos— y abordan los siguientes tópicos:
la falta de claridad de objetivos en los posgrados en educación, la
proliferación de programas y la irregular calidad de sus ofertas, la carencia
de formación sistemática para la investigación y propuesta de estrategias que
han resultado eficaces para propiciar su desarrollo; análisis de procesos de
formación para la investigación —desde la
perspectiva personal e institucional de sus actores—,
el desarrollo del campo temático, la formación para la investigación no sólo en
la capital del país, sino además en otros estados como Jalisco y Aguascalientes;
así como la heterogeneidad de la formación profesional y la diversidad de
motivos de los aspirantes de posgrados en educación (Moreno Bayardo, 2003).
Puede afirmarse, pues, que la
investigación educativa en México es un campo joven y la mayoría de los
investigadores se han incorporado a él a través de los estudios de posgrado. Un
número considerable de futuros estudiosos del área educativa se encuentra en
formación —3849, según datos de anuies correspondientes al año 2008 (ANUIES, 2010). Parte de
esta matrícula nacional se encuentra en la Universidad Autónoma de Zacatecas,
en particular, en el Programa de Maestría en Ciencias de la Educación de la
Unidad Académica de Docencia Superior (PMCE-UADS).
Este programa surge en el 1995 y
se convierte con el paso de los años en una de las opciones más demandadas para
los estudios de posgrado en el área de la educación en el estado de Zacatecas.
La calidad de su oferta la atestigua el hecho de que se encuentra en el Nivel I
de CIEES. Sin embargo, en este posgrado existen varios puntos rojos que demandan
atención inmediata, uno de ellos es la eficiencia terminal que constituye sólo 18%
(de los 179 egresados se titularon únicamente 31 maestrantes). Lo anterior se
debe, básicamente, al hecho de que la investigación y la tesis (dos actividades
esenciales en un posgrado orientado a la investigación, por tanto obligatorias
para titularse) son la “peor pasadía” para los estudiantes. Se aúnan a esto la
heterogeneidad de la formación profesional y de posgrado de los docentes; carencia
del sistema uniforme y eficaz de la formación para la investigación, falta de propuestas
didácticas eficientes; la heterogeneidad de la formación profesional y la
diversidad de motivos de los maestrantes.
A decir
de M. G. Moreno Bayardo, la investigación es una formación que no tiene que
sufrirse, puede gozarse intelectualmente el descubrimiento y la generación de
conocimientos. ¿Por qué cuesta tanto trabajo realizar tareas que implican
construcción personal? Puede obedecer a la formación recibida en el sistema
educativo: se prepara más para la dependencia que para la independencia
intelectual, más para manejarse dentro de la certeza, que dentro de la
incertidumbre, más confianza en lo que diga el maestro que en los propios
descubrimientos. Entonces, ante el trabajo intelectual de la investigación se
vive la angustia y la incertidumbre de romper con lo que se sabía hacer y se
siente la ausencia de herramientas para hacer cosas desconocidas y diferentes (Moreno
Bayardo, 2003).
El oficio de investigador es un
saber organizado, mediatizado y fundado en los quehaceres y operaciones que
generan los conocimientos. La estrategia asociada a la
generación de conocimientos implica que no existe un camino único para generar
conocimientos, aunque existe eficacia diferencial; las vías para alcanzar la
generación de conocimientos son inéditas para cada investigador; el
investigador construye la vía que le parezca más adecuada para lograr el
objetivo. Además, un acto aislado no constituye una
estrategia, ésta supone el proceso para la generación de conocimiento y el
proceso implica acciones sucesivas y recurrentes.
Para poder generar los nuevos saberes, la persona
tiene que desarrollar las habilidades investigativas que son el conjunto de
habilidades de diferente naturaleza que inician a desarrollarse desde antes que
el sujeto tenga acceso a los procesos sistemáticos de formación para la
investigación. En particular, se trata de las operaciones
de apertura, creatividad,
pensamiento divergente, libertad de asociación, hallazgos súbitos; hábitos de observar, reunir la información, tratarla, analizarla y socializar el conocimiento en forma escrita; actitudes de rigor, disciplina, cuidado minucioso,
colaboración, ayuda mutua, diálogo, tolerancia; destrezas de construcción de
conceptos, juicios, raciocinio, concepción y diseño de la investigación,
estrategias técnicas y teóricas.
Además,
se enseña a investigar investigando y se enseña a escribir un reporte o una
tesis escribiéndolos. Tal vez es una frase trivial, pero cierta. Los docentes
estamos tan ocupados con las reestructuraciones curriculares, elaboraciones de
los PIFIs, reuniones interminables, preparación de los congresos, el llenado de
infinitos formularios de PROMEP, SNI, apoyos CONACyT, becas, etc., que simplemente
no tenemos tiempo para revisar con detenimiento los trabajos de los
estudiantes. Y no sólo revisar, sino además después analizar con cada uno de
ellos o en grupo sus escritos, a fin de lograr una retroalimentación. No
obstante, lo único para que nos alcanza el tiempo (en el mejor de los casos, ya
que a veces ni leemos los ensayos) es decirles que el trabajo está mal y tienen
que rehacerlo. Pero, ¿en qué esta mal? Según la encuesta realizada en los
grupos de los estudiantes unas semanas antes de su graduación del programa de
maestría, lo que más esperaban se sus profesores durante la carrera, es que les
pusieran atención a sus trabajos escritos, que los leyeran y dejaran
observaciones, que les explicaran sus errores. Es cierto que los maestrantes
vienen con la formación previa muy diversa, carecen de muchas habilidades
básicas, sin embargo, culpando la calidad de los niveles educativos previos al
posgrado, no se logra remediar la situación. Es necesario elaborar las
estrategias eficaces para superar los rezagos que vienen arrastrando la mayoría
desde la primaria.
Está claro que invertir el tiempo
en un trabajo de construcciones metodológicas innovadoras y perfeccionamiento
de su función docente, restaría al maestro dedicación a su trabajo científico y
profesional. Además, esta labor tiene poco estatus y reconocimiento social. La mayoría de los docentes de posgrados, por
lo general, consideran que basta con poseer un dominio de los contenidos
científicos de la materia que imparte para desarrollar su actividad como
profesor. Pocas veces admiten la posibilidad de que las limitaciones que
afronta el estudiante en el aprendizaje puedan deberse a insuficiencias en su
forma de enseñar. Por esta razón, son proclives a adjudicar esta
responsabilidad a carencias del estudiante, a su desinterés, falta de
responsabilidad o escaso desarrollo de estrategias de aprendizaje y estudio. A
pesar de eso, hay muchos docentes interesados en el perfeccionamiento de su
práctica, sin embargo, las innovaciones metodológicas que desarrollan, adolecen
de un fundamento teórico. Por otro lado, hay que reconocer que la riqueza de
ideas que existen en el pensamiento educativo actual no repercute en
transformaciones sustanciales de la enseñanza.
A la problemática antes descrita
se aúnan las dificultades derivadas de las propias características del proceso
de apropiación del conocimiento científico, de estrategias y destrezas en un
campo profesional; del desarrollo de intereses profesionales y de una ética de
la profesión; de la adquisición de un nivel de autonomía en el futuro campo
laboral, de capacidad de innovación y creación. Estos aspectos tienen que
fundamentarse en el conocimiento de la individualidad de cada estudiante y de
sus potencialidades, de la regularidad del proceso de aprendizaje y formación
personal, de la capacidad para seleccionar o diseñar las estrategias de
enseñanza más propicias para cada situación de aprendizaje.
Para perfeccionar la enseñanza en
un posgrado en educación, pueden ser de mucho provecho las ideas derivadas del enfoque
histórico-cultural que constituye un fundamento teórico permitiendo
contextualizar y hacer más activo el proceso de aprendizaje y de conocimiento
del estudiante, el cual se concibe como un proceso
de construcción personal que transcurre como parte de una colaboración
entre el alumno y el profesor en la actividad conjunta que ellos realizan.
El carácter integral de esta concepción
se revela no sólo en que se concibe en su unidad la relación de muchos
diferentes componentes bipolares que se han escindido en la psicología tradicional
(individuo-sociedad; individuo-objeto del conocimiento; lo externo y lo interno,
actividad-conciencia; actividad-comunicación), sino también porque parte del carácter
integral de la personalidad del estudiante, de la unidad de lo afectivo y lo cognitivo, y en general de las
formaciones psíquicas superiores, tradicionalmente bifurcadas en polos opuestos
(CEPES-UH, 1994:12).
Esta
tendencia pedagógica supone el carácter activo de la enseñanza, donde el alumno
debe formular y resolver los problemas educativos concretos. Se basa en la idea que las operaciones de aprendizaje se
facilitan por las acciones de la enseñanza. El proceso de enseñanza es la
actividad conjunta del maestro y del alumno. La enseñanza es el acto de
coacción del enseñante y del educando con fin de transmisión por el primero y
asimilación por el segundo de la experiencia socio-cultural. Ambas partes del
proceso: el maestro y el alumno, participan activamente pero de distintas
maneras en dicha actividad: el profesor guía las actividades del estudiante. El
proceso de enseñanza-aprendizaje se estructura a partir de protagonismo del
alumno en los distintos momentos de la actividad. Es decisivo orientar al
educando hacia la búsqueda activa del conocimiento,
mediante un sistema de actividades que propicien la indagación y exploración del conocimiento desde
posiciones reflexivas, que estimulen el desarrollo de su pensamiento y su independencia cognoscitiva. Para eso, el proceso de enseñanza se organiza siguiendo tales
principios como:
—La dirección del proceso de aprendizaje a
través de su programación, tanto como carácter
sistemático que se presenta en organización cíclica de la enseñanza, donde cada
ciclo es el periodo autónomo y finalizado cuyo objetivo es la resolución de
cierto problema de aprendizaje (aprendizaje etapa por
etapa de Galperin);
—La modelación y adecuación del contenido de la disciplina que se estudia,
creación de determinado mínimo del material de aprendizaje;
—Establecimiento del sistema dinámico y equitativo de interrelaciones en la clase;
—Individualización del proceso de
aprendizaje que parte de la idea que cada estudiante es individuo que posee
ciertas capacidades de carácter común y particular (experiencia personal,
contexto de su actividad, sus intereses, sus emociones y sentimientos, su
visión del mundo, su estatus en el colectivo, etc.);
—Desarrollo de la autonomía del alumno en el
aprendizaje;
—Carácter novedoso del contenido y
organización, estimulación del
interés hacia el aprendizaje, motivación de los alumnos;
—Impulso de aprendizaje consciente, que supone el apoyo de los estudiantes en los
conocimientos previos sobre el tema;
—Accesibilidad que se expresa en el momento de construcción del curso y
resolución de problemas que tienen significado para los estudiantes que se
encuentran en cierta etapa de aprendizaje y tienen cierta experiencia de
estudios, con otras palabras, adaptación del material de aprendizaje hacia las
necesidades del alumno;
—Carácter activo de la enseñanza que se basa en la actividad activa
(exterior) y el desarrollo de potencial creativo del estudiante durante su
trabajo autónomo, a base de conocimientos adquiridos (interior);
—Carácter comunicativo de la enseñanza que asegura el contacto no sólo con
el profesor, sino además la comunicación dentro del grupo de estudiantes, tanto
como la comunicación intergrupal, la comunicación con otros profesores, etc.,
en el proceso de aprendizaje;
—Visualidad a través de
ilustraciones y material auditivo, videos, presentaciones en computadora, etc.
(Zhizhko, 2010: 23).
Por otra parte, a partir del
concepto de zona de desarrollo próximo,
se propicia la construcción de ambientes y condiciones que contribuyen a
promover el aprendizaje del estudiante, concebido no como mera apropiación
individual de los objetos y modos socialmente elaborados, sino como actividad
que transcurre en un contexto social determinado con la ayuda, orientación y
relación interpersonal con otros sujetos (profesor, compañeros del grupo,
familia).
A partir de su carácter integral,
se reconoce a su vez, el carácter globalizador del conocimiento, la necesidad
de que se logren representaciones cognitivas, estructuras de conocimiento que
sean significativas para el estudiante y que dinamicen y regulen su práctica
cognoscitiva y profesional a partir de una comprensión totalizadora del sistema
estructural y dinámico del objeto de conocimiento en su génesis y desarrollo
(CEPES-UH, 1994:13).
La aplicación de estas ideas para
explicar el proceso de génesis y desarrollo de formaciones psíquicas superiores
ha permitido evidenciar en el desarrollo ulterior de este enfoque, la relación
entre la actividad externa y la interna, el papel de componentes mediadores, como
los signos, símbolos e instrumentos en la relación sujeto-objeto. En particular,
el papel del lenguaje como elemento mediador fundamental, no sólo para designar
e identificar objetos y fenómenos de la realidad, sino para la comunicación
entre los seres humanos.
Es importante además tomar en
cuenta que en el proceso de enseñanza interactúan los siguientes componentes:
el alumno con sus motivos del aprendizaje; el profesor con sus métodos,
técnicas, medios, formas de enseñanza; la materia y sus unidades, etc. las que
deben ser “introducidas” en la memoria del alumno. De tal suerte que para
formar la postura positiva del alumno hacia la materia, mantener y estimular su
motivación, lograr aprendizaje exitoso de los educandos, es necesario tomar en
cuenta, a quién se imparten las clases,
para qué, cómo enseña el profesor y qué es lo que enseña.
El proceso enseñanza–aprendizaje
consta de múltiples elementos, es autorregulado y se coordina a través de las
relaciones internas —interacción del maestro y el alumno— y las externas
—relaciones del proceso pedagógico con otros componentes del sistema educativo
y con el ambiente. Aquí el papel del profesor se centra en la coordinación y la
regulación del aprendizaje del alumno.
Para que el maestro pueda cumplir
con todas estas tareas es necesario que aprenda dirigir y organizar
conscientemente sus acciones de enseñanza. Para eso le es indispensable
adquirir los conocimientos metodológicos, o sea el sistema de orientadores que
se ubica en la base de las acciones de enseñanza del maestro. Sin embargo,
la metodología no es un conjunto de reglas o algoritmos para el comportamiento
del maestro en la clase, más bien es información
sobre los factores que el maestro debe tomar en cuenta para resolver los
problemas de aprendizaje de sus alumnos. De hecho, los factores pueden variar y
ser desde didácticos hasta psicológicos, fisiológicos, profesionales, etc. Los
conocimientos metodológicos deben ser bastante generales para servir de base
orientadora para un sinfín de decisiones que debe tomar el maestro en
diferentes situaciones concretas.
A partir del enfoque histórico-cultural,
la concepción del proceso de aprendizaje como eminentemente cualitativo aporta
otra forma de considerar, no sólo el propio proceso en sí y los diferentes
momentos por los que transita, sino también su control y valoración, al
concebir un conjunto de nuevos indicadores (adecuación, generalización, reflexión,
dominio, solidez) que aportan criterios de calidad para la valoración del
aprendizaje del estudiante. De esta forma, se transfiere la atención del
profesor del resultado hacia el proceso, de lo cuantitativo que entraña la
medición de los resultados en calificaciones finales, hacia lo cualitativo de
las etapas por las que transcurre el proceso y por las transformaciones que se
producen en sus indicadores fundamentales (CEPES-UH, 1994:14).
El error pierde su connotación
punitiva para concebirse como parte del proceso de aprender; el control se
instrumenta sobre todo con el fin de favorecer el desarrollo del autocontrol y
la autorregulación al suministrarle al estudiante los indicadores y criterios
de verificación. Partiendo de esta premisa de la tendencia histórico-cultural,
la revisión sistemática de los trabajos escritos de los alumnos de maestría,
así como el análisis en grupo de los errores, se tornan actividades
fundamentales para un aprendizaje eficaz. Lo anterior sucede bajo una
condición: establecimiento de nueva relación entre el alumno y el profesor, en
la cual éste deja de ser un simple transmisor de información para convertirse
en guía, orientador y apoyo de este proceso en el estudiante, aporta una concepción
de mayor autonomía e independencia del estudiante, al propiciar que sus ideas e
intereses puedan ser tomados en cuenta en la realización del proceso educativo.
En resumen, la concepción histórico-cultural del proceso de enseñanza en el posgrado, se fundamenta en un principio general básico: el principio de la enseñanza que desarrolla. Es decir, se parte del supuesto de que una enseñanza que se organiza sobre tales fundamentos debe propiciar el desarrollo de formaciones psicológicas vinculadas con el aprendizaje. Con otras palabras, la enseñanza es la transmisión de la cultura, que se define como todo aquello que puede aprender el estudiante de punto de vista cognitivo, educativo, práctico, profesional y de su desarrollo personal.
Notas
1 Docente-investigador de la Maestría en Investigaciones Humanísticas y Educativas de la Unidad Académica de Docencia Superior de la UAZ.
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